Galerías Hazbin

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        Cielo despejado, viento helado, un día de verano en España. Las personas disfrutaban de la música, el flamenco, el cine y la moda , aunque París es conocida como capital de la moda ningún turista podía menospreciar el gusto de las calles en Madrid, las luces y vida que emanaba cada tienda ,entre todas ellas la galería Hazbin se destacaba como marca de la más alta costura.
        Entre la multitud de las calles un par de amigos se destacan altos, de porte elegante y sonrisas calmadas desbordantes de confianza. Se detienen a la par frente a las puertas de las galerías Hazbin curiosos por su renombre, las personas se apartan al verlos subir por las escaleras de mármol. El interior es amplio, las paredes cubiertas de tapices con patrones oscuros resaltando los colores de los trajes exhibidos en los percheros, el salón estaba dividido por una pasarela que sostiene tres maniquíes portando hermosos vestidos cortos. No se miran, no observan descaradamente alrededor, inspiran complacidos en su interior y deambulan por los pasillos asistidos por un par de vendedores cada uno. Las horas corren rápidamente acumulando pilas de cajas y bolsas, ya agotado todo por comprar dan una última vuelta por las instalaciones satisfechos con el rumbo de su tarde. Con la mente calma un par de cuadros llama la atención del elegante hombre, una fotografía de fondo azul pálido resalta la imagen de un modelo vistiendo un conjunto de playa rosado vibrante en contraste con su pálida piel, otras tres imágenes se extiende a lo largo de la pared usando trajes diferentes, lo que más le intrigaba es que en ningún retrato se ve completamente su rostro, aquello solo volvía el panorama más hermoso.
        Un par de tacones livianos se colocan tras de él disfrutando la escena, divertida.
        —Mi querido Alastor ¿Por fin te has interesado en el modelaje?
        El hombre apartó la vista de los ojos rosados que lo miraban protegidos por un cristal.
        —No querida, la moda es siempre un placer, la notoriedad por otro lado.
        Camino lejos apartando la atención. Su amiga tomó su lugar inspeccionando la foto que lo cautivo.
        —Ciertamente es un modelo hermoso...
        El modelaje siempre escogía personas de rasgos fuertes y medidas impactantes, aquel modelo era delgado, discreto... magnético.
        —Si tu lo dices Rose no hay nada que discutir.
        Su charla llamó la atención de los empleados. Una suave y firme voz los llamó a sus espaldas. Un chico en sus veintes, delgado de cabello rubio y pecas en las mejillas les sonríe con amabilidad.
        —¿Tienen alguna pregunta sobre los trajes?
        Esperó unos segundos paciente por su respuesta.
        —Nos podrías decir el nombre de la modelo, cariño.— se aventuró Rose al ver a su compañero distraído.
        —Es nuestra modelo exclusiva, por motivos de seguridad no podemos dar su nombre.
        Rose ocultó su decepción en una sonrisa. El misterio era parte de su imagen, aquella enigmática joven había impulsado la galería prácticamente sola con sus fotografías atrayendo clientes e inversionistas que tanto habían buscado.
        Alastor escuchó todo por la superficie concentrado en la imagen del vendedor frente a él. Se desenvolvía con naturalidad sin exagerar su emoción como es habitual al ofrecer un producto, cabello rubio claro, piel pálida y rosada, postura recta y natural, de no llevar un traje color azul como los demás empleados pasaría por un cliente distinguido.
        —¿Buscan inversionistas?—pregunto Alastor ligeramente interesado.
        El empleado centró su atención en él estudiándolo bajo sus enormes ojos azules glaseados con pecas.
        Alastor miró la placa en su pecho complacido que la apariencia calzará perfecta con su nombre.
        —Expandirse un poco nunca está de más, ¿Te molestaría llevarnos con tu jefe, querido?
        Sorprendido por el cambio de tema el joven los conduce por un elevador hasta el último piso del edificio dejándolos en una recepción de tonos otoñales.
        —Puedo asumir que has decidido quedarte un tiempo en españa—comento Rose con tono felino retirando su sombre acomodando su oscuro cabello negro atado en un rodete.
        Alastor tomó asiento a su lado, su amiga siempre perceptiva conocía sus motivos antes de comunicarlos el mismo.
        —Sería una pena irse ahora con tan interesante idea.
        Rose rió consciente del significado de sus palabras.
        —En efecto querido, solo un tonto pensaria en marcharse después de encontrar un ángel d​e la suerte.
        Tomaron un sorbo del té que una joven secretaria sirvió mientras esperaban.

        Alastor recorría la planta baja de las galerías supervisando los diseños de costumbre. Después de charlar con la directora de las galerías, Charlie, tanto él como Rose decidieron unirse a la firma. Disfrutaba hacer negocios con personas que compartieran su buen gusto, trayendo al equipo a su publicista apodado Husk y su asistente general Nifty ganó la gratitud de los trabajadores; uno de los placeres más gratificantes que encontró fue la compañía del joven vendedor Anthony, quien lenta y constantemente ganó su aprecio almorzando casi de inmediato juntos todas las tardes.
        Tras un año de colaborar juntos el personal de las galerías era prácticamente una familia. Ese día Anthony había faltado a sus labores preocupando, sin mostrarlo, a Alastor; esa misma tarde tenía una sesión fotográfica con el modelo exclusivo de la línea por lo que no podía visitarlo durante el almuerzo. Con la desdicha de la situación en su mente caminó haciendo su ronda por las instalaciones sin prestar suficiente atención abriendo la puerta del estudio donde solo Charlie tenía permitido ingresar
        Se congeló con la mano en la perilla pensando en lo que acababa de pasar mientras observaba confundido la imagen frente a él.
        El modelo bajo lentamente el sombrero de campana blanco en su cabeza mirándolo a los ojos con una sonrisa derrotada. No exigió explicación, no se alarmó, solo extendió una mano invitándolo a sentarse a su lado. Alastor cerró la puerta al entrar con cerrojo para no ser interrumpidos y camino hacia el sin saber cómo sentirse al respecto.

        Alastor guardó silencio esperando una explicación distraído con el movimiento de la falda de su acompañante al mover distraídamente los pies.
        —No deseo ser mujer— dijo en voz tenue calmando las olas aqua a sus pies—aunque... tengo su gusto por los hombres — confesó con una sonrisa lastimera.
         Alastor miró con atención el rosado antes oculto en sus pupilas, sin vacilar extendió su mano tocando con gentileza su mejilla.
        —Es una pena tener que ocultar tus hermosos ojos, querido.
        Era lógico su falta al trabajo, lo inundaba con pesar la idea de que pensara en ocultarlo.
        Anthony acunó el rostro en su palma dejando caer lágrimas de alivio por su rostro, temía lo apartara de su lado.
        Alastor limpio con ternura sus lágrimas. Anthony cubrió sus manos con las suyas alargando el momento mirándolo con un cariño que penso jamas sentir.
        —Tal vez podamos almorzar después de la sesión—preguntó con esperanza. Alastor sonrío igual de encantado.
        —Nada me encantaria más ​mon amour​.
        Sentados en el escritorio esperaron al equipo de fotografía y maquillaje tomados de la mano sin recordar el cerrojo anhelando como todas las tardes compartir el almuerzo.

Rosa pálido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora