11. Arena en los ojos

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Te ha bastado una noche con otro

Para echarme la arena en los ojos

Quién, Pablo Alborán



El joven omega se estiró entre las sábanas, extendiendo un brazo hasta que su mano tocó el borde del colchón. Emitió un ruidito de protesta aunque ya estaba acostumbrado a despertar en el lado contrario de la cama. Se movía mucho durante la noche –algo que no debería de ser si se tomaba en cuenta que siempre había dormido en camastros estrechos hasta ir a vivir a la mansión Jin.


Gruñó, frunciendo la boca y se revolvió, en busca del calor a su espalda. No lo encontró y arrugó el entrecejo. Pateó la sábana que cubría sus piernas, más por intentar encontrar el otro cuerpo que por el calor que humedecía sus muslos de leve sudor. Con un suspiro, se volteó bocarriba y abrió los ojos.


Maldijo cuando la luz le molestó, provocando un ligero dolor de cabeza. Resopló recordando de repente todo el alcohol que bebiera y...


Se sentó en la cama de un tirón. De inmediato, se dejó caer de vuelta a las almohadas con lentitud, quejándose lastimeramente ante la náusea que le atacó. Oh, la resaca. La resaca de la borrachera... y de demasiadas horas de sexo, le recordó su cuerpo desatando calambres desde su trasero a sus rodillas y su espalda.


Se cubrió el rostro con ambas manos, maldiciendo entre dientes.

¿Cómo había pasado eso? ¿Cómo había permitido que ocurriera? ¿Cómo había sido tan débil que no pudo...?

Gimió a media voz.


¿A quién quería engañar? No había dejado de pensar en Nie MingJue desde la noche del club. El sexo había dejado tal marca en su cuerpo y su psiquis que siempre fue consciente de que no lo superaría. Había cometido la estupidez de no reconocer antes su debilidad ante el alfa –una debilidad que no sintiera con ninguno de sus amantes previos, una adicción. Nie MingJue era su pareja perfecta: conocía su cuerpo como él mismo no lo hacía.


Se congeló durante unos segundos y de repente, saltó del lecho, enredándose con la sábana.


—Mierda, mierda, mierda, ¡mierda! —jadeó mientras giraba en el lugar para observar el lecho revuelto.


Desde esa distancia era imposible distinguir nada incriminatorio y Jin GuangYao podía seguir negándose lo ocurrido. Con cautela, se acercó a la cama y tiró de las sábanas. Su mirada espantada se fijó en las pequeñas manchas de sangre y las ligeramente amarillentas de semen. Con un gesto mecánico, apoyó la mano derecha abierta sobre su vientre y presionó.


Por supuesto que no había forma de saberlo aún; pero si un omega perfectamente saludable tomaba el nudo de un alfa perfectamente saludable... pues, había un 93.74 % de que el omega quedara embarazado. Oh, era un número que los omegas aprendían tempranamente en su vida.


Inhibidores. Tomaba inhibidores son religiosa regularidad. No había por qué...


Ciclo de descanso. Ciclo de descanso. La toma de los inhibidores incluía siete días de descanso después de cada período de tres meses. El día anterior era el séptimo; sin embargo, todo el mundo sabía que los tres últimos días del descanso eran los más peligrosos. Aunque la probabilidad de un embarazo disminuía por las drogas acumuladas en el organismo, siempre podía ocurrir un milagro –un maldito y jodido milagro.

La luna detrás del cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora