13. No importa cuánto te escondas...

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Un viejo refrán afirma que no puedes huir de tu pasado. No importa cuánto corras o cuán bien te escondas, tu pasado siempre te alcanza. Y te patea el culo.


Bueno, la parte de patear culos no se incluía en la versión original; pero en este momento, Yao sentía que era la descripción perfecta de su vida. China era un país inmenso, superpoblado, con miles de pueblitos diseminados por todo el territorio... y Nie HuaiSang venía a escoger este para su viaje de recreo con sus alumnos destacados. Tenía que ser una broma del karma –una broma espantosa, por cierto.


Solo con un gran esfuerzo, Meng Yao había conseguido pasar el turno sin echar a correr. No quería estar cerca del otro. Todo el día estuvo con el corazón en la boca: Nie HuaiSang había decidido que se hospedaran en el motel –en lugar de seguir hacia la ciudad más cercana, donde habría un hotel a la altura de sus gustos –y había pasado toda la jornada mariposeando alrededor de la recepción y haciendo preguntas tontas acerca del pueblo y sus opciones. Meng Yao consiguió responder siempre con la profesionalidad de la que tanto se preciaba, pero cada vez que alguien conocido arribaba, el omega temía que le peguntaran por su hijo y el Nie quedara enterado de la existencia de RuSong.



Ya en su casa esa noche, Meng Yao había tenido oportunidad de reflexionar que estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua. No tenía idea de cuánto sabía HuaiSang acerca de lo sucedido entre su hermano y Meng Yao. Tal vez solo sabía que el omega Jin había huido, plantando a Lan XiChen en el altar; pero ignoraba el motivo. Era posible que, si supiera que tenía un hijo, no lo asociara con Nie MingJue ni en un millón de años. Más calmado, Meng Yao decidió enterarse de cuántos días pensaba permanecer el Nie en el pueblo y luego relajarse. No había motivos para preocuparse.


Al día siguiente, Meng Yao supo que el joven maestro y sus estudiantes habían pagado cuatro noches. Podía lidiar con eso. Cuatro días no era mucho tiempo y, además, ya se había hecho a la idea de que estaba a salvo. El único problema era que no deseaba ver al hermano del hombre que jodiera su vida tan completamente. Okey, tal vez no fuera culpa de Nie MingJue en absoluto; pero Meng Yao se sentía mucho mejor culpándolo.


Sin embargo, como queda dicho, la mala fortuna se encarna con los desgraciados.


Meng Yao estaba haciendo el tercer turno desde que Nie HuaiSang se hospedara en el motel cuando la puerta de la recepción se abrió y SiSi entró llevando a RuSong de la mano.

Lo primero que el recepcionista notó fue la curita encima de la ceja de su hijo. Lo siguiente que supo fue que de algún modo había sobrevolado el mostrador y se encontraba de rodillas ante el niño, agarrándolo por los hombros y acribillándolo a preguntas.


—¿Qué te pasó? ¿Cómo te hiciste eso? ¿Te caíste? ¿Dónde estabas? Te he dicho que no trepes a los árboles cuando no estoy contigo para sostenerte. No puedes hacer travesuras cuando no estoy en casa... ¿Fue grande el corte? ¿Te duele mucho? ¿Te sientes bien? ¿Estás bien, Song'er? Háblame, SongSong.


El niño le observó con ojos muy abiertos y dando un paso adelante, le echó los brazos al cuello.


—Papi no tiene que asustarse. SongSong está bien. El doctor Xiao me dio un dulce y YangYang me contó un cuento mientras me curaban.


Meng Yao dejó escapar un suspiro que se transformó en una risa de alivio y devolvió el abrazo de su hijo con fuerza. Al ponerse en pie, llevó al niño en sus brazos, sosteniéndolo sobre su pecho.


—¿Qué pasó, SiSi? —inquirió con más calma.


La mujer se encogió de hombros.


—Estaba corriendo detrás de ese maldito gato y tropezó con el postigo abierto. Fue un corte pequeñito, pero sangró como el demonio. El Dr. Xiao dijo que eso era normal con las heridas en la cabeza.

—¿Cómo lo trajiste?

—Llamé al doctor, por supuesto. Envió a su novio... o sea, al novio alto y serio para que nos recogiera.

—Tendré que pasar a agradecerles luego a él y a Song Lan —decidió, meciendo al niño, que apoyaba la cabeza en su hombro —. Pueden ir a descansar a una habitación hasta la hora de tomar el autobús. Les buscaré algo de comer...

—Está bien. No te busques problemas con tu jefe. A-Song y yo podemos volver caminando despacio.

—No, SiSi. Quédense aquí. Los dos necesitan descansar después del susto y... y a-Song se está quedando dormido.


Giró el torso a medias para mostrarle al niño con los semicerrados y el pulgar en la boca. Cual si hubiese presentido que hablaban de él, el pequeño alzó la cabeza, pestañeando repetidamente y dijo:


—¡No dormido! ¡No dormido! ¡SongSong no dormido!


SiSi y Meng Yao se miraron un momento antes de estallar en risas.


—Oh, ¿hay una fiesta y nadie me avisó?


Meng Yao dejó de reír al ver al joven Nie entrar en la recepción.


Nie HuaiSang se quitó el sombrero de paja adornado por un lazo verde que llevaba para protegerse del sol y paseó su mirada sonriente por los presentes. Al descubrir al niño, sus ojos se abrieron.


—Pero qué niño tan precioso —comentó sin variar su sonrisa luminosa —. ¿Hijo tuyo, a-Yao?

La luna detrás del cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora