16. Como el junco

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... que se dobla, pero no se parte.




—Sabes que enfrentarte a él no es la mejor opción.


Meng Yao apretó ambas manos en torno a la taza de té caliente al tiempo que se inclinaba sobre ella. El vapor alcanzó su nariz, condensándose en su piel y haciéndole mover la nariz y la boca como un conejo.


—No va a quitarme a mi hijo — declaró quedamente, sin alzar la vista.

—Por supuesto que no. Nunca permitiremos eso.


La señora Jin entornó los ojos como si la posibilidad de que alguien se llevara a RuSong fuera una tontería colosal.


Meng Yao se sintió reconfortado por su firmeza. Su madrastra tenía esa... 'fiereza dormida' que él había aprendido a identificar con la maternidad –con el poder de la maternidad. La misma fuerza que él sentía hervir en su interior cuando alguien amenazaba a su hijo o su unión con él.


—Sin embargo, sí creo que deberías de conversar con él.

—No tengo nada qué hablar...

—No eres obtuso, Yao. Eres inteligente, muy inteligente. Y sabes que tenemos mejores posibilidades si conversas con Nie MingJue. Además, se lo debes.


Meng Yao levantó la cabeza bruscamente.


—¿Se lo debo? ¿Al hombre que me usó y luego me trató como a una puta? —percibió la ceja alzada de su madrastra y resopló, rabioso —. Sí, ya reconocí que estuvo mal traicionar a mi prometido. Incluso si Lan XiChen no me amaba como me diera a entender, había sido bastante decente conmigo. Pero lo que ocurrió con Nie MingJue... lo que ocurrió con él...


Se interrumpió, incapaz de formar las palabras.


—¿Fue diferente? —concluyó la señora Jin en su lugar —. ¿Especial? Como... como saber que esa persona llena tu vida, que las estrellas que ves son sus huellas, que podrías enfrentar lo que fuera si está a tu lado... si te elige.

El omega pestañeó, aturdido.


—Señora...

—Supongo que todos encontramos a esa persona especial alguna vez. Algunos se quedan con ella, otros no... y otros descubrimos que no era tan especial como creíamos — terminó con un encogimiento de hombros —. Tú eres especial, Yao. Y estoy segura de que Nie MingJue lo notó. Sabes que él... Recuerdas que después de que te fueras, te conté que él había estado preguntando por ti. Estaba lo suficiente furioso como para preferir que no te encontrara y tú estabas lo bastante... herido y molesto para no querer ver a ninguno de esos dos alfas. Así que lo olvidamos. Tú... y nosotros. Pero Nie MingJue merecía saber que iba a ser padre. Nadie merece que le oculten una cosa así. Como persona, él tenía el derecho de... elegir qué hacer con esa información.


Meng Yao hizo una mueca. Odiaba cuando la gente tenía la razón en contra de él. Odiaba tener que admitir que podía haberse equivocado.


—Creí que no querría saber nada de mí, de un hijo mío. ¿Qué habría pasado si se lo decía entonces? ¿Me habría obligado a vivir donde pudiera controlarme? ¿Me habría quitado al bebé? ¡¿Me habrías obligado a abortar?! —inquirió con un chillido desesperado.

La luna detrás del cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora