3. Bóreas.

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Charlotte estaba de regreso en esa parte del hospital, la segunda que más aborrecía (la primera era la sala de tratamientos). Aunque esta vez no estaba el chico musculoso de la mañana, si no un hombre de color y complexión normal. "Al menos está armado" pensó Charlie.

―Déjeme entrar, debo ver a este paciente. ― Intentó que su voz sonara calmada, pues no quería alertar a nadie, pero el guardia no parecía tener mucho interés en sus asuntos, así que abrió la puerta y solo dejó que ella pasara, a diferencia del guardia de la mañana que había entrado junto con ella.

Para sorpresa de la joven doctora, Alastor descansaba en su cama, esta vez dándole la espalda como si estuviese dormido, pero se levantó sin prisa al escuchar el rechinar que hacía la puerta de su celda al abrirse. Charlie sintió su pecho arder al ver esa sonrisa juguetona de nuevo.

―Mi pequeño pay de manzana, ¿has vuelto por otro beso? ―

―¿Pay de manzana? ―Charlotte replicó con evidente duda en su rostro, pues Alastor empezaba a llamarla de formas muy extrañas.

―Tu perfume... es dulzón y rico como un pay de manzana, cariño. ―Alastor doblaba pulcramente una sábana y al finalizar, la colocó sobre su cama y avanzó hacía la pared de vidrio que le apartaba de la doctora.

Las mejillas de la rubia se encendieron como luces navideñas, porque nadie había dicho nada acerca de la esencia que había comprado hace tiempo, ni si quiera Violeta, pero ese no era un tema que quisiera discutir en el momento, pues había un asunto más importante que atender.

―¿Tienes idea de cómo llegó cierto obsequio a mi oficina? ―Una de las cejas de Charlie se arqueó mientras se cruzaba de brazos, esperando a por una respuesta.

―Yo lo he puesto ahí, dulzura. ¿Te gustó? He pensado si preferías los tulipanes, pero lo clásico nunca pasa de moda. ―

―Apuesto que a los guardias de seguridad les encantará saber que has salido de tu celda. ―

―Cariño ― Alastor se acercó demasiado al vidrio, apoyando las palmas de sus manos contra éste. ―Si quisieras decirle a alguien, ya lo hubieras hecho. Ni si quiera tu boba asistente viene contigo. Y ese guardia de la mañana, ah, solo quería irse lo más rápido posible, no ha sido problema. Un loco más, uno menos. Nadie lo notará, ¿no es así? ―

Charlie meditaba su respuesta mientras le observaba con el entrecejo fruncido, pero Alastor se limitó a soplar sobre el cristal para empañarlo y dibujar un pequeño corazón con su dedo índice, sosteniendo su extraña sonrisa, que, por primera vez, Charlotte pensó que era tierna y bonita.

―Me siento increíblemente solo aquí, doctora. Y usted es alguien con quien puedo hablar... ―Por su lado, Charlotte se dio la media vuelta, dispuesta a salir de ahí tan pronto como fuese posible para dejar de escuchar todos esos disparates.

―Alguien a quien podría decirle donde están las demás chicas... Ya sabes, las "desaparecidas" ―Las palabras de su paciente la detuvieron en seco. Si había escuchado bien, él la estaba tentando con confesar por completo su crimen. No hacía falta pensar más respuesta alguna.

―A partir de hoy, yo seré la especialista encargada de su caso. ―Charlie solo giró una parte de su rostro y le devolvió una sonrisa. Cualquiera que entrara a ver la escena, pensaría que se trataba de dos cómplices felices de sus fechorías.

―Hay un arcoíris dentro de cada uno de nosotros, señor Roux. No lo olvide. ―Fueron sus palabras de despedida antes de salir. Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, ella tenía la mirada fija en el piso pensando en lo que acababa de hacer y decir, incluso el guardia la miraba con extrañeza, pero lo ignoró y siguió su camino de regreso a la oficina.

Siempre tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora