5.1. Capítulo especial de verano

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El aroma dulzón de su pay recién horneado inundaba la cocina. Charlotte estaba muy feliz, se había levantado desde temprano para cocinar el montón de cosas que llevaría a su cita con Alastor.

Solo le quedaba esperar a que se enfriara el pay para poder emplatarlo y meterlo en la canasta de picnic. Adentro ya había una botella de vino rosado con sus dos copas, unos cuantos sándwiches, dos tazones, jambalaya, fresas y crema batida.

Justo cuando había metido su pay y cubierto la canasta con un mantel de cuadros rojos, escuchó como alguien llamaba a su puerta.

Una mirada al reloj y supo que las 10 am ya habían llegado. Rápidamente se quitó el delantal que llevaba encima y se colocó unas sandalias negras que iban a juego con el palazzo playero que había decidido utilizar. La tela era amarilla, adornado con unas líneas verticales color marrón. Debajo llevaba su traje de baño.

Tomó su bolso y la canasta que había preparado y corrió hacia la puerta para no hacer esperar más a su acompañante

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Tomó su bolso y la canasta que había preparado y corrió hacia la puerta para no hacer esperar más a su acompañante.

Al abrir la puerta, se encontró con Alastor, quien recargaba uno de sus brazos sobre el marco de la puerta. Su figura se alzaba y hacía notar aún más la diferencia de estaturas. Llevaba un pantalón marrón corto y una playera blanca que parecía quedarle holgada, pero también lucía muy fresca. Su piel no tenía ya ninguna marca y, aunque su complexión era muy delgada, lucía sano. Incluso su cabello castaño brillaba a la luz del sol.

―No tienes remedio, pastelito. Siempre esforzándote por mí. ―Fue la forma de saludar de Alastor al ver a su pequeña novia en la puerta.

―Oh, ¿esto? ―Preguntó Charlotte, refiriéndose a la canasta con comida que había preparado. ―No ha sido nada, un detalle solamente.

―Apuesto a que sí. ―Alastor rió y con una de sus manos limpió una mancha de harina de la mejilla de la chica. Ella solo se avergonzó y se encogió un poco en hombros. Ciertamente, se había levantado desde muy temprano para preparar todo y que estuviese fresco para él.

―Vamos ya. No creo que te quieras quedar el día entero en casa, el clima es maravilloso. ―Alastor tomó la canasta con una mano y la otra la entrelazó con una de Charlotte para así caminar hasta su auto. Un hermoso Chevrolet Bel Air descapotado de color azul cielo. Esos eran los lujos que se podían dar las personas con trabajo estable en América. Y Alastor, siendo uno de los locutores de radio más famosos, tenía acceso a cosas como esa.

―No olvides el evento de hoy Alastor. ¡Estoy muy orgullosa de ti!

―Oh, princesa, no es nada... ―Alastor bajó su mirada y luego pegó un  sorpresivo saltito victorioso. ―Solo el premio a la persona más influyente del estado.

Charlotte saltó al igual que él dando vitoreo y aplaudiendo al aire, luego se le lanzó encima con la misma emoción y llenó todo su rostro de besitos ruidosos.

Siempre tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora