5. Júbilo

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Quizás, en otra situación, podrían haberse encontrado en algún restaurante de la ciudad, conocerse y ser felices, pero no, no podía ser tan fácil. Ella era psiquiatra y Alastor su paciente ... ¿Entonces por qué se sentía atraída por él?

Entró a su oficina dando un gran portazo y se recargó en una de las paredes mientras su pecho subía y bajaba para controlar su respiración. Sus sentimientos estaban turbios como agua lodosa y no podía sacarse de la cabeza esa imagen de Alastor tan cercano y con esa adorable expresión que había puesto al besarle.

"Despierta, Charlie. Sólo quiere utilizarte para salir de aquí, eso es todo." Se dijo en voz baja una y otra vez para convencerse de ello, pero, ¿qué sentido tenía pensarlo? Una cosa era admirarle a través de la radio, escuchando su voz, y otra muy diferente era tenerle como paciente.

―¿Doctora Charlotte? ¿Está bien? ―preguntó una persona del otro lado de la puerta mientras tocaba, y Charlie no tardó en reconocer esa voz: era Violeta. Le había visto al entrar tan de prisa, pero no le dio la importancia en el momento. ―Voy a entrar.

Violeta le advirtió y lentamente fue abriendo la puerta, hasta que posó su mirada en la delgada figura de Charlotte apoyando su espalda contra uno de los muros. Ya había logrado tranquilizarse, o al menos intentaba disimularlo.

―¿Ocurre algo, Violeta? ―

―No lo sé, tú dime. Entraste como si acabaras de ver un fantasma. ―

―No, no ha sido eso. Solo... olvidé un documento aquí. Nada de qué preocuparse. ―Charlie se forzó a poner la sonrisa más alegre que pudiera en el momento, pero su asistente seguía analizándola, y finalmente soltó un suspiro.

―Entiendo. Está bien, lamento la interrupción. ―Violeta salió y cerró la puerta.

Charlie solo seguí pensando en lo que acababa de pasar. No en Violeta, si no en Alastor, en como su cuerpo se había paralizado y había sentido chispas en su interior. Eso no le había pasado con Violeta ni en su primer beso, y un poco de culpa se acumuló en su pecho.

Era mejor aceptar sus sentimientos: empezaba a enamorarse de él.

"De ese sujeto sonriente, confianzudo, mujeriego y grosero." Se dijo a sí misma como una prueba de si aún con todos esos adjetivos que tan bien le calificaban podía sentir algo de desprecio.

Pero no fue así.

"Él ha matado muchas mujeres, yo podría ser la siguiente."

Eso sí que la hizo pensar.

En la mente de Charlie, la mejor opción era evitarle, pues si lo llegaba a ver andando por ahí en su horario libre, probablemente no podría ocultar sus reacciones de vergüenza. Y aunque ella era la doctora, empezaba a sentir que era Alastor quien tenía el control.

"Sólo es un paciente, solo es un paciente. Me he dejado llevar por el sentimiento del momento." Sus pensamientos se volvían confusos, porque un momento aceptaba que estaba perdidamente enamorada de él, otro recordaba sus asesinatos y finalmente negaba todo, pero siempre había una pequeña idea de él en su mente que le hacía volver a ese círculo vicioso.

Su próxima sesión sería al día siguiente y Charlie oraba porque todo hubiese sido una extraña alucinación.

Pero tan pronto ella atravesó el umbral de la puerta de la sala donde tenían sus sesiones, se dio cuenta que eso había sido tan real como su existencia.

Alastor la esperaba sentado en su diván con una pierna cruzada sobre la otra, y claramente, una sonrisa de picardía adornando sus labios como la mayoría del tiempo

Siempre tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora