¿Qué clase de sitio tan repugnante era ese? Charlotte nunca había visto nada igual. Lo que por fuera parecía ser un simple edificio sucio y olvidado, por dentro era hasta cierto punto cómodo y acogedor. Del techo caían gruesos trozos de tela sobre donde se columpiaban hombres y mujeres con poca ropa y sobre la mesa había tubos que se conectaban a la pared; un montón de luces por aquí y por allá, iluminaban a los clientes que disfrutaban de la compañía de esos trabajadores inmunes al frío.
Tuvo que reprimir un gesto de desagrado cuando vio a 2 hombres besándose en los labios mientras a uno de ellos recibía sexo oral de una jovencita no mayor que ella.
"Joder, ¿dónde estoy?" Se preguntó alarmada, pero no debía llamar la atención. Tomó el lugar más alejado del centro, en la barra donde había un hombre sirviendo bebidas mientras se fumaba un cigarro.
―Por fin, una chica con clase. ―Le saludó animado aquel individuo. ―¿Qué te sirvo, lindura?
―Una piña colada virgen, por favor.
―Eso solo es crema de coco y jugo de piña. ―El chico la miró alzando una de sus cejas con incredulidad y ella se encogió en hombros. El alcohol no era su fuerte.
―Escucha niña, esto es un bar: o bebes alcohol barato o te vas al carajo.
Charlotte pensaba responderle y armar un escándalo sobre su manera de tratar a los clientes, pero te repente vio como las luces enfocaban al escenario. Todos los presentes guardaron silencio y de fondo, empezó a brotar el suave sonido de un piano.
Cuando agudizó la vista, pudo ver que efectivamente se trataba de un piano. Un hombre con traje lo tocaba sin hacer ningún gesto, pero sobre la tapa del piano descansaba una figura femenina.
―Aquí está tu piña colada. ―Murmuró de mala gana ese hombre y dejó al lado de Charlotte un vaso con un líquido blanquecino. Lo probó y era bueno, así que siguió bebiendo mientras veía el espectáculo de luces.
―¡Buenas noches, damas y caballeros! Sean todos bienvenidos a nuestro humilde burdel. ―Se escuchó la voz de una fémina, pero Charlotte no podía identificar de dónde venía. ―Esta noche presentamos uno de nuestros actos favoritos: ¡Nuestra estrella Angel Dust!
Charlotte sintió que se tragaba toda su bebida de un sorbo y la escupía de la sorpresa. ¿Esa... esa mujer sobre el piano era Angel Dust?
La presentadora se calló, y las notas vibrantes del piano se hicieron más audibles. Angel Dust se sentó al borde del piano y paseó sus manos por sus acentuadas curvas, era muy delgada, pero tenía una estatura considerable. Llevaba una falda rosa ajustada y un top que apenas y cubría su pecho.
Solo al pensar en este detalle, Charlie notó que se trataba de un hombre, pues tenía sus pectorales ligeramente marcados y se arrepintió de poder distinguir un bulto en la unión de sus piernas.
Pero a la estrella de la noche no le importaba la mirada de una clienta más. Se paseaba por entre las mesas al compás de la música, se sentaba en las piernas de sus clientes, les daba una ronda de besos y recibía un montón de billetes sujetos en su lencería.
No faltó el intrépido que deseara tocarle y arrancar esa diminuta falda que no dejaba nada a la imaginación, pero él le respondía con una patada para que se alejaran y seguía su recorrido. Finalmente, volvió al piano y se colocó en cuclillas para que todos pudieran observar sus piernas (y un poco más si lo deseaban), para luego terminar siendo ocultos por un telón rojo y con un montón de parches.
―Escúcheme, ¡Lo quiero a él! ― Charlie giró de golpe contra el bar tender y dio un golpe sordo contra la mesa.
―¡Já! ¿Eres idiota? ¿No viste la cantidad de clientes que tiene? Yo creo que va a ser imposible que él esté contigo esta noche.
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Siempre tuya
RomanceEs 1932, en Luisiana: tierra de magia negra e incontables asesinatos. Sin embargo, cuando por fin es capturado el autor de la mayoría de estos (Alastor), es internado en un hospital psiquiátrico. Jamás pudo haber imaginado que esa doctora rubia se c...