4. Belenus

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Tras cerciorarse de que Alastor se quedara profundamente dormido en su celda, Charlotte regresó a su oficina. Ahora debía ser más cuidadosa con los horarios de todos los pacientes, ¿cuántos casos de abuso habrían además de Alastor? Le alarmó pensarlo.

Al abrir la puerta de su oficina, se encontró con Violeta esperándole sentada sobre su escritorio y jugueteando con una rosa entre sus manos.

―Hola, querida. ¿Has tenido visitas?

―¿A qué te refieres? ―Charlie no entendía bien porque su asistente tenía una suave sonrisa en los labios que rara vez había visto, puesto que no era un gesto de amabilidad, si no de enojo.

―Encontré esto aquí. ―Violeta devolvió la rosa junto con las demás, en el jarrón donde Charlie las había puesto días antes, incluso empezaban a marchitarse.

―Oh, eso. Claro... Supongo que ha sido un obsequio. ―Charlotte rodó rápidamente los ojos como si la respuesta estuviera escrita en su techo.

―Ah, si, ya veo. Entonces bien. ―Violeta pegó un saltito desde el escritorio y caminó hacia ella, aunque esta vez su sonrisa parecía más sincera. ―Espero que no hayas olvidado nuestra cita de hoy. He preparado un rico pastel de chocolate para las dos.

―Eso me encantaría. ―Respondió Charlie, devolviéndole una apenada sonrisa, y como regalo, Vaggie le besó la mejilla.

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―No vas a creer lo que me pasó hoy. ―Charlotte hablaba molesta mientras cortaba un trozo de aquel enorme pastel de chocolate y, cuando Violeta no la vio, se sirvió dos fresas en el plato.

―Déjame adivinar: ¿Tuviste sesión con Alastor? Supongo que hizo alguno de sus estúpidos chistes. ―Violeta había servido dos tazas de té con leche y la llevó hasta la mesita en su jardín.

Después de trabajo habían ido a la casa de Violeta, que tenía uno de las mejores vistas al estar en las zonas alejadas y elevadas de la ciudad. Habían salido a comer en el pequeño comedor de jardín que ella tenía, el lugar favorito de ambas para pasar sus citas, sin nadie que las molestara.

―Bueno... sí. Pero no me refiero a eso. Ya es algo rutinario, espero acostumbrarme. No es tan malo, después de todo... ―Charlie sintió una extraña felicidad y se llevó un trozo de pastel a los labios.

―Charlie, cariño, es un asesino. Tú viste como salió su primera sesión... y la forma en que te abrazó en máxima seguridad, joder, es un puto enfermo.

―No me lastimó, Vaggie, solo quería llamar mi atención... Espera. -dejó el tenedor sobre su plato y volteó a ver a su asistente. ―  ¿Cómo sabes lo que pasó en máxima seguridad? No recuerdo habértelo contado. ―Charlie agudizó su vista y dejó el plato de pastel sobre la mesa.

―Me lo ha contado el guardia de seguridad, soy tu asistente, boba. ¡Debiste decirme! ¡Pudo haberte lastimado! ¡Pudiste haber muerto! La hidroterapia ayudará con...

―¿La hidroterapia? ¿Por qué sabes eso? ―Charlie se apresuró a interrumpirla, porque algo no cuadraba bien ahí.

―Pensé que la hidroterapia lo calmaría. Ya sabes, dicen que ayuda a la gente demasiado alocada. ―Y mientras decía esto, Violeta alzó los brazos al cielo y agitó las palmas de sus manos como para enfatizar la última palabra.

―Fuiste tú... ¡Tú escribiste su nombre en el horario de hidroterapia! ―Las palabras de Charlotte iban cargándose de tanta ira que tuvo que levantarse de su silla.

―Estaba siendo muy agresivo contigo y cuando supe que llevarías su caso, pensé que sería lo mejor... ―Violeta también se levantó y tomó una de las manos de Charlie, pero ella la miraba como a una completa extraña.

Siempre tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora