6. Sikkerhet

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Al principio Charlie sentía culpa por la relación que tenía con su paciente; era consciente de lo errada que era su decisión de seguir atendiéndolo. Pudo haber solicitado un cambio de doctor para Alastor, hubiese sido aprobado al instante, solo bastaba algún testimonio de abuso que alguien hubiese presenciado y ella pensó en un par de personas que la habían visto envuelta en problemas con él.

"Pero no han visto lo demás" Dijo para sus adentros a modo reconfortante. Sea como sea, intentaba excusar su relación con él. Aunque intentara alejarse o evadir el tema en las sesiones, Alastor siempre terminaba haciéndola reír para relajar el ambiente tenso y lo que debían ser sesiones terapéuticas terminaban en besos sobre el diván.

Charlotte no era tonta, sabía lo peligroso que era y cuán expuesta quedaba ante él por aceptar algo así, pero no podía evitarlo, ella confiaba en él. Hasta el pensamiento de todas las chicas que había asesinado ya no le molestaba.

¿Qué importaba? Toda su vida había vivido en una prisión.

Charlotte había nacido en la alta cuna de la ciudad de Nueva Orleans. Su padre era un empresario adinerado y su madre era una de las damas más atractivas de la ciudad, al igual que Alastor, era criolla francesa.

Desde niña, Charlotte había sido consentida en todos los aspectos, pero era obligada a responder como la mejor de todo. Si tocaba el piano, debía ser la mejor; si estudiaba en la escuela, debía tener la calificación más alta; si participaba en un concurso de oratoria, debía ganar el primer lugar. Y aunque su padre se había enfadado por su decisión de no seguir el camino de los negocios e inversiones, estaba feliz de verla convertirse en la primera mujer en obtener un doctorado en Luisiana. Al menos había tenido la libertad para tomar el rumbo de su vida.

Si cuando inició su relación con Vaggie había sentido miedo, ahora sentía pavor. ¿Cómo le diría a su padre que estaba enamorada de un asesino? Las cosas eran difíciles, pero lo mejor sería pensarlo con calma. Uno nunca sabe que podría pasar el día de mañana.

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Había pasado media hora desde que la sesión había empezado y Charlie esperaba que el reloj se detuviera. No había otro lugar donde deseara estar que no fueran los brazos de Alastor rodeándola como en ese momento, el único sonido audible en la habitación era el de ambas respiraciones agitadas y el de sus labios chocándose y moviéndose, como si fuera una batalla para decidir al vencedor.

Charlie sentía que lo hacía cada vez mejor, disfrutaba mucho del sabor de sus labios, pero tan pronto como sintió su húmeda lengua deseando entrar en su boca, se alejó de golpe y le miró con sorpresa.

―¿Qué? ―Preguntó Alastor mientras se limpiaba la comisura de sus labios con su muñeca, sonriendo tranquilo como si nada pasara.

―L-L-Lo que has intentado hacer... ―contestó Charlotte, abrazando su propio cuerpo.

Alastor parecía procesar lo que acababa de oír y cuando lo comprendió estalló a risotadas.

―Oh, querida. ¡Es un beso francés! ¿Jamás has dado uno? ―Alastor se inclinó sobre ella y le tomó del mentón para que no pudiera escapar de su vista. Charlotte solo negó con su cabeza mientras sentía una enorme vergüenza en su interior.

Todos los besos que recordaba en el pasado eran simples y castos. Lo más que había llegado era con él y esas mordidas que le gustaba darle en medio del beso y que Charlotte había aprendido a disfrutar pese al dolor.

―No puedo creer lo ñoña que eres. ―Alastor siguió riendo y se llevó una mano a la frente como si no diera crédito a sus palabras, y Charlotte, que seguía avergonzada, puso una enorme expresión de enojo. Se sentía ofendida.

Siempre tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora