Sucumbir ante la celestial belleza del mar bajo un cielo nublado, pincelado por una espesa oscuridad lóbrega, cuando aquella sublimidad se resume en una sombría historia para uno y la soledad sobresale, lo único que vale la pena recordar es el viento que arropa el cuerpo propio y obliga a dejarse ir, apreciando las finas caricias emplumadas que gratifica, que regala y uno agradece después de tanto agobio innecesario; y el agua, por más gélida y helada que fuese, más que el frío que emana un glacial en plena descongelación, besa la punta de los dedos de los pies y alude a la esperanza de que no todo está completamente perdido. Todo puede mejorar, quizá.
Finales de Noviembre.
La boda de Yukichi Kumamoto resultó de la manera más peculiar que la cual Satsuki Shishio logró imaginar.
Emotiva. Claro.
Alegre. Por supuesto.
Triste. Lamentablemente.
Había esperado, por lo menos, eludir cualquier contacto visual con ella, Suzume Yosano, sin importar que su vida dependiese de ello. Pero si fueran verdaderas todo ese tipo de intenciones prefabricadas que se iban acumulando en la mente del maestro, todavía existía la posibilidad de que hubiese regresado a ser el mismo de antes, el cual era completamente deshonesto con sus deseos y únicos objetivos. Estaría dando varios y gigantes pasos hacia atrás, retrocediendo involuntariamente. Al menos aceptaría, por ahora, que realmente ansiaba verla de nuevo y, si era mucho pedir, verla feliz. Era su mayor deseo.
Y aquello sucedió, cruzó su mirada con la cerúlea de ella y sintió que algo en su interior se desgarró, casi con la misma facilidad con la que se rompe el papel y deja sus restos sobre el suelo. Intercambiaron una sonrisa sincera y siguieron su destino, cada uno lejos de sí. Había sido un encuentro muy breve, su corazón ansiaba con hablarle, aunque por esta ocasión lo silenció.
Ella se veía feliz. Estoy agradecido por eso.
Noviembre se destacaba por esas ventiscas que comenzaban a colarse por la tela de las prendas y brindaban una frescura ambigua, aunque siempre terminaban dejando la piel de gallina a cualquiera que ose retarlas. Shishio soltó un suspiro y una nube de vaho se formó frente a su rostro como acto consiguiente; si se encontrara en un estado de ánimo "decente", no hubiera dudado en detener su caminar y emprender un brevísimo juego con la temperatura baja. Tenía las manos ocultas en los bolsillos de su pantalón de vestir, sus mejillas las tenía pintadas de un color salmonado y sus pasos eran cortos e inciertos, colocó un cigarrillo encendido en la punta de sus labios y fumó hasta que llegó a casa. Él realmente creyó que no le dolería tanto —o lo suficiente para considerarlo como algo ya superado—, pero no contó que el vidrio dentro de su corazón se encontrase fracturado y estuviera perforando las arterias y ventrículos que lo componían. Duele, arde, repiquetea. Se consume y se marchita, se cubre de nieve.
Logró subir con cierta pesadez los escalones que le llevaron a su piso y recorrer el trayecto restante hasta la entrada de su departamento, maravillándose al notar que sólo le faltaban un par de pasos. Sus oídos captaron el singular ruido que se hace al estar abriendo una cerradura. Levantó la mirada y aquella se enfocó en la persona justo enfrente de la puerta de al lado: era su vecina, con la cual solamente habían intercambiando un par de frases corteses y educadas.
Shishio le había prestado su terraza cuando la pelinegra dejó su llave en casa, mientras tanto ella impertinentemente se había dedicado a husmear su sala con los ojos en su travesía por ahí. Entendió al instante que su vecina había dado con aquella corbata de estampado de sushi, algo muy fuera de lugar en ese sitio, el regalo que ella le había dado. La chica tenía un estilo particular para vestir, casi como el suyo, y poseía unos rasgos que realzaban su feminidad, la cual parecía olvidada bajo tantos abrigos parecidos a los suyos.
Pero sobretodo: ¿Cómo se llamaba? No tenía idea.
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Cigarrillos y alcohol
Fiksi PenggemarDespués de seis años, después de que su corazón se quebró por segunda vez, después de que fingió otra sonrisa en el rostro cuando su tristeza era más inmensa que aquella infantil mentira, Satsuki Shishio no sabe cómo seguir con su vida. {Hirunaka no...