Cielo nublado

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        No ambiciones un amor a primera vista; no ames desconocidamente.

    Ostenta a un amor que brota con el tiempo y el trato, memorias inolvidables, momentos extraordinarios con esa persona; ama verdaderamente.

        Pero hay seres que observan con detenimiento las simplezas de ese alguien, las contemplan con cierto desagrado y luego, sin percatarse de ello, las encuentran únicas en el mundo, excepcionales, somníferas, incomparables; emerge la curiosidad en silencio y estrecha a su víctima, inculcándole un interés desmedido hacia un respectivo. A partir de eso, ya no hay vuelta atrás.

        Unos suelen sentir curiosidad hacia alguien, antes de enamorarse de primero. Eso es todo.

       Posteriormente, ya te cargó un carajo: te enamoras.



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Diciembre, Miércoles 17

        Tercer día de exámenes.

      Satsuki Shishio ya tenía listas las pruebas de Historia del primer año, las cuales involucraban, en su mayoría, al Japón durante el periodo Edo, la época Meiji, la Segunda Guerra Mundial, entre otras cosas donde dicho país estaba implicado. Nakamura-sensei, un viejo a punto de jubilarse, le pidió que hiciera un papeleo por él, a lo que Shishio respondió con una afirmativa sin rodeos. Ese día regresó a casa muy tarde, ni tiempo para comprar una botella de sake, para reemplazar la vacía que tenía, tuvo.

      Llevaba cinco días sin ver a Samejima desde que... La invitó —la obligó— a que pasasen una Navidad juntos, pero él no había medido la inmensidad de sus palabras en ese momento. Satsuki se imaginó una simple "reunión" entre dos personas que se la pasarían bebiendo toda la noche, mientras que intentaban cocinar algo para la cena y, en el peor de los casos, ordenando algo de comida rápida si el intento de manjar no funcionaba. Platicarían toda la noche hasta que Samejima decida que es tiempo para retirarse a casa. Shishio sólo había apostado en que aquella velada duraría, por lo menos, de tres a cuatros horas, cinco en el mejor de los escenarios. No caía en la cuenta de que había sacrificado sus festividades con su familia por una chica que hace poco conocía. Sin embargo; él, al recordar con demasiada exactitud sus acciones y palabras de aquel entonces, se percató de que no había sido una invitación "casual", sino que —en realidad— la había invitado a una cita involuntariamente. Se sonrojaba cada vez que recordaba ese impulso tonto y descarado. ¿Fue su instinto de hombre el causante de esta encrucijada? Ni idea, tal vez actuó su subconsciente, o los deseos más profundos de su interior.

        El maestro necesitaba hablar con ella —urgentemente— para aclarar todo, pero ni la más remota oportunidad se le presentó. No hasta muy cercana la Noche Buena.

Diciembre, Viernes 19

        Todavía no obtenía señales de ella, tampoco se la encontró al salir del departamento para el instituto. El adulto pensó que sería una buena opción visitarla después del trabajo.

        Al regresar, traía una caja con pastelillos en la mano izquierda mientras que la derecha se ensimismaba en cargar su bulto, el cual llevaba dentro un frasco de café y un paquete de cigarros, ambos nuevos, y todos sus libros sobre Historia; aquellos postres los había comprado con la intención de que ella lo dejase pasar al ver lo que el maestro había comprado y así tuvieran una plática amena. Pero no. Llamó varias veces a la puerta y sin obtener respuesta alguna, se retiró a su departamento rendido, dejando una nota debajo de la puerta.

        Después de esa noche, sólo quedo un pastelillo de fresa encima de la mesa, aquel que Shishio había escogido especialmente para ella.

Diciembre, Martes 23

        Mediodía era una buena hora para salir a comprar los regalos de Navidad, envolverlos y enviarlos a su madre y hermana por pago-por-envío, el único problema es que no había decidido qué darles así que se demoraría tanto tiempo en ello. El hecho de que el día anterior había entregado las calificaciones finales de sus alumnos lo había agotado completamente, y sus párpados suplicaban por un momento para cerrarse, pero no era el momento para tal lujo, pronto tendría la ocasión. Cuando se encontraba a punto de salir, una nota se le pegó al zapato la cual le provocó  trastabillar y resbalarse. ¡Pam! Tal vez si debería quedarse en casa y seguir conciliando el sueño, luego podría llamarle a su hermana y decirle que sus regalos llegarían algo más tarde de lo usual. Sostuvo la nota entre sus dedos y se dispuso a leer. 

        "Lo lamento, he tenido que salir repentinamente de la ciudad por una convención de mangas fuera de la prefectura. El jefe me obligó a ir en su lugar. Ven a las siete, cocinaré algo como disculpa."

        Dobló el pedazo de papel y lo guardó en el bolsillo de su abrigo, luego se alzó. Sonrió como un niño pequeño al cual acaban de premiar con darle lo que más deseaba, aunque en su caso sería el hablar con ella y aclarar las cosas —tal vez se mintió así mismo en ese instante—.

        Terminó con todos sus pendientes antes de las cinco y media, hasta tiempo de comprar otros pastelillos le sobró, y a las seis y diez ya se encontraba en su casa listo para tomarse un baño. De todo los contratiempos posibles por presentarse, lo más curioso y significativo fue que no supo cómo ir vestido y el por qué de los nervios que surgieron de la nada.

         ¿Esto era otra cita...? Mierda, debía controlar esos endemoniados sonrojos en su rostro y reprimirlos. Al final, se puso algo de colonia y optó por una ropa sencilla con un suéter encima.

        El departamento de Samejima resultó ser idéntico al suyo, salvo por la disposición de algunas cosas y el toque femenino que el suyo propio carecía, pero sobretodo por el orden. Aquello no era una de las cualidades que el joven pudiera engalanar. La chica le indicó al otro que tomara asiento frente a la mesa mientras ella iba a la cocina por una bebidas y se llevaba la caja con los postres.

        Platicaron sobre los mangas shoujos que eran realmente buenos pero pocos conocidos, sobre el nuevo callo que recién le salió al maestro durante la época de exámenes, sobre el cielo nublado y gris de los últimos días que ella se perdió, y también de todo lo que Samejima hizo durante su viaje de trabajo y que ella le había traído los autógrafos de unas cuantas mangakas que la chica recordó haber escuchado durante una plática anterior sobre los mangas favoritos del mayor. Pero Shishio todavía no sabía cómo meter ese tema a la atmósfera, más bien, temía que él fuera el único que viese aquéllo como una cita, que lo haya tomado como un malentendido, y quedase en ridículo al pronunciarlo. No lo hizo, hasta que Samejima lo mencionó.

—Shishio-san sobre lo de Navidad...

        Shishio dejó sus palillos junto a su tazón, la encaró con una sonrisa nerviosa y tímida a la vez. Sintió sus dedos temblar ligeramente.

—Hay un lugar donde quiero ir. La editorial sorteó una cena para dos en un restaurante de Ikebukuro y quiero ir ahí contigo, compraré ropa para ello. ¿Está bien?

        Shishio asintió sin pensarlo. Quizás, él no había sido el único que consideraba su Navidad como una cita. 

        Tal vez, esta sería una Navidad especial después de seis años.

   

Cigarrillos y alcoholDonde viven las historias. Descúbrelo ahora