Capítulo 1

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Veo como la gente se dispersa a velocidad mientras tomo mis dos maletas y las dejo a un lado. Reviso mi celular y veo que no hay ninguna notificación o mensaje de texto de mis padres.

Me encuentro en el aeropuerto y siento mi corazón encogerse por la nostalgia al recordar que he dejado una parte de mi corazón en Nueva York aunque no será por mucho tiempo. Sé que regresaré de nuevo al lugar donde mis sueños pertenecen, es ahí donde debo estar.

Decido dejar la nostalgia atrás y me concentro en que hoy es un día especial y no es tan solo porque cumplo mis 17 años, sino que también acabo de culminar un ciclo en mi vida que ha sido maravilloso y lleno de aprendizaje. Me llevo conmigo el lindo recuerdo de haber estado en Manhattan School of Music, Nueva York. Luego de un año y medio estudiando a causa del internado que realicé para aprender a cerca de la composición musical. Debo admitir que fue un reto arriesgado en adentrarme a esta aventura, en conocer una cultura diferente, ser independiente y sobretodo en busca de comenzar a realizar mi sueño realidad, ser compositora, pero hoy cerraba ese ciclo y volvía a mi tierra. Regresaba a mi país, a mi verdadero hogar, Australia.

He de admitir que extrañaba todo de Australia. Extrañaba a mis padres, mi hermano, mis mejores amigas, pero sobretodo extrañaba a mi abuelo Thomas. Confieso que no fue todo fácil haber vivido un año y medio en Nueva York, extrañaba convivir con mi familia. Así que mis libros y mi amor por la música me ayudaron a sobrevivir.

Recuerdo cuando apenas entraba en mi adolescencia y me causaba timidez expresar lo que sentía y pensaba. Muchas veces me cohibía de oportunidades por miedo, y ahí fue cuando la música empezó a tomar sentido en mi vida. Es decir, siempre me había gustado, pero en ese preciso momento de mi adolescencia la música despertó todo interés en mí. Cada día o noche escribía lo que mis sentimientos ocultaban o lo que quería gritar al mundo. Así que de esa manera nacieron mis composiciones. Al escribir letras de canciones me sentía libre y completa.

Mis mejores amigas habían llegado a leer muchas de mis composiciones, decían que algunas de ellas las ayudaban a expresar sus sentimientos. Muchas veces los jóvenes no somos escuchados, los adultos creen que nuestras ideas y emociones son pasajeras así que nos tachan de que no sabemos nada de la vida y de cierta manera es cierto, pero ellos cometen un grave error en olvidar que apenas nosotros los jóvenes estamos comenzando a vivir la vida, la que ellos, los adultos, ya vivieron. Desde ese entonces quise convertirme en compositora, quería que las personas escucharan mis letras y que al cantarlas a todo pulmón sintieran alivio, pero sobretodo que se sintieran libres de sentir. Que pudiesen identificarse con cada fragmento de lo que llamamos lírica convertirse en vida. Ahí fue que nació mi sueño de asistir a Manhattan School of Music en Nueva York.

Al cumplir 12 años me había enterado vía internet que podía hacer un internado en Nueva York. No podía perder tiempo, así que en los tres años siguientes trabajé duro para ahorrar lo suficiente e irme a estudiar composición musical básica en otro continente.

Sonrío al recordar todo lo que he recorrido durante estos largos meses y en ese entonces recibo una notificación en mi celular. Lo reviso y visualizo un mensaje de mi madre indicando: Date la vuelta.

Al leer ese mensaje mi sonrisa no podía ser más ancha. Rápidamente giré todo mi cuerpo esperando ver a mis padres allí, en la sala de espera del aeropuerto.

Efectivamente, mis padres se encontraban en la sala de espera, en una pequeña esquina entre tanta gente esperando a sus familiares. Tan pronto los vi corrí hacia ellos, no sin antes sujetar mis dos maletas enormes. Al verlos no pude controlar mi emoción. Había soltado un pequeño grito de euforia, pero lo suficientemente alto para que todas las personas que se encontraban en el aeropuerto escucharan y me brindaran varias miradas divertidas.

Entre sueños y melodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora