Capitulo 25.

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Harry miraba a Draco dormir, moría de hambre y el rubio no se dignaba a despertar. Sin poder aguantar más el dolor en su estómago, se levantó, vistió y se dirigió al gran comedor. Era la víspera de Año Nuevo y al igual que en navidad; Harry no tenía intención alguna de festejar. Cada noche era un terrible martirio para el joven, si no soñaba con Voldemort torturando a alguien, soñaba con Severus volviendo a él y al despertar se llevaba una gran desilusión.

— ¿Por qué me abandonaste, Potter?— saludó Malfoy con voz ofendida.

— No quise despertarte.— Harry miró a Draco quien estaba de pie a sus espaldas.

— Vale, te perdono...— antes de sentarse junto al pelinegro, Malfoy plantó un beso en el cabello de Harry.— ¿Que planes tenemos para hoy, señor Potter?

— Dormir y pasar toda la noche bajo las frescas sabanas.— Harry notó que el joven rubio rodaba los ojos.

— Yo tampoco tengo muchas ganas de fiesta— confesó Draco— pero quería hacer algo contigo.

— ¿Algo como que?

— Podemos pasar la noche en un sofá, cubiertos por una frazada, tomando un chocolate caliente, leyendo aquella intensa novela muggle y comer tantas golosinas como un Weasley hambriento.— propuso el Slytherin.

— ¿Sabias que eres lo mejor que le pudo pasar a mis vacaciones?— Harry miró con emoción a Draco.

— Lo sé, no necesitas decirlo— Draco intentó ocultar su leve sonrojo— tu compañía no está nada mal.

— Gracias por todo.— dijo Harry antes de dar un bocado a su desayuno.

Ojalá Severus Snape hubiera llegado unos segundos después al gran comedor, así no habría escuchado aquella platica entre Harry y Malfoy, y tal vez ahora no estaría derramando bilis por el coraje que los celos causaban en él. El tener que alejarse de Harry ya era lo suficiente duro para todavía tener que aguantar al menor de los Malfoy rondar cómo tiburón hambriento. Desde la noche de navidad, Severus merodeaba por los oscuros pasillos del castillo en las madrugadas con la esperanza de encontrarse con Potter y conformarse con sonreírle o simplemente mirarlo sin la compañía de Draco, pero eso no ocurría.
Severus tomó su lugar en la mesa, por más que evitara mirar a los jóvenes frente a él no podía dirigir la mirada a otro lugar, sentía cómo si su alma estuviera de luto ya que el amor que un día había su ilusión y alegría, ahora lo torturaba de manera casi insoportable, mirar a Draco colgado del brazo de Harry mientras le susurraba al oído lo mataba poco a poco, sentía en el pecho el rencor y los celos, sin aliento pensaba en su suerte evitando firmemente llorar, aquel dolor dentro de él angustiaba su alma y sentía que ya no aguantaría más aquella situación.

(...)

Harry y Draco habían cumplido su promesa de pasar Año Nuevo cómo lo habían dicho en el gran comedor aquella mañana, pero todo terminó cuando un chico de séptimo año los había invitado a Hogsmeade para celebrar en las tres escobas, por supuesto que Draco terminó convencido por la idea e intentó que Harry lo acompañará pero este se negó rotundamente.

— Vamos, Potter— insistía el joven— será divertido...

— Aquí te espero, ya tengo algo de sueño.— el rubio se marchó algo indignado junto con un grupo de jóvenes de las cuatro diferentes casas.

Harry subió a su habitación, se recostó en su cama y los recuerdos con Severus llegaron a él junto con la sensación de mariposas en su estómago y por supuesto; una profunda nostalgia. Pensaba en las frías y delgadas manos del hombre estrechándolo, en sus ojos color azabache mirándolo con picardía y misterio, en su ropa negra que hacía que lo pálido de su piel resaltara... por Dios, ¿era posible estar tan enamorado de alguien?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos golpecitos en su ventana, Hedwig lo miraba desde el otro lado del cristal con una carta amarrada en la pata y unos copos de nieve en su cabecita. Harry le abrió, la acarició y tomó la carta para comenzar a leerla:

El secreto de las mazmorras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora