Capitulo 19.

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El momento de las vacaciones por fin había llegado, todos los alumnos y algunos profesores empacaban sus cosas. En la habitación de Harry no era la excepción. Severus le había dicho que tendría que abordar el tren para que nadie de sus amigos sospechara y antes de que este tomara rumbo, Harry bajaría del tren con el pretexto de haber olvidado algo.

En los pasillos se oían las charlas de regalos, deliciosas comidas, familia y despedidas entre amigos. Hermione seguía un poco molesta con el pelinegro pero aún así ella le había regalado un libro sobre una novela muggle que sabía le gustaría.

El trío de oro subió al tren y tomaron asientos en el cubículo de siempre, contaban recuerdos de todo lo que habían vivido los últimos meses y lamentaban no pasar navidad y Año Nuevo juntos como los últimos años. Harry ahogó un grito e informó a sus amigos que había olvidado el libro que Hermione le había regalado, se levantó dispuesto a correr y la joven lo tomó del brazo.

— Harry, ya vamos a partir— dijo preocupada la ondulada.

— No tardo, correré— Harry salió del tren con una enorme sonrisa en el rostro, se sentía triunfante pero a la vez tenía un pequeño sentimiento de culpa y tristeza por mentir a sus amigos.

Llegó a la torré de Gryffindor, tomó aquel hermoso libro y corrió de nuevo al tren para que aquello fuera más creíble. Alcanzó a ver a sus amigos por la ventana cuando el tren comenzó a marchar, no tuvo que actuar eso ya que estaba tan agotado por correr que sentía como si se le fuera de desplomar un pulmón o su corazón fuera a salir de su pecho. Sus amigos intentaron detener el tren; misión obviamente fallida.

—Pronto estaremos solos tú y yo.— se escuchó una gruesa voz detrás de Harry. Snape estaba ahí.— sabía que este momento podía ser un poco difícil para ti.

— No ahora que estás aquí.—Harry dió media vuelta y abrazó al hombre. Este correspondió el tierno gesto y recargó su cabeza sobre la del joven oliendo así su cabello.

— ¿Ya nos vamos?—preguntó el león con ilusión.

—Aún no, mi amor.— aquellas palabras alborotaban todo el interior de Harry— tengo unos pendientes en Hogwarts aún, partiremos mañana antes del anochecer.

Ambos tomaron camino hacia Hogwarts y antes de llegar separaron sus caminos, en el colegio había muy pocas personas; las suficientes para ocupar una mesa pequeña. Harry caminaba por los pasillos del castillo admirando lo tranquilo y cómodo que se sentía sin tanta gente habitándolo. Estaba tan ensimismado que no notó que cierto hombre caminaba a su lado.

—¿Todo bien, Harry?

— P-profesor Dumbledore— dijo Harry concentrándose en el presente— lo siento, no noté su presencia.

— Me sorprendió verte aquí, ¿tuviste algún problema con los Weasley?— el anciano analizaba cada movimiento de Harry.

— Para nada, profesor— aclaró su garganta— perdí el tren, bajé por un libro que había olvidado y ya no llegué a tiempo para su partida.

— Que mal escuchar eso, muchacho... yo haré un viaje mañana, no me molestaría desviarme un poco y llevarte a la madriguera.

— N-n-no se preocupe, profesor— Harry no sabía qué decir, era un manojo de nervios. Cosa que claro no pasó desapercibida para Dumbledore— no quisiera molestarlo.

— Insisto, Harry, me gustaría hablar unas cosas con Arthur.

— ¡Albus, Albus!— una voz interrumpió la charla, cosa que relajó al joven— tengo que hablar de algo muy importante contigo.

— Dime, Minerva— el anciano enfocó su atención hacia la recién llegada— luego te veo, Harry.

El atardecer había caído y Harry apreciaba aquella maravillosa vista sentado en el césped de los terrenos del castillo. Sintió cómo unos brazos lo cubrían y se aferraban a su pecho, sus piernas quedaron entre las de aquel hombre y un beso se plantó en su cuello. Acto que lo hizo soltar un pequeño gemido.

— ¿Lo interrumpo, señor Potter?— susurró Snape a su oído.

— Para nada, profesor Snape, lo estaba esperando.— Harry tomó la fría mano del hombre.

Ahí permanecieron abrazados y con uno que otro beso ocasional mientras admiraban al sol ocultarse sobre las nubes y el horizonte, aquel momento fue mágico para ambos, sentían sus corazones sincronizados y sus temperaturas a la misma intensidad.

— No puedo esperar a pasar todos mis días a tu lado— confesó Snape por la emoción.

— ¿Para siempre?— preguntó el joven león y una sonrisa se formó en su rostro.

— No. No puedo prometerte un "para siempre" ya que la vida da muchas vueltas y no sabemos qué pasará el día de mañana o en un mes. Pero puedo prometerte un "cada día" ya que cada día que estemos juntos lo atesoraré y te haré sentir el hombre más amado del mundo.

—Cada día.— Harry se dió media vuelta y besó al hombre con tanto amor y cariño que no querían separarse jamás.— ¿nos vamos a dormir?

— Lo siento, pequeño.— Severus miraba fijamente las esperanzas que Harry tenía como ojos— hay menos alumnos y fácilmente notarán tu ausencia, será mejor que hoy estemos separados.

— Está bien.— contestó Harry haciendo un puchero.

Se levantaron del césped y fueron caminando hasta el castillo tomados de la mano, al llegar sus caminos se separaron y cada quien llegó a su habitación. Harry sabía que estas serían unas de las mejores vacaciones que pasaría en toda su vida y no podía conciliar el sueño de la emoción. En las mazmorras había cierto pelinegro que pasaba por una situación igual.

El secreto de las mazmorras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora