Epílogo.

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Seis meses después de la Batalla:

Harry Potter caminaba por las frías calles de Londres con una rosa en su mano y un diario El Profeta en la otra, entró por las puertas del almacén abandonado donde estaba oculto San Mungo, el hospital de enfermedades y heridas mágicas, al estar en la recepción muchas personas de ahí lo saludaron con gusto.

—Buenos días, señor Potter— saludó la recepcionista con una sonrisa— hoy llegó más temprano.

—Lo sé— un ligero rubor se posó en las mejillas del joven— el médico me ha dicho que puede despertar en cualquier momento y no quisiera perdérmelo.

Cuando Harry dejó a Severus con Draco seis meses atrás, el rubio logró sacar con vida al profesor y con ayuda de Lucius Malfoy pudo llevarlo a San Mungo rápidamente, el veneno penetró todo el sistema de Snape por lo que cayó en un estado de coma del cual sería muy difícil despertar. Potter jamás perdió esperanza y día con día visitaba al hombre hasta que el horario de visitas terminaba, todo el personal médico lo conocía y muchas veces lo acompañaban y le daban palabras de aliento sobre el impresionante avance que tenía Severus.

— Buenos días, señor Spleen— saludó Potter al sanador que revisaba atentamente a Snape— ¿Que tal va todo?

—Oh, buen día, señor Potter— el hombre alzó la mirada para encontrarse con la de Harry— tanto su cuerpo como su magia están en perfecto estado ... podría apostar que en cualquier momento podría despertar.

Harry sonrío con mucho entusiasmo y tomó asiento junto a la cama en la que reposaba el hombre de su vida, mientras leía "El Profeta" para Severus y acariciaba tiernamente su fría mano mientras las lágrimas comenzaban a salir involuntariamente; extrañaba muchísimo a Severus y el tenerlo frente a él pero no poder besarlo o abrazarlo con fuerza estaban acabando con su estabilidad, se levantó y se dirigió al sanitario para limpiar sus lágrimas y enjuagar su rostro, de la nada comenzó a escuchar mucho bullicio pero no entendía lo que decían, supuso que había llegado un nuevo paciente o alguno se había puesto malo.

— ¡Señor Potter! — una enfermera lo tomó por los hombros una vez que el joven salió del baño— El señor Snape ha despertado ...

— ¿Q-que? — Harry sintió cómo si un balde de agua helada cayera sobre si ya la vez no creía que aquello fuera cierto— ¿es una broma?

—¡Por supuesto que no! — la joven enfermera lo miraba con emoción, pues ella era testigo de todo lo que Harry había vivido todos esos meses— se levantó de la cama y lo encontramos mirando por la ventana ...

— ¡Necesito verlo! — dijo Harry con la intención de correr hacia la habitación.

— Me temo que no es posible, señor Potter— la enfermera lo detuvo— los medimagos están haciéndole pruebas que durarán todo el día, el señor Snape está consiente pero no sabemos si en su totalidad esté bien y el verlo a usted podría alterarlo o causar algo negativo ... no podemos arriesgarnos. Le recomiendo que venga mañana a primera hora, podrá estar todo el día con él y en una semana podría ser dado de alta.

Harry Potter tenía emociones encontradas, pero sabía que no podía discutir lo que la enfermera le había indicado, así que se marchó e intentó descansar el resto del día. Fue un día largo, estaba nervioso y emocionado, no tenía apetito y su cabeza sólo divagaba en su pasado y futuro junto a Severus, sus inseguridades empezaron a apoderarse de él, ¿y si el hombre no quería verlo ?, ¿y si Severus ya no lo amaba más?
Para sentirse un poquito más seguro, Harry comenzó a planear todo lo que pasaría al día siguiente; como lo saludaría, cómo iría vestido y su plan de escape por si algo salía mal, pensó tanto que no supo en qué comento se había quedado dormido.

El secreto de las mazmorras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora