Desilusione

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Después de lo ocurrido Abbacchio no encontraba paz en su alma... El insomnio cada vez se hizo más frecuente en sus noches y llegó un momento en que sentía tanto dolor que era incapaz de tan siquiera llorar.

"Debería haber muerto yo en tu lugar" se repetía una y otra vez al recordar la escena dónde su querido compañero caía al suelo desprovisto de vida en sus ojos; y es que no podía evitar pensar que a él nadie lo echaría de menos, no tenía familia que lo extrañara, ni amigos reales que le lloraran después de su partida, ni siquiera esa gente a la que intentaba proteger le tenía el más mínimo apego... Él no habría sido una gran pérdida para un mundo que no sabía ni que existía.

Sin embargo, con su ex compañero sucedía todo lo contrario... Fue muchísima gente a su funeral, lloraban su pérdida con muchísimo pesar y, de vez en cuando, notaba como miradas de entre odio y desprecio se dirigían a él. Todos lo culpaban y lo peor es que tenían toda la razón en hacerlo. Abbacchio sentía que no merecía estar ahí, esperó a que todo el mundo se fuera y, una vez solo, se echó a llorar frente a la tumba llena de flores. No pudo soltar ni una palabra, las lágrimas y los sollozos se lo impedían, se sentía completamente miserable, tanto que le dolía el pecho y casi no atinaba a respirar.

- ¿Qué haces aquí otra vez, imbécil? - unos gritos lo sacaron de sus melancólicos recuerdos. - ¿No tuviste suficiente con lo de ayer? - levantó su cabeza y observó a un joven de unos veinticinco años, más o menos, lleno de moretones y heridas en el rostro.

- ¿Te refieres a mí? - dijo Leone, sin importarle mucho las palabras del desconocido.

- Encima te haces el que no me conoce, ¿eh? ¿Me vas a decir que no recuerdas que ayer mismo me sacaste de este bar porque, según tú, "te tiré una copa encima" y me apaleaste hasta casi dejarme inconsciente en la calle? Ayer me pillaste desprevenido pero hoy te vas a enterar -. Una vez dicho ésto, aparecieron dos matones detrás de él con cara de pocos amigos.

- Mira, no recuerdo nada de lo que estás diciendo, suelo ir tan borracho que ni recuerdo dónde vivo. Hoy no me apetece tener una pelea, así que dejadme salir de aquí - Leone empujó al chico esperando que una vez y se hiciera el duro, lo dejaran salir por temor.

No era la primera vez que se metía en un problema de tal calibre y ni siquiera se acordaba. Solía beber hasta perder el conocimiento todos los días y no era extraño que alguna vez sacara su ira con algún pobre desgraciado que no se lo merecía.

Uno de los matones lo cogió por el hombro y lo siguiente que sintió fue un puñetazo en la nariz. Iba ya tan bebido que casi no sentía los golpes, sus sentidos estaban tan perjudicados que la paliza que estaba recibiendo era completamente confusa. No sabía quién le estaba pegando ni cómo, sólo sentía patadas de vez en cuando y sabía que estaba bastante ensangrentado debido a que veía las manchas de su sangre en el suelo. Perdió el conocimiento poco después de recibir una patada en la nuca.

Amanece un nuevo día y él se despierta solo en un callejón, lleno de sangre, oliendo a alcohol barato y tabaco. "Qué buen día hace", pensó sarcásticamente. Le dolía todo el cuerpo, tenía náuseas y sentía que la cabeza le iba a explotar. Se levantó a duras penas con las piernas temblorosas por la paliza y prácticamente sin equilibrio. Pasaron dos jovencitas delante del callejón que cuando lo vieron soltaron un grito de terror y salieron corriendo. "Gracias por la ayuda", pensó otra vez con sarcasmo, aunque lo comprendía perfectamente, nadie iba a acercarse a alguien en las condiciones en las que se encontraba. Lo normal sería sentir asco por él al verlo tan sucio y demacrado.

Después de un corto pero tedioso camino, por fin llegó a ese tugurio que llamaba hogar. Entró por la puerta y no pudo evitar pensar que eso parecía una pocilga, todo estaba tirado, la mayoría de los muebles estaban viejos y rotos, y el único olor que desprendía la casa era a tabaco y vino barato. Una vez leyó en un revista que el hogar refleja el estado de tu mente y la verdad es que no pudo evitar pensar en que ese dicho era totalmente cierto en su caso.

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