Festa I

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Hacía poco que se había mudado la hija del Jefe con el equipo de Bucciarati ya que le habían encomendado cuidarla hasta nuevo aviso y, el equipo, en su mayoría, estaba especialmente confundido con la presencia de aquella joven chica en la casa. Bruno se esforzaba por hacer que ésta se integrara pero era difícil hacer que confiara en ellos de un día para otro. 

- Abbacchio, ¿podemos hablar en la oficina? - preguntó Bucciarati después de haber terminado de desayunar. 

- Mm... Claro - respondió el albino con cierta duda en sus palabras.

Los jóvenes restantes se quedaron callados mostrando duda en sus caras, la seriedad de las palabras del capo les había pillado por sorpresa. Al llegar a la oficina, Bruno cerró la puerta y se sentó en el escritorio. Leone lo miró de arriba abajo con una sonrisa picarona, sabía que no era precisamente eso lo que quería Bruno pero no pudo evitar recordar las veces que lo había hecho suyo en ese mismo sitio. Las palabras del menor lo hicieron salir de su pequeña fantasía.

- Estaba pensando en organizar algo... Trish no parece estar adaptándose fácilmente y me preocupa que esté incómoda. 

- Es una chica de 15 años con cinco hombres en una casa... ¿No crees que es completamente normal? Además, Mista no la deja en paz ni un momento, ya he tenido varios encontronazos con él por eso mismo - respondió hablando Abbacchio sin encontrar la verdadera preocupación de Bruno. 

- Parece buena chica, ¿verdad? - preguntó el capo sonriendo con ternura. 

- Mm... Supongo... Los críos te ablandan fácilmente, amore mío - dijo acercándose lentamente y metiéndose entre las piernas de Bruno mientras acercaba su boca a su cuello. La dulzura del menor era algo que a Abbacchio le volvía loco. 

- ¡Para, para! ¡Qué te conozco! - las carcajadas empezaron a salir por sí solas de entre los labios de Bucciarati, las mejillas se le tornaron color rosa y no pudo evitar dejar un suave beso en los labios de su amado.

Leone tomó ese beso como si llevara una vida sin ellos y acarició las mejillas del menor. Se separó y se sentó en el sillón que había en la sala mirando hacia Bruno, que aún seguía en aquel escritorio.

- Entonces... ¿Qué se te ocurre? Tú eres el de los planes, yo no sé qué hacer con esos idiotas, siempre me sacan de quicio - bromeó volviendo a la conversación inicial.

- ¿Qué te parece una pequeña fiesta? Podríamos pedir pizzas para cenar y comprar algún que otro aperitivo y hacer una pequeña fiesta en la terraza - propuso el joven con emoción.

- ¿No tenías reunión hoy? - lo interrumpió Leone mirando el reloj de la sala.

- Oh... ¡Sí! ¡Me voy! - Bruno saltó del escritorio y se dispuso a salir de la sala corriendo pero Abbacchio se metió en medio. 

- No te preocupes, déjamelo a mi, nos vemos después - dijo posando un beso sobre los labios de su amado.

- Qué haría sin ti...

Bruno desapareció de la sala con prisa y cuando el mayor al bajó las escaleras sólo estaba Trish en el salón, los chicos ya se habían ido a hacer sus respectivos encargos. La chica se encontraba sentada en el sillón con las piernas encima del asiento y suspiraba mientras miraba su manicura. A Abbacchio no le apetecía realmente tener compañía durante sus compras pero es posible que acabara antes si alguien le ayudaba. Entró a la sala e carraspeó con su garganta para que la joven supiera que él estaba ahí.

- Ah, hola, ya me voy a mi cuarto... - dijo la joven.

- No hace falta, voy a ir al centro a comprar algunas cosas, ¿te apetece venirte? - ofreció Leone intentando no sonar tan serio como de costumbre. 

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