Riconciliazione

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Esa noche Abbacchio no iba a dejar escapar a Bruno por nada del mundo. La Tierra podía explotar que él no iba a soltar de entre sus brazos a su amado. En la habitación sólo se oían besos húmedos, respiraciones totalmente agitadas y gemidos de placer.

Después de haberse sincerado con sus sentimientos, recostó a Bruno sobre la cama y cuando fue a ponerse encima de él, éste tomó rápidamente la iniciativa. Estuvieron peleándose un rato entre risas, besos y mordidas a ver quién iba a llevar el mando esta vez. Abbacchio estaba muy caliente y Bruno no podía evitar sentir la inyección de confianza que le propició el saber que ese hombre lo amaba y que, simplemente, era suyo.

- Esta noche eres mío - dijo Bruno consiguiendo ponerse encima, lamiendo el sudor de la cara de Abbacchio con ansia.

- Esta noche y todas, amore - respondió Abbacchio con un gruñido de placer.

Esas palabras hicieron que Bruno aún se encendiera más, no lo había pensado pero ese hombre ya era suyo, de hoy en adelante y para siempre. Empezó a desnudar a Leone y al encontrarse con el lío de cordones de su gabardina desistió y con el poder de su stand le puso una cremallera a su ropa. La bajó de un tirón e hizo que Abbacchio quedara en ropa interior en cuestión de dos segundos.

- Mm... Veo que tienes prisa, ¿eh? - dijo el albino con una ceja arqueada y cara lasciva.

- Estas semanas sin ti han sido una tortura, quiero sentirte ya - respondió el moreno mientras hacía lo mismo con su ropa.

Al verse los dos en ropa interior se separaron un momento para visualizarse mutuamente.

Bruno admiró a Abbacchio con su torso perfecto, sus abdominales que invitaban al pecado, su piel blanca con alguna que otra cicatriz de las peleas que solía vivir casi a diario; los brazos perfectamente definidos y esas manos enormes y algo ásperas, ahora sudorosas por el calor creciente en la habitación. Era un hombre enorme, cualquiera querría estar en su lugar ahora mismo.

Leone miró a Bucciarati como quién admira una escultura perfecta. Su piel morena y suave, su musculatura definida desde el torso hasta los oblicuos, los brazos perfectamente definidos con las venas marcadas del esfuerzo que habían hecho en su pequeña "lucha" de poder. Ese bralette que siempre llevaba puesto debajo de su traje blanco y que lo volvía loco, se podría pegar todo el día mirándolo y soñando las mil y una formas de arrancárselo con la boca.

Los dos se sorprendieron por la forma en la que el otro lo estaba mirando y comenzaron a reír juntos. Se sintieron totalmente correspondidos entre ellos, nunca habían vivido lo que era que alguien te admirara de esa forma. Ese momento era digno de una de las novelas románticas que le gustaba leer a Bruno, Leone sonrió pensando que quizá estaba empezando a entender qué veía en ellas. Ese momento fue interrumpido por Leone cargando a Bruno para dejarlo acostado en la cama.

- No soportas no llevar el ritmo, ¿eh? - dijo Bruno soltando una carcajada.

- No si se trata de ti, no puedo contenerme - dijo el albino susurrándole al oído. Bruno se estremeció al notar el aliento de su hombre bajar por su cuello. Después de varios mordiscos en el cuello y los pectorales, Abbacchio alargó la mano para abrir el cajón de la mesilla de noche.

- ¿Qué pasa, cuore mío? - preguntó Bruno sorprendido por la pérdida de atención.

Observó que Leone estaba sacando un pequeño bote de lubricante de la mesilla con esa cara tan provocativa que siempre ponía cuando se le había ocurrido alguno de sus juegos.

- He pensado que hoy podríamos intimar un poco más... Así que podríamos jugar un poco con ésto - dijo mientras abría el bote y se ponía un poco en los dos dedos centrales de su mano derecha.

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