Devozione

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Pasaron los días y las semanas desde que Fugo se incorporó al grupo y la verdad es que el niño se acostumbró rápidamente a vivir allí. A pesar de seguir siendo un niño, era muy inteligente y mantenía conversaciones que no eran nada típicas para su edad.

Empezó a interesarse poco a poco en conocer a Abbacchio ya que ante él, ese hombre era un muro de piedra que no sentía ni padecía más allá de lo poco que mostraba.

Un día, Bruno estaba en la oficina y Leone acababa de llegar de una de las misiones que Polpo le encomendó. Al llegar observó que el niño estaba jugando solo al ajedrez con cara de aburrimiento, como no tenía nada mejor que hacer le preguntó si le importaba que se uniera y el niño asintió con ilusión pero extrañado de que ese hombre quisiera pasar tiempo con él. Era un chico muy desconfiado.

- ¿Qué tal la misión? - preguntó Fugo intentando mantener una conversación.

- Bastante aburrida, tenía que asegurarme de que un par de locales pagaran sus deudas y ya está... Cuando entres al grupo te mandaré a ti en mi lugar, no soporto estas misiones - dijo intentando hacer una broma.

La verdad es que el repentino interés de Abbacchio tiene un motivo, Bucciarati le había dicho que tenía que ser más cercano a Fugo, necesitaba que el chaval se sintiera bien y después de saber su pasado, sabía que iba a ser difícil que se sintiera cómodo con Leone si no ponía de su parte. Una orden es una orden; aunque Leone tampoco negaba que el chaval le caía bien, no le molestaba pasar algo de tiempo con él.

- Claro, necesitáis a alguien que os haga los trabajos que no queréis, ¿no? - respondió el chaval desafiante.

- No, no, perdona, sólo te estaba gastando una broma... Verás, se me da mal esto de socializar con adolescentes - respondió Abbacchio algo nervioso.

El chaval se empezó a reír a carcajadas.

- Yo también estaba bromeando.

En ese momento Leone frunció el cejo con molestia pero no pudo evitar seguirle la corriente al niño y empezar a reírse a carcajada limpia. Cuando llegó Bucciarati estaban ellos dos aún jugando al ajedrez y el niño le estaba gritando a Leone que estaba haciendo trampas mientras intentaba descolocar las fichas del tablero y el mayor negaba entre risas la acusación.

- Vaya, veo que os habéis hecho amigos ya - dijo Bruno poniendo las manos sobre los hombros de Leone. Un cosquilleo le recorrió la espalda al mayor; desde que se besaron aquella noche no habían vuelto a tener contacto físico y es algo que anhelaba aunque no lo transmitiera.

El chico los miró y sonrió, como si se hubiera percatado de algo que ellos no y empezó a recoger las fichas del ajedrez sin decir nada. Los adultos fueron a la cocina a preparar la cena mientras el chico preparaba la mesa.

- Veo que me hiciste caso... Gracias, Leone - agradeció Bruno con su voz gentil y calmada.

- No hay nada que agradecer, mi capo me lo ordenó - Abbacchio dijo mientras sonreía ampliamente mirando los ojos de Bruno - además, el chaval es muy inteligente, diría que hasta que cae bien - bromeó el albino.

Bruno rió con Abbacchio mientras preparaban la cena. Bruno preparaba una ensalada y Abbacchio una tabla de quesos y embutido. Tuvieron una cena animada los tres dónde Fugo contaba cómo Abbacchio no fue capaz de ganarle ni una sola partida y cómo intentaba hacer trampas para ganar; Leone se reía mientras lo negaba todo y Bruno observaba la escena con ternura mientras reía. Después de cenar el niño se fue a su cuarto y Leone empezó a recoger la mesa.

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