Il grande giorno

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El gran día había llegado por fin y la pareja había puesto todos sus esfuerzos en intentar cumplir todos los deseos de Bruno para esa velada.

El altar estaba preciosamente decorado con flores doradas, blancas y negras que hacían referencia a los dos enamorados. El mar se veía en completa calma y el atardecer hacía que todo tuviera un aspecto aún más de cuento. Leone se alegraba de haber aceptado la boda en la playa, todo parecía un sueño. 

Un poco más allá, alejado de la zona, se encontraba una carpa enorme dónde sería la cena y la celebración después de la boda. Bruno accedió a no invitar a cientos de personas pero aún así, había venido muchísima gente, más de la que Abbacchio habría querido pero si eso le hacía feliz a su esposo, a él también. 

Comenzaron a llegar los invitados y Leone empezó a ponerse nervioso. Todo el mundo le saludaba y felicitaba por el paso que iban a dar. Una vez y todo el mundo había llegado, el albino se dispuso en el altar puesto que ya era la hora. 

Sus manos temblaban, no paraba de sudar y sentía incluso el maquillaje encima de su piel. Vio a Trish llegar con un precioso vestido rosa palo con decoraciones doradas también en forma de rosa. Narancia llegaba junto a ella e iban cuchicheando emocionados durante el camino hasta llegar al altar.

El novio miraba a la cantidad de gente que había allí y pensaba en cómo todas esas personas habían venido principalmente por Bruno. A él lo quería todo el mundo y no era para menos, Bucciarati era un hombre increíble con un corazón de oro. Observó a Giorno, Mista y Fugo en primera fila, los tres chicos estaban muy emocionados y reían sin parar. 

Nunca pensó que el amor que sentía por Bruno fuera a llegar a buen puerto y muchísimo menos se habría imaginado proclamando a los cuatro vientos que le amaba de esta manera. 

Comenzó a sonar la música y a lo lejos vio como Bruno caminaba hacia el altar sin quitarle la mirada de encima. Los broches de su pelo eran pequeñas rosas con pedrería dorada, el traje le quedaba incluso mejor que aquel día en la tienda y Leone observó cómo las manos de su hombre también temblaban levemente. No pudo evitar esbozar una enorme sonrisa en ese momento.

Era real, por fin iba a suceder. 

Bruno también observaba a Abbacchio mientras se acercaba, aquel traje a juego con el suyo, aquel pelo recogido y el pequeño collar dorado que adornaba su cuello... El maquillaje que había elegido también era muy apropiado, un ahumado negro para los ojos que hacían destacar esa mirada color ámbar que tanto le enloquecía y los labios negros.

La ceremonia comenzó sin más dilación y mientras el encargado de oficiar la boda hablaba, aquellos dos enamorados no paraban de mirarse de reojo. Estaban nerviosos y emocionados a partes iguales. 

- Es el momento de que digan los votos - anunció el hombre. 

Comenzó hablando Bruno.

- No sé cómo expresarte con palabras todo lo que siento, Leone. Han sido unos años complicados y no todo empezó como el cuento de hadas que ahora mismo estamos viviendo. No me habría imaginado que aquel día bajo la lluvia, iba a conocer al que poco después se convertiría en el amor de vida. Ti amo, Leone. Per oggi e per sempre. Estaré en los momentos más duros de tu vida y construiremos juntos millones de momentos increíbles que hagan que nunca más vuelvas a sentir pena en tu corazón. 

A decir verdad, Leone no había escrito sus votos de boda pero no los necesitaba. Mirar a Bruno a los ojos mientras le decía todas esas cosas preciosas era motivación más que suficiente para decirle lo que sentía y ahora era su momento. 

- Bueno... Quién me conoce sabe que no soy especialmente bueno hablando de sentimientos, bueno, hablando a secas. - esa frase hizo reír al público - Bruno Bucciarati, siempre he sentido que tú eras demasiado para mí, para mí  y para cualquier persona de este mundo. Los que te conocemos te amamos por tu bondad, tu sinceridad y por la felicidad que nos transmites a los que estamos cerca. Accedí a formar parte del equipo porque no tenía nada mejor que hacer pero decidí quedarme porque eres la única persona que me hace sentir que estoy en casa. Prometo intentar hacerte feliz por el resto de mis días, darte el amor que te mereces y protegerte como nunca nadie lo ha hecho. Ti amo, Bruno. 

Una vez dichos los votos el casamentero empezó a hablar.

- Bruno Bucciarati, ¿aceptas a Leone Abbacchio como tu legítimo esposo? 

- Sí quiero - afirmó el moreno sin dejar de mirar a los ojos del albino. 

- Leone Abbacchio, ¿aceptas a...?

- Sí quiero - respondió ansioso interrumpiendo a aquel hombre y causando una carcajada entre los invitados.

- Ya podéis besaros. 

Se habían besado muchas veces pero ninguna como aquella. Aquel beso fue el más profundo y hermoso que podrían haber llegado a darse nunca. Leone escuchaba de fondo a la gente aplaudir y a los chicos gritar de emoción, sin embargo, ningún ruido podía sacarlo de aquel momento. 

Los labios de Bruno eran cálidos y suaves, sentía el tacto de su piel bajo la ropa, agarraba su cintura con fuerza y en ese momento los nervios desaparecieron aunque su mente se nubló.

Su pecho se sentía caliente, muy caliente. 

En ese momento sólo podía centrarse en el sonido de las olas del mar y dejó de escuchar a la gente. Empezó a volver en sí mismo y entendió qué estaba pasando. 

Se encontraba solo, recostado encima de una piedra en la playa. Intentó moverse pero no pudo, no tenía fuerzas para ello. Levantó un poco la cabeza y vio los borbotones de sangre saliendo de su pecho. 

Ya recordaba todo lo que había pasado. La traición a Passione, los enfrentamientos con La Squadra, su misión con Moody Blues...

Había que acabar la misión, eso era lo más importante pero... ¿Había sido un sueño? No podía haberlo sido, ¿o sí? 

Sentía cómo los ojos se le cerraban lentamente y sabía que iba a marcharse sin saberlo. Sin embargo, esos bonitos momentos que le brindó su mente, esos momentos con Bruno, fueran reales o no, se sintieron muy bien.

Abbacchio sonreía. 



Adiós, Bucciarati. 

Ojalá en la otra vida podamos hacer ese sueño realidad.

Ojalá en la otra vida podamos hacer ese sueño realidad

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