Para Rodrigo Herrera Aspra, su vida no tenía mucho drama.
A pesar de que nació omega, nunca se le hizo menos persona por serlo, sus padres le amaron tal y como era, a pesar de que la sociedad simplemente veía a los omegas como monedas de cambio o alguien con quien sus hijos tendrían desendencia.
¿Quién diría que un omega lideraría Genomma Lab?
Llegar hasta este punto no fue fácil. Siempre hubo ofertas de varios alfas de familia acomodada que le proponían matrimonio y una vida sin preocupaciones, pero Rodrigo nunca iba a aceptar algo así, la mayoría de esos alfas solamente buscaba alguien para tener hijos y poco más. Rodrigo no quería eso.
Sin embargo, durante su juventud, había conocido al alfa de sus sueños, esa persona en quien día y noche pensaría y hasta cartas le escribiría. Ese hombre era Arturo, quien era unos años mayor que él, pero eso jamás había sido relevante, Rodrigo conoció el amor con él.
Entre más se conocían, más se enamoraban uno del otro. Definitivamente, esa conexión entre ambos era lo que muchos deseaban encontrar, pues aquello significaba que un alfa y un omega estaban destinados a estar juntos.
La noticia de su noviazgo se mantuvo en secreto, mientras que durante el día eran simples amigos, durante la tarde y la noche eran unos novios bastante cariñosos, siempre tenían sus citas a escondidas en lugares poco concurridos, así la gente no prestaría atención y podrían pasarlo de manera tranquila.
Rodrigo Herrera Aspra no se imaginaría que un día, recibiría una noticia bastante buena, algo que ayudaría a su futuro, pero que lo alejaría de su amado.
No sabía qué hacer, por una parte le alegraba la idea de ir a estudiar al extranjero y ahí concluir sus estudios, y por otro lado, se alejaría de quien consideraría el amor de su vida. Por ende, antes de aceptar, quería hablar con Arturo al respecto, así que se habían ido a una cafetería a la que solían ir a desayunar.
—Así que... te ofrecieron ir a estudiar a otro lado. —Arturo no mostró ninguna emoción, simplemente la noticia le había tomado por sorpresa. —¿Te digo la verdad? Si eso es lo que quieres, entonces yo te apoyaré. Tu futuro es importante. —Dicho esto, el mayor tomó las manos ajenas y las acarició con suavidad, mostrando una suave sonrisa, aunque por dentro le destrozara la idea de alejarse de su pareja.
—Gracias por entender. Es muy difícil que a un omega le den una oportunidad así. —Y sí, estaba orgulloso de sí mismo porque demostraba que no era solo un adorno, era alguien que podía crear cosas grandes.
Aún así, a ambos les daba miedo hacer cierta pregunta, pero era algo que necesitaba resolverse.
—¿Qué pasará con nosotros? —. Al final, Arturo se atrevió a hacerlo; era una pregunta importante, puesto que iban a estar separados y era un poco difícil comunicarse de un país a otro y mucho más con una diferencia horaria considerable.
—No quiero terminar. —Contestó Rodrigo, con un tono decaído. —Haré lo posible por mandarte cartas, mensajes y... lo que sea posible. —Claramente esas cartas tardarían un poco en llegar, pero mantener contacto era importante, ¿no?
—Sé que sí. Hagamos esto posible. —Y el ambiente de la cita regresó a ser el habitual, ambos diciéndose lo mucho que se amaban y lo mucho que querían que durara su relación.
Unos días más tarde, Rodrigo se fue a otro país, y aunque Arturo lo extrañaba a pesar de haberlo ido a despedir, confiaba en que lograrían mantener su promesa.
El primer año así fue, ambos se mandaban cartas constantemente; pero el segundo año, todo cambió.
Un día, Rodrigo recibió una extraña carta. Con curiosidad, la abrió y al ver su contenido, quedó horrorizado.
"Tenemos el honor de invitarte a la boda de Arturo Elías y Johanna Slim el próximo ----- de ----- a las 5:30 PM. Esperamos contar con tu presencia".
¿Por qué se iba a casar?
¿Dónde quedaron esas palabras de amor eterno que le había jurado Arturo?
Había tirado la invitación de la boda, y ya no había escrito más cartas para aquel hombre quien le destrozó el corazón, no quería saber nada más de él.
Y así, Rodrigo evitó tener relaciones amorosas con alfas o betas. Se había concentrado en terminar sus estudios, aunque con todas las dificultades que tuvo, logró graduarse con honores de la escuela.
Y así, había logrado hacerse cargo de Genomma Lab, un importante laboratorio. Había desafiado a todos los que no habían creído en él, había roto barreras y servido de inspiración para muchos omegas, demostrando que todo podía ser posible.
Pero, a pesar de los años, creyendo que por fin había logrado eliminar sus sentimientos, estos seguían ahí. Se había reencontrado con Arturo.
—Ciertamente, ha pasado mucho tiempo, Rodrigo. —Arturo estaba sorprendido de que fuera él, no creía en casualidades pero ahora, imposible de no hacerlo. —¿Cómo has estado?, ¿qué ha sido de ti?
—Finalicé mis estudios, ahora dirijo Genomma Lab. —Contestó el menor y dio un suspiro. —¿Cómo te va en tu matrimonio? —No sabía si iba a obtener una respuesta que le gustara, pero no quería verse maleducado.
—No he podido olvidarte, Rodrigo. A pesar de estar casado, yo no pude olvidarte en todos estos años. —Contestó el mayor. En eso, sus pedidos de comida llegaron, y ambos procedieron a degustar. Estaba delicioso.
—Por favor, Arturo... me dejaste por casarte. No me puedes decir eso. —Aquello decayó a Rodrigo, y su tono de voz se hizo más apagado. —Me dejaste por ella, y no está nada mal, ¿eh? La hija del famoso empresario, Carlos Slim. Parece que tenías claros tus intereses.— Hizo una mueca, tenía un nudo en la garganta. —Hasta te atreviste a mandarme la invitación a tu boda...
—Tú me mandaste una carta donde decía que me dejabas, que ya no querías nada conmigo, y yo desde ahí, dejé de mandarte cartas. Ni si quiera te mandé aquella invitación. —Arturo hizo una mueca entre confusión y enojo. —Rodrigo, yo jamás he dejado de amarte.
El menor se quejó. Solamente procedió a bajar un poco la mirada y suspirar de manera algo temblorosa. —Jamás envié algo como eso. —Apenas le salió la voz para decirlo. —Tantos años tratando de olvidarte, para que tú... me digas esas cosas. No puedo creer que aún te siga amando.
—Déjame intentarlo, Rodrigo. Esta vez sí estaremos juntos, ¡no importa lo que haya que perder! Tú eres mi felicidad. —Arturo quería recuperar a ese amor que tanto tiempo creyó perdido, tenía una esperanza.
—No quiero ser un destructor de familias. —Rodrigo se avergonzó. Se sentía como ese joven enamorado otra vez. —Y sé que te causaría problemas, además, Arturo. ¡Han pasado muchos años! ¿Qué te hace creer que podremos estar juntos?
—Simplemente lo sé. No tienes de qué preocuparte. —Tomó las manos ajenas y las acarició. Seguían siendo tan suaves como las recordaba. —Déjame demostrártelo.
Rodrigo no podía negarse a eso. Incluso su aroma de omega comenzó a salir, el olor a menta se hizo presente. —... Veámonos esta noche. —Fue por impulso que lo dijo. —En la cafetería de allá. —Señaló con la mirada. —No faltes.
Arturo sonrió y asintió. —Dalo por hecho. —Y así, procedió a seguir comiendo, no quería que se enfriara.
Al terminar, cada uno pagó lo suyo y se fueron por su lado. En la noche, ambos se verían para volver a tener esas citas secretas, así como les gustaba.
ESTÁS LEYENDO
Artigo - Mi omega destinado.
RomanceUn día, Arturo le juró amor eterno a Rodrigo. Ahora, más de cuarenta años después, esos recuerdos vuelven a la mente de ambos, ¿será que ahora sí podrán estar juntos?