«Capitulo 20»

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Ante la alarmante situación que se le presentó, Gulf actuó con extrema rapidez. Ni siquiera se permitió titubearlo cuando, con el corazón en la boca, se lanzó hacia Mew, apretándole bruscamente las dos mejillas con tan solo una mano.

—¡Escúpelo! —exclamó alterado, consiguiendo asustar en lo absoluto al ojiverde.

La fuerza que impuso en la opresión de sus pómulos fue tanta que pudo con su cometido, el pequeño pero muy dañino caramelo se deslizó por entre sus apretujados labios cayendo sin más al suelo. Solo entonces soltó el rostro adolorido del menor y retrocedió unos pasos, sintiendo como cada parte de su cuerpo se relajaba con evidencia, pues creía que el peligro ya había pasado. La tensión desapareció, pero eso no quitó que su corazón continuara latiendo a una velocidad más rápida de lo normal. Todos sus sistemas se habían alterado al haber tenido que atravesar una situación en donde la vida de Mew había estado en juego.

—¿Por qué has hecho eso? —cuestionó el rizado anonadado y, a su vez, terriblemente asustado, mientras se daba leves caricias en las zonas en las que Gulf le había apretado.

—Porque nunca debes aceptar cosas de extraños —se limitó a responder el castaño con el semblante serio—. ¿Tienes más?

Mew sacó de su bolsillo el resto de los dulces que aquella anciana le había obsequiado y se los entregó al chico de ojos azules, quien sin vacilar los tomó para luego guardarlos dentro de un pequeño sobre de evidencias que llevaba consigo a todos lados. Tenía en mente analizar el material en su trabajo para descubrir si, efectivamente, los caramelos poseían algún tóxico.

—Pero no lo entiendo, Gulf, tú también has sido un extraño alguna vez, ¿tampoco debí haber aceptado todo lo que al principio me has dado? —le preguntó el menor con la intención de sacarse las tantas dudas que en su mente se alojaban, mirándolo con interrogación.

—Es diferente, Mew. Yo soy bueno, ellos no, ellos solo quieren hacerte daño —respondió sin querer darle muchas vueltas al asunto, pues no se le ocurría otra cosa más que podría responder a la incógnita que le planteaba el otro.

Sin embargo, no fue una respuesta válida para el ojiverde puesto que aquello no hizo otra cosa que generarle aun más dudas. Sin bien, lo que contestó Gulf no era mentira, no era lo que Mew quería escuchar, no respondía a lo que él preguntaba. Estaba de más decir que sabía con certeza que Gulf era una buena persona, pero el tema era el siguiente: ¿cómo se suponía que iba a saberlo cuando recién lo había conocido?

—Yo no sabía si tú eras bueno o no —replicó Mew al momento que el castaño le abrió la puerta del copiloto de su auto—. Entonces, ¿cómo sabes que ellos, como tú dices, quieren hacerme daño? ¿Cómo haces para distinguir a las personas buenas de las malas? ¿Sólo por ser un extraño significa que es alguien malo? ¿Y si es un extraño bueno, así como tú?

Gulf respiro hondo, intentando analizar cada una de esas preguntas. Sin duda, era un muy buen punto el que expuso el rizado, mas le era imposible poder armar una respuesta coherente que tuviera sentido dado que sus pensamientos se veían cubiertos por una neblina espesa que no le permitía razonar. Se sentía bastante abrumado y lo único que le importaba en ese momento era la seguridad de Mew, quería sacarlo ya de aquel sitio peligroso y ponerlo a salvo en su departamento, donde allí nadie podría causarle daño.

—Mew, hace frío, ¿quieres por favor subir al auto? —habló señalando con la mano el interior del vehículo, buscando que el chico de orbes esmeralda le hiciera caso y evitaran hablar del tema, pero éste negó con la cabeza.

—Quiero que me respondas, Gulf —le contestó Mew, mirándolo directo a los ojos y, sin ningún tipo de temor o vergüenza, dio un paso hacia delante, de modo que quedó mucho más cerca de la persona que le provocaba un torbellino de emociones en su interior—. Hay muchas cosas que no entiendo y no quiero seguir guardándome las preguntas. Me gusta que me protejas, sabes, pero no entiendo por qué alejas al mundo entero de mí cuando salimos, ni por qué dices que quieren hacerme daño, ni por qué no me has dejado comer el dulce, tampoco sé por qué...

Pelîgrō dē Êxtīnción ೫ MēwGûlf [Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora