«Capitulo 17»

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[Maratón 1/3]





—¡Kanawut!

La voz gruesa de un hombre resonó desde lo lejos, ocasionándole un gran respingo a Gulf, quien, al instante, se puso en alerta, alejándose del rizado al tiempo que le soltó de las manos. El miedo se apoderó de todo su ser; alguien los había descubierto. Por un segundo entró en pánico, pues muchas cosas estaban en juego. Lo que más le preocupaba, además de quedarse sin trabajo, era que le podrían quitar la custodia de Mew. No quería perderlo. Sin embargo, apenas dirigió su mirada al dueño de aquella voz, se relajó por completo, soltando todo el aire que había retenido.

La interrupción de un tercero fue, para él, como una bofetada de la realidad para que despertara de la hipnosis y cayera de golpe al mundo real, fue como una señal que le ayudó a darse cuenta de que lo que estaba a punto de hacer no era para nada correcto. ¿Besar a Mew? ¿Acaso se había vuelto loco? Él era su tutor, lo que significaba que no podía siquiera pensar en besarlo.

Se encontraba muy enojado consigo mismo, no paraba de reprenderse por el acto que había estado a punto de llevar a cabo. No podía perder el control de esa manera otra vez y, por tal razón, establecería sus propios límites con Mew.

El hombre de unos treinta años, quien era el encargado de pilotear el helicóptero, se acercó al lugar en el que estaban los dos jóvenes. Una vez enfrente de ellos, lo primero que hizo fue observar con determinación a Mew de pies a cabeza, deteniéndose en sus ojos verdes. Hace mucho tiempo que no se topaba con una mirada verdosa y, quizá, aquel fue el motivo por el que se lo quedó mirando más de lo debido, logrando de este modo intimidar al rizado con sus grandes ojos grises. Éste se sonrojó, encogiéndose sobre sí mismo y se colocó junto a Gulf, buscando protección.

—Lo siento por... bueno por... —el hombre se aclaró la garganta, algo incómodo con la situación—... interrumpirlos. Pero se me agota el tiempo, Kanawut, es ahora o nunca.

Gulf solo se limitó a asentir, puesto que todavía seguía abrumado con lo que había sucedido, le costaba asimilar que de no ser por Bryem hubiera besado a Mew. Aunque, también se sentía igual de incómodo que el de ojos grises, estaba seguro de que ahora él pensaría que ellos dos eran novios, luego debía aclararle que no era así para evitar algún tipo de problema.

Sin más, Bryem caminó a pasos apresurados en dirección al helicóptero, el cual se hallaba justo en el centro del sitio. Los otros dos lo siguieron, pero a pasos no tan acelerados.

—Entonces, ¿quieres viajar por el cielo conmigo? —le preguntó el castaño en un murmuro apenas audible, de modo que solo pudiera escucharlo Mew, intentando, de paso, hacer contacto visual con él, mas no lo consiguió. No se animaba a mirarlo, pero sí logró ver de soslayo como el menor asentía con la cabeza mientras se abrazaba así mismo por el frío.

Bryem deslizó una de las puertas de aquel helicóptero para que pudiesen subir las dos personas que lo acompañarían, por única vez, en su vuelo y, a continuación, se adentró en la cabina de control, de manera que lo pudiera poner en marcha lo más rápido posible.

Cuando Gulf ayudó al menor a subirse, las hélices ya se encontraban en movimiento, tomando velocidad para que luego se pudiera despegar sin ningún inconveniente. Una vez que ambos jóvenes ya estaban dentro, el castaño se encargó de abrocharle muy bien el cinturón de seguridad, comprobando que estuviera completamente seguro. No quería que le sucediera daño alguno, quería que estuviera lo más protegido posible todo el viaje. Él se encargaría de vigilarlo, sin embargo, había algo que se le olvidaba y era el pequeño detalle de que vigilarlo conllevaba observarlo constantemente y lo que menos se atrevía a hacer en aquel momento era mirarlo. No sabía cómo diablos haría para verle a los ojos y no recordar el reciente deseo que le surgió de besarlo.

El helicóptero despegó de la superficie sin más, tomando vuelo, incorporándose en el nublado cielo gris, haciéndole compañía a las solitarias nubes que vagaban por allí; aquellas nubes de las cuales Mew anheló demasiado estar cerca de ellas.

El ojiverde se encontraba emocionado a más no poder por el hecho de estar volando por el cielo. Todavía no lo podía creer, le costaba muchísimo asimilarlo. Miraba a través de una gran ventanilla, con una tremenda felicidad, todo a su alrededor, con una gigantesca sonrisa estampada en el rostro, sintiéndose muy impresionado por el encantador paisaje que Gulf le había otorgado la oportunidad de presenciar de cerca. Y a pesar de que no era un día espléndido, él lo disfrutaba como si fuese el mejor día de su vida y bueno... en definitiva, lo era.

¿Qué más podía esperar? Gulf ya le había cumplido su más deseado y, según él, inalcanzable sueño. No cabía duda de que era su mejor cumpleaños. Aunque había algo que Mew no sabía y era que, además de estar cerca de las nubes, también estaba un poquito más cerca de sus padres, pues el dicho cristiano o católico hace referencia a que las almas de los cuerpos sin vida se dirigen al cielo.

En un momento dado, el rizado desvió su verdosa mirada del maravilloso paisaje y la envió hacía el chico que se hallaba sentado a su lado, recordando a la perfección lo que había ocurrido, minutos atrás, entre ellos dos. Él no era tonto y sabía muy bien que hubiera sucedido si aquel hombre no aparecía. Sabía que Gulf había querido besarlo y eso le producía un sinfín de emociones que le hacían sentir aun más dichoso de lo que estaba.

El castaño, por otro lado, podía sentir la mirada de Mew puesta en él, pero no se animaba a devolvérsela. En cambio, se mordió el labio inferior, intentando disminuir los nervios que le generaba la mirada del menor. No obstante, al notar que no dejaba de observarlo, decidió respirar hondo y tomar el suficiente valor que se necesitaba para así poder corresponder el contacto visual.

Sus miradas se hallaron una vez más, de modo que a Mew le dejó de interesar el contexto en el que se encontraba, las nubes y el cielo pasaron a un segundo plano, siendo desplazados por los bonitos orbes azules de Gulf, que sin duda le encantaban más que cualquier otra cosa.

El ojiverde ya lo tenía en claro; él le gustaba y, pues, lo sabía porque jamás se había sentido de aquella manera... Lo sabía porque lo sentía. Sin embargo, Gulf no tenía ni una miserable idea de lo que le estaba pasando con Mew, él se negaba rotundamente a creer que se sentía atraído hacía el rizado. Aceptaba que era un chico demasiado adorable y bonito, pero no podía sobrepasarse. Era imposible que Mew pudiese gustarle, es decir, era algo moralmente incorrecto.

Por lo tanto, se convenció así mismo de que lo que le sucedió con Mew no era más que efectos causados por la falta de relaciones amorosas. Sí, no se le ocurrió mejor idea que convencerse de que estaba necesitado y ya, eso era todo.

El rizado sonrió marcando sus característicos hoyuelos, dejando a la vista sus blanquecinos dientes, para luego correr la mirada y regresarla a la ventanilla. Aunque le fue imposible no dejar de pensar en el castaño. Soltó una risita inocente al imaginarse cómo sería que él lo besara. Nunca había dado su primer beso y creía que Gulf era el indicado para dárselo.

Pelîgrō dē Êxtīnción ೫ MēwGûlf [Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora