Capitulo 29

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No había nada en lo absoluto que lo apresurara. Ahora que las aguas se habían calmado, luego de aquel feroz maremoto que apareció sin presagio alguno y que irrumpió de modo aterrador en la rutina de GuIf, él podía respirar con tranquilidad, sin poseer preocupación alguna más que el bienestar del chico que estaba situado en el asiento del copiloto. Conducía con evidente tranquilidad bajo la noche estrellada de aquella madrugada, poblada de unas que otras grisáceas nubes que amenazaban con dar inicio a unas leves precipitaciones.

No había siquiera necesidad de encender la radio o de colocar música para rellenar el silencio que se instalaba en el ambiente, pues no hacía falta debido a que Mew aun no se dormía, de modo que su voz rompía con todo el silencio. Continuaba hablando con pésima dicción por culpa de los efectos del alcohol, pero a pesar de eso GuIf entendía a la perfección cada palabra que su novio dejaba escapar de su boca. Algunas cosas le daban gracia, otras le causaban ternura y otras lo avergonzaban, haciendo que sus mejillas ardieran.

—¿Cuándo te diste cuenta que... te gustaban los chicos? —preguntó Mew de repente, con la curiosidad golpeándole en el pecho, mientras observaba con una sonrisa a través de la ventana el exterior.

Su visión se encontraba borrosa, y aunque estuviese sentado con la espalda recargada en el respaldo del asiento del auto, no dejaba de estar mareado, sintiendo que su alrededor daba vueltas sin parar. Y el hecho de ver como las casas o los edificios pasaban con rapidez era alucinante dada su situación, pues él mismo se imaginaba que estaba en una especie de montaña rusa que recorría la ciudad.

—Mejor volvamos a cuando decías que soy hermoso —contestó el chico de orbes azules, evadiendo el tema.

—Bueno, eres hermoso —dijo, riéndose—. ¡Peeero, respondee! —añadió subiendo su tono de voz, al tiempo que dirigió su mirada hacia él, poniendo su mejor carita de perro mojado—. No seas malo, GuIf...

GuIf suspiró, echándole un ligero vistazo de soslayo, para luego esbozar una sonrisa. Le era imposible resistirse a los encantos de aquel joven que, a pesar de su ebriedad, se veía jodidamente bonito. Y pensó en la idea de que quizá Mew, al despertarse por la mañana, ni siquiera recordaría gran parte de esa conversación, por lo que accedió a responder:

—Fue hace unos años, cuando comencé a sentirme atraído hacia mi... —respiró hondo, trayendo al presente pequeños fragmentos de recuerdos de su pasado—, entrenador.

—Oh, ¿y q-qué sucedió?

—Nada, nunca lo supo.

El de ojos azules sentía deseos de saber también cómo él había descubierto su homosexualidad, pero no le pareció correcto sacarle información teniendo en cuenta el estado en el que estaba. No quería conocer más en profundidad a su pareja de aquel modo, aprovechándose de su ebriedad para que hablara. Así que, dado sus principios, se prohibió realizarle preguntas personales a Mew durante esa noche.

—¿Cuándo diste tu primer beso? —preguntó el rizado, riéndose porque nada a su alrededor parecía querer quedarse quieto.

—No lo recuerdo bien, creo que a los doce.

—¿Te he dicho qué... tú me has dado... mi primer beso, no?

—Sí, ¿por qué mejor no jugamos a algo? ¿qué te parece? —sugirió el castaño con una expresión de diversión en el semblante, deteniendo el auto en un semáforo en rojo—. Este juego es buenísimo, escucha, el que resiste más tiempo sin hablar gana.

Mew soltó una sonora carcajada, la cual GuIf disfrutó escuchar.

—Ese juego es para tontos —dijo entre risas.

Pelîgrō dē Êxtīnción ೫ MēwGûlf [Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora