Capitulo 32

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Primer día de entrenamiento. GuIf hizo todo a su alcance para conseguir que aquel primer día fuera lo más tranquilo y liviano posible, al menos para su persona favorita en el mundo. Comenzaron con lo básico, apartados de los demás reclutados, los cuales al percatarse de que allí había un chico de ojos verdes quedaron anonadados. Y nadie los culpaba, pues era la primera vez, desde que habían creado la corporación en contra de la desigualdad, que una persona de aquella característica se atreviera a entrenar allí.

En medio del genocidio, Mew estaba haciendo historia. Aunque claro, el objetivo era no divulgarlo. Por cuestiones de seguridad nadie, más que los agentes y reclutados, debía saberlo. Si bien la corporación estaba consciente de que los del clan ya habían avanzado a la siguiente misión, dejando a un lado a la escasa cifra de personas de ojos verdes que aún quedaba, ellos pretendían seguir protegiéndolos; y a Mew más a que a nadie, por ser el primero de los suyos en tener el valor de ingresar a allí.

Los superiores de GuIf admiraron mucho aquello, por lo que le permitieron a este ser su instructor y, además, le otorgaron la posibilidad de que el menor pudiera realizar las actividades a su ritmo, sin seguir con el estricto cronograma de los otros.

Por lo tanto, GuIf aprovechó al máximo eso, haciendo que su novio realizara los ejercicios como pudiera, sin presionarlo y sin dejar que se agitara demasiado. Lo cuidaba con el mismo amor y la misma preocupación que le tenía alguien que cuidaba a un bebé que recién empezaba a caminar, resguardándolo de cualquier daño que se pudiera causar.

De aquel modo fueron transcurriendo los días. Todas las tardes, al finalizar las clases que le daba Praim, Mew se adentraba a un auto blindado que lo llevaba hasta la central de la corporación, sitio en el que se reunía con Gulf para irse a continuar con el entrenamiento diario.

Cada día el ojiazul aumentaba un poco más la exigencia con los ejercicios que tenían que ver con la resistencia, la fuerza, la agilidad, y demás. Habían empezado con actividades ligeras, pero a medida que avanzaba el tiempo, aquellas simples actividades se iban incrementando en el nivel de dificultad. De esta manera, Mew intensificaba sus capacidades, convirtiéndose en un chico más fuerte y atlético.

Correr se transformó en una acción muy cotidiana, la cual desarrollaban siempre que tenían la oportunidad. Corrían tanto como los pulmones del chico de ojos verdes resistieran. Descansaban, se hidrataban, y volvían a correr. Más tarde, marcaban presencia los distintos tipos de abdominales, de flexiones de brazos, de sentadillas, etcétera.

También habían comenzado a practicar las tácticas de pelea. GuIf le enseñó los diferentes golpes que se pueden dar, cómo y dónde darlos dependiendo de los movimientos de su oponente, cómo esquivar un golpe y cómo protegerse de uno. Le explicó paso a paso muchas maniobras de pelea que le ayudarían a derribar al enemigo.

Así permanecieron día tras día, exceptuando los fines de semana. Mejorando cada vez más su rendimiento, perfeccionando los golpes, ganando destreza; dejando completamente atrás a aquel débil y miedoso chico que no servía para nada.

Nunca faltaban aquellos instantes en los que a Gulf se le desbordaban las ganas de besarlo, aunque fuese un mínimo roce de labios. Se moría por hacerlo, así como se moría por mimarlo cuando se lastimaba. Pero de sobra sabía que había cámaras por todos lados, por lo que no existía forma de demostrarse amor de pareja sin que nadie los viera.

El entrenamiento continuaba su curso con normalidad, hasta que el castaño por fin, después de meses de conocerlo, empezó a cuestionar el funcionamiento de Mew. No entendía que ocurría con él, pero a medida que avanzaban con el protocolo le iban surgiendo miles de inquietudes con respecto a su aprendizaje. Es decir, ¿cómo era posible que su novio lograra hacer todo tan bien, en tan poco tiempo, y sin experiencia previa? Si a la mayoría de reclutados les costaba, ¿por qué a Mew no le costaba casi nada? No conseguía encontrar respuestas a aquellas incógnitas que le taladraban la mente con cierta constancia.

Le llovían las dudas sin cesar, mas trataba de no darle demasiada importancia. Pensaba que tal vez, sólo tal vez, el rizado le había mentido al decirle que jamás había hecho algo similar a un entrenamiento. Pero... era absurdo, ¿por qué le mentiría en algo así?

Pronto recordó esos instantes en los que Mew, con su singular habilidad, lo había sorprendido haciendo cosas que, él creía, no era capaz. Trajo al presente aquel día en el que su novio dibujó en las paredes de su habitación nubes realistas, muy impresionantes, siendo que él nunca antes había dibujado ese estilo. También recordó esa mañana en la que, sin ayuda, Mew había cocinado galletas que le quedaron espectaculares, y nunca había utilizado un horno, ni hecho galletas. ¿Suerte de principiante?

¿Y qué hay de ahora? GuIf le había enseñado técnicas de pelea, y al poco tiempo, Mew ya sabía incorporar a la perfección esas mismas técnicas mientras peleaba, derribándolo a él. Muchos dicen que el aprendiz supera al maestro, pero, ¡¿tan rápido lo estaba superando?!

Años de entrenamiento tuvo que soportar Gulf para llegar a donde estaba en aquel instante. Años y años en los que su entrenador ni siquiera lo trataba bien. Y Mew en ni más ni menos que dos meses ya coordinaba con excelencia las estrategias de combate que se le había enseñado.

O quizá lo que ocurría era que GuIf era un muy buen instructor y le enseñaba tan bien a su novio que éste aprendía extremadamente rápido. Claro, debía de ser eso... seguro.

—Gulf, hay algo que me tiene un poco preocupado —admitió el más joven, unos minutos después de haber ingresado al auto de su pareja. Había estado esperando a que llegara el momento indicado para decirle, pero no creía que podría seguir esperando. Necesitaba contarle, necesitaba escuchar la respuesta indicada para que se tranquilizara.

—A mi me está preocupando tu altura, sabes —contestó GuIf con diversión, entretanto se colocaba el cinturón de seguridad.

Mew se rió ante aquel comentario, pues era verdad que se encontraba en plena etapa de crecimiento y la mínima altura que iba adquiriendo era más notoria al estar a un lado de su novio.

—Pero, dime, ¿qué te preocupa? —indagó el castaño.

—Es que desde hace un tiempo estoy presintiendo algo que no... que no me agrada —dijo con nerviosismo, y tragó en seco—. Al principio pensé que era algo tonto, algo que lo olvidaría. Pero... —suspiró, dirigiendo su mirada a los ojos del otro—... no puedo dejar de intuir eso y siento que cada vez falta menos para que suceda.

La intuición: otra de las habilidades que le producía muchísima duda a GuIf.

—¿Qué es lo que sientes que sucederá? —inquirió con curiosidad, elevando una ceja.

—Que... estarás con... otro —contestó Mew en voz baja, al momento en el que se le formaba un nudo en la garganta. Las ganas de llorar eran evidentes, dado que se reflejaban en su mirada al ver que sus ojos se cristalizaban. Le dolía algo que aún no había pasado.

—No, bebé, yo jamás haría algo así —aseguró GuIf con el fin de tranquilizarlo, sintiendo el mismo dolor que su chico. Una de sus manos se ubicó sobre la mejilla izquierda de él, y le acarició despacio—. Nunca estaría con otro, a menos que tú me dejes. Es una promesa —dijo con honestidad—, y GuIf Kanawut jamás rompe sus promesas.

Y sin más, lo besó. Pero resultó ser un beso húmedo, en consecuencia de que las lágrimas que el menor se ocupaba de retener se escapaban sin lograr detenerlas. Aquellas gotas saladas descendieron por sus mejillas y algunas estorbaron en el beso.

—No quiero perderte, GuIf, no dejes que me alejen de ti —musitó el menor en medio del llanto. Se había hecho fuerte de cuerpo, pero todavía seguía siendo débil de alma.

Gulf se desabrochó el cinturón de seguridad lo más deprisa que le fue posible, para después lanzarse a abrazar a su chico, aferrándose a él.

—No lo permitiré, bebé, no te preocupes —mencionó en un murmuro, intentando aliviarlo.

Se separó un poco del cuerpo de Mew, y entonces volvió a unir sus labios, consiguiendo apaciguar la angustia que el susodicho sentía. Los besos del chico de orbes azules lograban hacer que su novio se olvidara de todo aquello que le preocupaba. Con los besos de GuIf, Mew dejó de pensar en la posibilidad de que su novio se acostara con otro, confiando en la promesa que él le había hecho.

En ese preciso momento, el rizado tuvo un buen presentimiento; esa noche algo cambiaría.

Pelîgrō dē Êxtīnción ೫ MēwGûlf [Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora