Capitulo 25

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Una vez, hace bastante tiempo, Mew había leído en alguna parte una frase que le había llamado mucho la atención. No recordaba muy bien las palabras exactas por las que estaba compuesta aquella frase, pero sí recordaba el concepto que quería trasmitir. Ésta decía algo más o menos así: "Uno decide hacer un cambio solo cuando se está demasiado incomodo con algo". En su momento, esa frase no había dejado de rondar por la cabeza de Mew, hasta que tiempo después logró olvidarla. Él nunca antes había cuestionado sus propias decisiones que había tomado en un principio, hace alrededor de cinco años, por lo que jamás se había planteado realizar un cambio, pues la verdad era que se sentía muy cómodo tal como estaba.

Sin embargo, su vida tomo una dirección totalmente diferente cuando se incorporó dentro de la vida de una persona que desconocía, de la cual jamás se imaginó que se enamoraría. Si bien, desde la primera noche en que lo vio se sintió atraído hacia él, nunca pensó que esa atracción física pronto se combinaría con la atracción emocional, descubriendo, de este modo, que era amor lo que él sentía por GuIf.

Ante todo esto, Mew dejó de sentirse cómodo consigo mismo dentro de la nueva situación en la que transitaba y con los nuevos sentimientos que estaba experimentando. Y solo entonces recordó aquella frase del pasado, entendiendo que sí, efectivamente, era hora de un cambio. Fue así como el chico de bellos orbes verdes decidió, al fin, abandonar el personaje que el mismo se había encargado de crear. Visto que su vida no volvería a ser como antes, comprendió que ya era tiempo de madurar, de crecer, de dejar de huir de la realidad. Era tiempo de salir de su zona de confort y enfrentar la vida como se debía.

—Me has acompañado durante muchísimo años, Ghulen, pero es hora de decirte adiós —dijo Mew, observando al osito de felpa que sostenía con una mano, despidiéndose para siempre de él, para luego meterlo dentro de una bolsa negra de nylon—. Diecisiete años y todavía continuaba durmiendo con un peluche, debería darme vergüenza.

Dicho eso, envió su mirada a la mantita de color azul que descansaba sobre la cama. Al igual que el osito, aquella manta lo había acompañado desde tiempos que ni siquiera recordaba, pero le daba mucha pena meterla dentro la bolsa, en consecuencia de que el color azul le recordaba de manera instantánea los ojos de GuIf. Y por ese motivo, optó por dejarla allí como estaba, siendo éste uno de los pocos objetos que no guardaría dentro de la bolsa.

En la misma metió la gran mayoría de cosas que se encontraban distribuidas por su habitación, tales como dibujos muy infantiles que él había hecho, algunos cuentos y juegos que entre GuIf y Praim le habían comprado, etc. Muy decidido guardó todos los peluches, exceptuando uno en especial: el que el chico de ojos azules le había regalado para su cumpleaños.

Al terminar con su tarea de recolección, cerró la bolsa haciéndole un nudo y, puesto que su intención no era tirar todo aquello a la basura, guardó la bolsa como pudo dentro de su armario, en un rincón bien apartado, dejando esos objetos, que ya formaban parte de su pasado, encerrados allí.

—Veo que te lo has tomado demasiado en serio —habló de repente Gulf desde el umbral de la puerta, quien ya estaba vestido con su uniforme de trabajo, listo para marcharse.

Mew se sobresaltó apenas lo escuchó, puesto que ni siquiera se había percatado de que él se hallaba allí, observándolo. Su mirada viajó con rapidez hasta encontrarse con el deslumbrante azul de los ojos del otro. Entonces, sonrió, porque no le salía hacer otra cosa al tenerlo enfrente.

—Por alguna razón pensaba en regalarte algún peluche cuando, por ejemplo, cumpliésemos el primer mes como pareja, pero creo que deberé cambiar de opinión —le dijo el castaño, mientras se acercaba hacia él.

—Oh, no, Gulf. No pienso guardar nada que tú me regales, de hecho el peluche que me regalaste en mi cumpleaños aun sigue en su lugar —contestó el ojiverde con prisa, señalándole el sitio en el que se encontraba aquel objeto especial digno de permanecer fuera del armario—. Pero, ¿eso significa que... nosotros... mm... somos pareja?

—No lo sé, Mew —mencionó Gulf sonriendo con cierta picardía, entretanto colocó sus manos alrededor de la cintura del menor, atrayéndolo hacia sí, recibiendo la completa correspondencia del susodicho—. Dime, ¿quieres ser mi bonito y adorable novio?

Y ciertamente, era imposible que Mew pudiese sentirse más feliz en aquel instante. Se desbordaba de inmensa alegría, dado que por mucho tiempo pensó que jamás ocurriría el momento en el que un chico que le gustara le preguntara tal cosa. Era la primera vez en su vida que sería novio de alguien y asimismo, la primera vez que tendría novio. Había soñado tanto con aquel momento, que le costaba trabajo poder creérselo, es decir, estaba a solo un paso de ser pareja de GuIf Kanawut.

Entusiasmado a más no poder, asintió con la cabeza frenéticamente, enseñándole la mejor de sus espléndidas y maravillosas sonrisas. GuIf le devolvió la sonrisa de la misma manera, sintiéndose igual de feliz por lo que estaba sucediendo en ese precioso instante entre ellos. No tardó mucho en estampar sus labios contra los de Mew, uniéndolos en un perfecto y especial beso, pues no era ni más ni menos que su primer beso como novios.

¡Al diablo si Mew era un chico de ojos verdes! ¡Al diablo si se suponía que debería estar con una chica! ¡Al diablo todo! Mew era suyo y no le interesaba más nada. Aunque, no obstante, una pequeña parte de GuIf sentía que estaba traicionando a su país. Pero, ¿en verdad era traición? Él nunca había tenido la intención de que las cosas terminaran así, pero ¿qué más podría haber hecho? Se enamoró del mismo chico que estaba enamorado de él, hubiera sido un completo estúpido si desaprovechaba la oportunidad de volver a ser feliz con alguien.

—No quiero que te vayas, GuIf, quédate conmigo —le pidió el rizado, segundos después de haber dado por finalizado el beso.

—No sabes cuánto me gustaría quedarme contigo, pero debo irme —explicó el castaño con un dejo de tristeza, dibujando una mueca en su rostro—. Además, enseguida llegará Praim y debes prometerme que no le dirás absolutamente nada, Mew. Nadie debe enterarse de esto.

—No le diré nada, no te preocupes, GuIf. Ella ni siquiera sabe que prefiero a los chicos, o no sé, tal vez mamá se lo habrá dicho... Como sea, no le diré.

—¿Tu madre lo sabía? —pregunto el aludido de repente, sin pensarlo previamente.

Sabía.

Mew sintió una pequeña oleada de tristeza al haber escuchado aquel verbo en pasado, puesto que aun le costaba mucho trabajo entender y aceptar que su madre ya formaba parte del pasado. Pensar en la simple idea de que ya no la volvería a ver nunca más en su vida le producía un gran dolor en el pecho; un dolor que, a pesar de querer ser reprimido, aclamaba ser sentido. GuIf, al presenciar la expresión de aflicción que ahora dominaba en el semblante de Mew, percibió a la perfección lo que estaba sintiendo a su chico. Por este motivo, decidió envolverlo entre sus protectores brazos, pretendiendo ahuyentar con sus cálidas caricias el sufrimiento que se infiltró sin permiso dentro del ojiverde.

—Perdón —se disculpó GuIf en un murmuro, completamente apenado—.Vuélveme a pedir que me quede, y lo haré.

—N-no... e-está bien —contestó el menor balbuceando sin apartarse del cuerpo del otro, tratando de contenerse y no echarse a llorar otra vez por la ausencia de sus padres—. Sería inútil, ya ha llegado Praim.

GuIf elevó una ceja, confundido, sin entender la razón de cómo podía estar tan seguro Mew de afirmar tal cosa.

—¿Cómo es que puedes saberlo? —cuestionó éste, apartándose mínimamente del chico de orbes verdes para mirarlo de frente.

—Intuición —respondió él con simpleza.

El castaño lo miró con interrogación, pensando en que, tal vez, no existían muchas posibilidades de saber con certeza aquello solo por una intuición. Se le dificultaba un tanto creer en Mew, pues dudaba que pudiese ser cierto que le atinara sin razón alguna. Sin embargo, GuIf se quedó atónico cuando, segundos después, escuchó el sonido del timbre que resonó por todo el departamento.

¿Casualidad? Sí, quizá no fue más que una simple casualidad. Aquella fue la única respuesta coherente que podría dar lugar a la explicación del reciente suceso; o al menos esto era lo que GuIf quería imaginarse para no indagar más a fondo sobre el tema. Pero había algo que él no sabía, algo que, a pesar de su relevancia, ignoraba por completo y esto era la repercusión que, en un futuro no muy lejano, causaría éstas tangibles y singulares cualidades que Mew manifestaba. Cualidades que, a pesar de los indicios, GuIf no se atrevía a considerar.

Pelîgrō dē Êxtīnción ೫ MēwGûlf [Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora