«Capítulo 22»

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Una fuerte y estruendosa tormenta se había desencadenado afuera. La oscuridad de una fría noche de invierno era inundada por cientos y cientos de pequeñas gotas que decidían abandonar su respectiva nube para poder ser libres y así conseguir su preciado, pero ligero, instante de vuelo por el aire londinense, hasta caer, por culpa de la gravedad, e impactar contra lo que sea que su destino le deparaba. 

Algunas gotas caían en el asfalto de las calles, creando charcos, otras tenían la suerte de poder brindarles ayuda a la especie vegetal, hidratando la tierra de los espacios verdes que se distribuían en la ciudad, otras caían sobre vehículos dificultándoles su trayectoria. Pero, las gotas que más le molestaban a Mew eran aquellas que les tocaba la tarea de atacar la ventana de su habitación.

Le daba miedo permanecer allí, solo, en medio de las penumbras. Le asustaba de sobremanera oír los truenos que, cada tanto, se hacían escuchar con mucha potencia. Y eso no era lo peor, pues la dicha ventana se encontraba mal cerrada, por lo que una leve brisa helada se infiltraba desde el exterior, provocando que las cortinas se movieran apenas un poco. De este modo, se creó un ambiente demasiado aterrador para Mew. Una cosa era soportar el sonido estremecedor que ocasionaban los truenos, pero otra cosa muy distinta era observar desde la oscuridad que las cortinas se movieran por si solas con los truenos de fondo. Una escena que, sin una pizca de duda, era lo suficientemente escalofriante como para intentar resistir toda una noche allí solo.

El ojiverde temblaba, espantado, estando sentado con las piernas cruzadas sobre su cama mientras apretaba con fuerza entre sus manos las mantas que lo cubrían. Su corazón palpitaba de un modo acelerado, haciendo que se le dificultara la respiración. Con cada ruidoso trueno que se escuchaba su pecho parecía cerrarse cada vez más. El nerviosismo combinado con el pánico lo envolvieron hasta cubrirlo por completo. Ya ni siquiera conseguía llenar sus pulmones de oxígeno, por lo tanto buscó con rapidez a su osito y al encontrarlo, quitó su inhalador de allí dentro, dispuesto a realizar el procedimiento que lo alejara de una muerte tan desesperante como lo era la asfixia.

Habiendo recuperado la regularidad de su respiración con ayuda del inhalador, decidió salir de aquella terrorífica situación que le causaba tanto miedo, para después adentrarse en la habitación de Gulf buscando nada más que un refugio, dado que eso era exactamente Gulf para Mew: Un refugio.

El chico de ojos verdes pensó que el castaño quizás, al ver las condiciones en la que se encontraba, le permitiría pasar la noche junto a él, a pesar de todas las veces que el susodicho le advirtió que no podía hacerlo. Pero no le importaban sus advertencias, sabía que si le explicaba lo que sucedía, Gulf lo iba a entender.... Grave error.

Ni siquiera tuvo tiempo para intentar despertarlo y así contarle la horrible situación que estaba viviendo, ya que el castaño a penas escuchó un ligero ruido se incorporó de golpe en la cama, dándole un pequeño respingo a Mew. Miró al menor e instantáneamente frunció el ceño, pues no podía creer que otra vez lo estaba desobedeciendo.

—Mew, ¿Qué te he dicho? Tienes tu propia habitación, hazme el favor y ve a utilizarla, ¿Quieres? —espetó Gulf con autoridad, sin percatarse de lo duras que fueron sus palabras.

El rizado, intimidado en su totalidad por el tono demandante que utilizó el chico de orbes azules, lo miró con estupefacción, quedándose petrificado en su lugar. ¿Aquel era el mismo GuIf dulce y amable que había conocido hace tiempo atrás? No, claro que no, ese no era GuIf... Extrañaba al antiguo GuIf.

—Ve a tu habitación, Mew —le ordenó el aludido, esta vez con un tono de voz más suave que el anterior.

Y Mew no tuvo otra opción que darse la vuelta y marcharse cabizbajo, con la tristeza golpeándole en su pecho. Se sentía sumamente desilusionado, abatido y afligido por la desdicha que le causaba el castaño. Mew descubrió que había algo peor que soportar las temerosas noches de tormentas, y eso era soportar que la única persona que en su vida más feliz lo había hecho, lo tratara de ese modo tan feo. Sí, eso era mucho peor. Le dolía demasiado, pues nunca se imaginó que GuIf también entraría en la lista de todas aquellas personas que le hicieron sufrir con su maltrato.

Pelîgrō dē Êxtīnción ೫ MēwGûlf [Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora