Segunda parte

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Subí a mi cuarto corriendo, pero en un escalón me torcí el pie y caí de las escaleras, mi papá me cargó y me acostó en el sofá, de inmediato me puso hielo, pero el dolor no bajaba, así que terminaron regresando al doctor.

Cuando le dieron el resultado a mi mamá si había sido una simple torcedura o si me lo había dislocado, a lo que le respondieron que debía de tener cuidado porque el hueso empezaba a desmoronarse por falta de calcio, así que me dio un pomo amarillo, con sabor a plato, tenía que volver a calcificarme.

Al regresar a la casa, mi mamá me subió un vaso de leche y una rebanada de pan, yo no quería comérmela pensaba en las calorías que consumiría, lo hice a un lado y le dije a mi mamá:

-Discúlpame.- Y me acosté dándole la espalda ella me acarició el cabello y dijo:

-Te amo Sofía.- Se paró de la cama y al cerrar la puerta escuche un sollozo.

Me quedé pensando muchas cosas, recordaba las cosas que me decían, la burla hacía mi cuerpo, la vez que la báscula marcó 87 kilogramos y después lo relacioné con mi regreso a clases los comentarios que surgirían, mi cuerpo ya no era el mismo, mis huesos de la clavícula se salían por completo, en el hombro se alcanzaba a distinguir donde acababa y empezaba el otro hueso y la conexión de ambos, los pantalones me quedaban grandes, ya lo estaba consiguiendo, pero estaba perdiendo mucho a cambio, familia, amigos, los chicos ya no me interesaban, nada importaba ya, solo quería un cuerpo bonito

FragilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora