8- Huérfanos y casas vacías

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Un amplio vagón de tren solo para ellos, con tres cuartos, baños y sala de estar. Yuuri se había encargado de cubrir su presencia y la del purasangre más joven utilizando su magia, quedando demasiado agotado como para si quiera fingir disfrutaba del viaje o el paisaje, encerrándose así en un cuarto y sin dejar que nadie entrase, y eso incluía a Víctor.

Frustrado por el rechazo del inmortal, Víctor termino en la sala de estar junto a Phitchit y Yuri, que jugaban una partida de ambos contra Otabek en un tablero de ajedrez. Se quedó observando un rato hasta que en verdad al dúo se le iba a hacer imposible remontar tal juego.

— ¿Dónde está Mila? — Otabek a penas le dirigió la vista unos segundos.

— Mila sigue el tren junto a otro grupo siguiendo las vías en caso de que aparezcan quienes puedan rastrear a Yuuri— Dijo con tono tranquilo— Jaque...

— Creí que siempre estaba contigo— Suspiró Víctor, pensando en lo extraño de la relación de ellos dos... por momentos parecían pareja, en otros, compañeros de batalla.

— Mila es mi compañera y me gustaría tenerla cerca, es cierto, pero no puedo impedir que haga en lo que es buena y es necesaria...— La cabeza de Víctor dio vueltas y el rubor en sus mejillas causo gracia en Phitchit.

Si eran pareja, incluso se habían unido en un pequeño ritual. Comprendían su servicio a Yuuri como algo completamente aparte, por aquella misma razón, ambos admitían amar al pura sangre... un amor romántico, que no desplazaba el que ambos sentían mutuamente. No siempre estuvieron junto a Yuuri, más habían terminado de igual manera en la labor de cuidarle y protegerlo con el paso del tiempo.

— ¿Cuándo tú... Cuando tú le das de tu sangre a Yuuri — Se atrevió a preguntar Víctor una vez Phitchit y Yurio no estaban en la sala— también duermen juntos?

— ¿Te preocupa que Yuuri tenga sexo con más personas?— Víctor bajo la mirada al notar la insistente observación de Otabek— ... — Una leve risa burlona incómodo a Víctor— Lo hago... — Abrió la boca un poco sorprendido, aunque en verdad sabía que aquella era la respuesta que obtendría. Parte de si mismo quería creer qué, teniéndolo, el pura sangre no necesitaría de alguien más— El sexo es algo que nos deja calentar nuestra sangre y permitirla circular antes de que otro vampiro nos muerda, tras perder o nacer sin ese alterable flujo sanguíneo que tienen los humanos, es nuestra vía fácil a un resultado similar— Víctor asintió en silencio, sin dirigirle la mirada aún— No lo tomes personal, si el amo solo bebiera de ti, estarías muerto...

— Hubo un tiempo en que Yuuri comía de los humanos sin mayor culpa, habían demasiados, pero ahora su existencia es tan volátil que beber todo de uno se hace impensable— Indico Phitchit sentándose junto a Otabek— Y cada vez nos acostumbramos más a nosotros...

— ¿Dónde quedó Yurio? — Pregunto Víctor.

— Prefirió pasar el viaje durmiendo— Le indico el moreno.

Se movió hacia el cuarto más pequeño, donde estaría el rubio, notando la respiración acompasada del vampiro... a Víctor aun le sorprendía un poco la facilidad con que los pura sangre podían dormir a pesar de no necesitarlo... pensaba en Yuuri... el pelinegro solía mantener una expresión afligida mientras intentaba quedarse dormido, pero luego, de repente, parecía en verdad hallar paz entre el sueño... Yurio tenia aquella misma expresión complicada. Abusando un poco de la confianza que podría llegar  tener con el rubio con si quiera una semana de conocerse, se sentó a la orilla del colchón y acaricio su cabello, suaves hebras doradas que se deslizaban con facilidad entre sus dedos, cerro con mayor cuidado la cortina del cuarto, dejando el espacio sin ningún rayo de luz de luna. 

Esos ojos, MATANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora