Capítulo 8

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"él no te merece".

Estados Unidos, Agosto 2018.

Montserrat Harrison.

Tal y como había dicho Dominick, no lo vi por una semana completa. Me hacía demasiada falta, le extrañaba todo el tiempo, y aún no entendía la razón para ello, porqué lo extrañaba aún sabiendo que a él no le importaba nada en lo absoluto. Intenté borrar todo rastro de sentimiento hacia él, pero era imposible.

Todo era absurdo.

Era viernes y venía saliendo de química, venía tan concentrada pensando en un ángel de ojos caramelos, que no supe que Erick que venía hacia mí, hasta que sentí sus manos tomar mis caderas.

Levante mi rostro de manera abrupta.

—Hola, castaña hermosa —dijo dejando un pequeño suave en mi mejilla, que se sintió cálido y bien—. ¿Esta era tu última clase?

Sonreí y asentí.

—Sí, lo es —pasé un mechón atrás de mi oreja—. ¿Tú? ¿Te falta una más?

Me sentía avergonzada y como la mala de la historia, tenía años de conocerle y no sabía aún casi nada de él, ni siquiera sus clases, era una tonta.

—No, por eso preguntaba —me regaló una sonrisa cálida—. ¿Nos vamos juntos?

Asentí. La mayoría de días habíamos tenido esa rutina, me llevaba a casa, a veces comíamos en casa o afuera. A mi hermano aún no le agradaba pero esperaba que con el pasar del tiempo, lo aceptara.

—Por supuesto —accedí.

Asintió e hizo algo que no me había esperado, al menos, no en ese momento. Tomó mi mano y le dio un suave apetron, sonreí de manera inconsciente y empecé a caminar junto a él.

Esa semana me hizo darme cuenta que si podía, si podía llegar a quererle como se merecía. Él se esforzaba tanto por hacerme sentir bien, se esforzaba porque al final le aceptara como mi pareja.

Pero aun no estaba lista para dar ese "sí". Sabía que era un paso bien grande, pero ala vez estrecho. Más aún sabiendo que me sentía de manera tonta, atraída por el ángel de ojos caramelos.

—¡Castaña! —Me sobresalté.


—¿Sí? —Pregunté confundida.

Me había quedado sumida en mis pensamientos.

—¿Quieres que pidamos algo de comer en casa o...? —Lo dejé de escuchar.

No escuchaba absolutamente nada. Solo mi corazón latiendo de manera frenética. Una extraña corriente me recorrió de pies a cabeza, acabando en la boca de mi estómago. Me sentía nerviosa, tensa, y atónita.

Era... indiscriptible lo que sentía, y lo sentía por él.

Dominick venía caminando hacia nosotros, pero su mirada estaba en una sola cosa: mi mano unida ala de Erick.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora