"Compre muchos".
Montserrat Harrison.
Ala semana siguiente, todos los días en la noche, iba al parque con una cajetilla de cigarros. Pasaba horas sentada en el culumpio esperando que Dominick llegara, pero nunca llegó.
En total, me quedé con cinco cajetillas de cigarros, porque el sábado... ya no fui. Entendí que no es bueno insistir, ni forzar las cosas.
Una parte de mí quería que él llegara, y no sé, hablar de cosas, como por ejemplo; la razón por la cual odiaba mi apellido. Pero todas mis esperanzas se rompieron el día viernes, me quedé hasta la media noche, y él —como era de esperarse—, no llegó.
Así que intenté no pensar demasiado en eso, solo intente ignorar por completo que alguna vez choqué con él, o que alguna vez vi su reacción al escuchar mi apellido.
No entendía porque razón me inquietaba algo relacionado con él, ni siquiera sabía su apellido, y sin embargo, quería saber más y más.
El domingo me estaba alistando para salir con Erick, el chico con el que salía, al fin tenía tiempo para salir y pues yo no quería quedarme en casa aburrida y pensando, porque eso es lo que hacía, pensar y pensar. Llenarme la mente de malditas inseguridades.
—Gargola —me llamó Liam—. El apestoso está afuera esperándote.
Supe en el momento que lo llamó "apestoso" que era Erick, así que sin hacerlo esperar más, salí de mi habitación.
Cuando bajé al living lo encontré sentado en el sillón jugando con una bola. Erick no era feo, es más, era el tipo de chico lindo que parece salido de una revista, su pelo es negro, es estatura promedio, piel blanca, y unos ojos de color azul. Es amable y dulce, juega fútbol y en la Universidad es bastante popular.
La verdad nunca imaginé que iba a tener un amigo, bueno, una persona como él en mi vida, porque como mencioné; soy rara y la universidad lo sabe. Pero, Erick, ignoró todos aquellos rumores desde el momento que lo ayude a pasar un examen, él se vio sincero y dijo que iba a cuidarme siempre.
Agradecí tanto su compañía, solo esperaba que no se arruinara.
—Erick —dije en modo de saludo.
Él levantó el rostro y sonrió.
—Jovencita —dijo levantándose-, que gusto verla.
Sonreí, era muy agradable tenerlo.
—Lo sé, lo sé, mi precensia siempre es agradable —dije sonando modesta.
Él rió y asintió.
—En efecto —aceptó—. ¿Lista para irnos?
Asentí.
—Así es, capitán. —Respondí.
Tomó mi brazo y lo enroscó con el de él. Sonreí inmediatamente y salimos de la casa.
Él estaba dispuesto a pedir un taxi pero me negué rotundamente, le dije que nos fuéramos caminando, él a regañadientes asintió.

ESTÁS LEYENDO
Inevitable
Novela JuvenilElla no debía de saber de su existencia. Él tenía que cumplir con su lista. Ella no debía intentar ser su amiga. Él carecía de sentimientos hacia alguien que no fuese si mismo. Ella cayó en un hoyo sin fondo. Él era el hoyo sin una salida. Ella se e...