Capítulo 12

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"Bailemos".

Montserrat Harrison.

El día, había sido un caos, no podía creer todo lo que me había pasado en unas pocas horas. Casi beso a Dominick de nuevo, quedé atrapada en un maldito ascensor, y me rescató el hermano de mi ex novio, y luego de eso, todos nos contentamos e iríamos a una fiesta juntos.

Imposible de creer.

Sin embargo, si tenía ánimos de ir a esa fiesta, quería beber como no lo hacía desde ya hace tiempo, divertirme,  y comportarme como una chica normal de veinte años.

Me puse un vestido negro que me llegaba hasta la mitad del muslo, que es cruzado por el cuello, y dejaba los brazos al descubierto.

Bien, supuse que me miraba "bien".

Al contrario de la mayoría de veces, ese día me maquillé con tiempo. Eché un poco de base en mi rostro —solo eso, ya que soy alérgica al rubor y polvo—, no tanto, para que no tuviera mucho cambio, solo para hacer contraste y más brillante mi rostro. Me delinié los ojos, una línea fina, casi invisible, coloqué una sombra color piel en mis párpados, y pestañee mis pestañas, resaltando el café de mis ojos. En los labios coloqué un simple color rosa mate. Y listo.

Mi cabello largo y castaño lo alise por completo, y luego de eso, ondule las puntas, mi pelo había quedado en el punto exacto.

Me coloqué unos zapatos de tacón altos, que se abrochan en el tobillo —me encantaban esos zapatos, los usaba siempre—, y cuando terminé de arreglarme, me sentía nerviosa.

¿Por qué? Porque Dominick sería el que me vendría a traer. Bien, eramos amigos, no tenía porque ponerme nerviosa, pero... se me era inevitable.

Creo que todo junto a él era inevitable.

Unos minutos después que llegué a casa, recibí un mensaje de un número desconocido, lo leí, y casi se me cae el corazón al suelo.

Era Dominick.

Fue tan preciso y directo, pero no pude evitar sentir un nudo en el estómago.

"Voy por a ti alas 7.00 pm. Y soy puntual, mocosa".

¡Mocosa! Había escrito mocosa, ¿cómo no iba a sentir un nudo en el estómago?

—¡Alyssa! —Me llamó mi hermano.

Rodé los ojos.

—¿Sí?

Entró ala habitación y se quedó mudo cuando me vio. Sí, mi hermano era un niño problemático y odiosamente molesto, pero...

—¿Por qué vistes así?

Pero también sobre-protector.

—Iré a una fiesta —respondí, con una sonrisa en los labios.

Era extraño decir esas palabras, pero, me agradaba, me agradaba la sensación de saber que por fin, me iba a comportar como una chica de mi edad.

—¿Con Dominick? —Preguntó, enarcando una ceja.

Tragué saliva.

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