Capítulo 10

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"Lo quiero... de nuevo".

Montserrat Harrison.

El día —que para mí, había sido el mejor— después de la fiesta, en mi casa las cosas no estuvieron nada bien. Mi madre estaba rezando —literalmente—, para que la compañía de mi padre no cayera.

¿Por qué tanto miedo?

La compañía Morgan's, una de las más importantes de el estado, cayó, así como si nada, así de fácil. Encontraron “pruebas” que declaraban que la empresa estaba lavando dinero.

¿Cierto? No lo sabía. Solo sabía que la empresa Morgan's, ya no existía más, sólo iba a quedar como una leyenda, ya que mantuvo el mercado por años.

¿El problema?

La empresa de mi padre estaba asociada con ella, y al caer la de ellos, la de nosotros también podría estar en riesgo. Mi padre estaba tranquilo, él sabía que nuestra compañía estaba limpia, no tenía malos trances, y agradecía ello.

Pero mi madre estaba loca. Ella estaba asustada, tenía miedo de perder todo su dinero, según ella, también podían culparnos así, y quizás si lo podían hacer, pero... ¿Por qué harían eso? Me parecía injusto que yo tuviera que pagar por errores de los mayores.

Aunque no estaba asustada —aún—. Sin embargo, me molestaba que por esas estúpidas peleas de las compañías, yo tuviera que pagar. Mi madre ansiaba mandarme lejos, hasta Francia, y yo no deseaba hacerlo. Así que me dio un ultimátum.

O era modelo para la empresa o hacia mis maletas.

Estaba frustrada, así que no respondí nada, solo subí a mi habitación y me hice como si no estaba, pensé y pensé, pero no llegué a ningún lado, mi mente estaba en otro lado.

En el recuerdo de los besos de Dominick.

Sus besos hacían perder la maldita cordura, hacia que volara en el cielo, yo estaba en el cielo. Y aunque dije que quería que olvidaramos los besos... yo deseaba besarlo de nuevo.

Así que esa noche me dormí con una sola cosa en mente: los besos de Dominick.

Al día siguiente me levanté muy temprano, y los gritos en mi casa, seguían y seguían.

Después de salir de la ducha, muy muy temprano, bajé ala cocina. Ni siquiera eran las 7:00 am, y todos con las pepas abiertas.

—¡No podemos permitir que nuestra empresa se venga abajo! —Gritaba mi madre—. ¡No voy a permitir que corramos esa misma suerte, Brad Harrison!

Los gritos de mi madre, creo que los escuchaba hasta mi vecina, y honestamente, me daba demasiada vergüenza.

Mi hermano y yo, estábamos en silencio, intentando desayunar pero era imposible con los gritos de mi madre.

Sin embargo, algo captó toda nuestra atención, mi padre se levantó de la silla y soltó el tenedor de manera dramática.

—¡Silencio! —Sentenció mi padre, enojado—. No tienes porqué ponerte así, es mi empresa y haré lo posible porque no caiga, pero por favor cálmate.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora