Capítulo 11

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"¡Tengo que salvarla!".

Dominick Harts.

No sé qué es lo que me pasa. Estaba a punto de besarla, a nada de rozar sus labios de nuevo. Y lo iba a hacer, estaba dispuesto a hacerlo.

Pero, el destino me jugó una mala pasada... de nuevo. Nala, otra vez Nala.

Nala es guapa, sexy. Pero la inocencia y preciosura de Montserrat hace mandar todo ala mierda.

—Dos veces la he visto ya —dijo Nala, sacándome de mis pensamientos.

—¿Y? —Respondí sin verle.

Estaba acostada en la cama junto a ella, pero la verdad no me interesaba verla. Ella quería follar, claro la iba a complecer, pero... no pude.

Maldita sea, necesito sacarme a esa castaña del cerebro, sino me ira muy, muy mal.

—¿Te la estas follando? —Preguntó, sentándose sobre sus piernas.

Me giré a verla, se miraba molesta. Estaba todavía vestida, ya que no pude follarla, quizás eso la tiene con ese humor de perros.

¿Pero que podía hacer? Mi miembro, solo quería a una sola persona. Joder.

—¿Qué si fuera así? —Pregunté levantando mis cejas—. Yo que sepa, nunca accedí a tener algo contigo, algo que no sea follar —añadí con una sonrisa ladeada.

Ella me miró con fuego en sus ojos.

—¡Eres un imbecil! —Gritó.

No teníamos mucho tiempo aquí, pero ya me estaba agobiando de ella.

Mi habitación estaba a oscuras, ya que quizás por un tipo de brujería, cuando Nala entró a mi apartamento, se fue la luz.

Genial, simplemente genial.

—Como sea —respondí simple.

De repente, mi celular empezó a sonar. Nala lo observó y resopló. Así que lo tomé y observé el nombre de Sofía en él.

Respondí.

—¿Qué? ¿Necesitas algo pa...? —Me interrumpió.

Su voz estaba agitada.

—No, estúpido, necesito tu ayuda —dijo, aún agitada y honestamente, me preocupé.

—¿Qué sucedió? —Dije, levantándome de la cama.

Nala observaba cada movimiento que hacía.

—No, no soy yo —dijo con un quejido—. Es la castaña.

Y el tiempo se detuvo, solté el teléfono y salí de la habitación, y de mi apartamento. Como era de esperarse; el ascensor estaba apagado, por falta de luz.

Así que bajé las escaleras de dos en dos. Estaba sumamente... No. No lo admitiría.

Cuando llegué a recepción, Sofy estaba sudando y estaba un poco agitada. Tenía en la mano un objeto de hierro que lo estaba enchutando en las puertas del ascensor.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora