En uno de los clubes cercanos al Puerto de Odessa; uno de los puertos de actividad comercial y turística de Ucrania, el caos había estallado desde el instante en el cual un grupo de oficiales ingresó al lugar con una orden de captura para el dueño de aquel sitio: Reuven Muzychko, tratante de blancas, pero sobre todo, conocido en el najo mundo por estar sórdidamente relacionado con el abuso infantil.
Mientras la policía detenía a todos a su paso desde la entrada, un fornido hombre maldecía aquella intrusión.
—¡Maldita sea! —Reuven gruñó con expresión colérica, corriendo por las escaleras hacia el piso inferior de su club.
Estaba furioso. La maldita autoridad había entrado en su club. ¿Tanto tiempo comprando funcionarios para que todo cayera de semejante manera?
Si le atrapaban, en esta ocasión le sería muy difícil salirse con la suya sin importar a quién comprara.
Corriendo, giró en un pasillo, siendo seguido por cinco de sus hombres. Y a su alrededor, podía escuchar los disparos junto con los gritos de conmoción y terror de parte de algunos de sus clientes.
—¡Alto! —un policía le interceptó al frente apuntándole con un arma, mas Reuven no le dio tiempo al hombre de nada.
En un veloz movimiento, más parecido al de un animal furioso, desarmó al hombre rompiéndole uno de los brazos. El hombre gritó de dolor, pero enseguida Reuven le acalló posicionándose tras él con agilidad y partiéndole el cuello.
El «crac» de los huesos rotos hizo que una sádica sonrisa se dibujara en su rostro. Aquello era lo mínimo que le haría al culpable de aquello cuando le encontrase.
Los disparos aumentaron y se escucharon cada vez más cercanos. Vio cómo sus hombres descargaban en contra de un grupo de policías que se acercaban desde el otro extremo del pasillo.
Reuven gruñó disparando de igual modo, dándole certeramente a uno en la cabeza. Hizo una seña y en medio de la lluvia de balas, sus hombres y él corrieron hacia una de sus oficinas en la cual entró cerrando con la puerta y trabándola con un mueble. Presuroso, se dirigió hacia una pared y presionó un punto en esta y, acto seguido, se abrió una especie de salida secreta que daba a un túnel.
Sonrió con satisfacción. Aquel túnel le sacaría de allí sin problemas.
Junto con sus hombres, se adentró en aquel oscuro conducto el cual se cerró de inmediato tras de ellos. De manera frenética, corrió a través del túnel el cual ahora era iluminado mortecinamente por pequeñas luces de emergencia y luego de varios minutos, llegó a lo que parecía ser la salida.
Con rapidez, se acercó a un tablero y lo presionó, descubriendo así el exterior. Miró a los lados, inquiriendo en el gran local abandonado al que había llegado y que quedaba al otro lado del puerto.
Reuven salió del lugar escuchando a lo lejos las sirenas de las patrullas y desde esa distancia observó las luces de su club.
Adiós a uno de sus negocios favoritos.
Una mueca de disgusto se plasmó en su rostro a la vez que se pasaba con exasperación una mano por la mitad de su cabeza rapada.
Sacó su celular y marcó algunos números para luego contemplar a su club como a la espera de algo. De repente, una fuerte explosión ocurrió y las llamas se alzaron sobre su club, danzando rojizamente en medio de la noche.
Con el incendio gran parte de la evidencia se quemaría. Aunque era una lástima por la mercancía humana que tenía allí puesto que últimamente era más difícil conseguir una que fuese de buena calidad. La próxima vez tendría que volver a invertir mucho dinero.
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Ojos grises © (Completa)
Ficción GeneralValentin Vasíliev ocupa en la actualidad el puesto como uno de los más importantes líderes de la mafia rusa. Posición a la que ha llegado y en la cual se ha mantenido desde hace más de quince años a costa de todo, incluso de traicionar a quienes más...