Capítulo XX La última barrera

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En medio del antes verde jardín de la propiedad Vasíliev, ahora cubierto por la nieve que caía, Leonid permanecía a pesar del frío que le estremecía aún bajo las capas de su abrigo. Pero aquello no era tan importante cuando lo único que necesitaba era pensar. Y en aquel lugar era donde podía hacerlo mientras se mantenía lo más alejado posible de Valentin, el hombre que perturbaba sus pensamientos.

Inspiró profundamente y un vaho helado escapó de sus labios. Introdujo las manos en su abrigo y se recargó contra un árbol. Sabía que si estaba allí Valentin no le buscaría. O al menos eso era lo que esperaba y por ello se rehusaba a regresar aún al interior de la propiedad, aun cuando corriese el riesgo de terminar calado hasta los huesos, ya que hacerlo significaba encontrarse con Valentin.

¡¿Por qué mierda Valentin tuvo quebesarle?! Más aún, ¡¿por qué él tuvo que corresponderle de aquella forma?!

¡Lo que despertaba Valentin en él era imposible de aceptar!

Cómo podía siquiera pensar en algo así. ¡No podía! Pero desde que Valentin admitió su abiertamente su deseo hacia él, cada vez que terminaban cruzándose con Valentin en algún pasillo o incluso cuando el mismo hombre le buscaba, ya no tenía reparos en mostrar aquella anhelante mirada o en arrastrarle lejos de ojos ajenos para besarle de forma hambrienta. Y cuando aquello ocurría, entonces Leonid deseaba aborrecer aquello. Mas en lugar de aborrecerlo no podía evitar corresponder e incluso anhelar más.

¡Aquello no tenía ningún sentido!

Mortificado, volvió su mirada hacia la propiedad y se congeló al ver a una figura familiar contemplarlo desde uno de los amplios ventanales del segundo piso. Era Valentin.

Agitación le inundó, siendo incapaz de apartar la mirada hasta que tras unos momentos, reaccionó volviendo el rostro de golpe.

Leonid detestaba que Valentin le afectase de aquella manera. Pero sobre todo, detestaba no poder responderse a sí mismo por qué Valentin le afectaba.

¿Por qué no rechazaba los avances del hombre? ¿Por qué sentía que le era imposible hacerlo y terminaba correspondiendo con el mismo ardor; con una pasión casi rabiosa y llena de frustración ante lo que se desataba en él?

Nada de aquello debería ser así. Leonid tendría que rechazar a Valentin en lugar de desearle. Debería odiar y resistirse en lugar de ceder ante aquella maldita e intensa mirada y aquellos labios que le buscaban con pasión.

Ante aquel pensamiento, negó con amargura, sintiendo que aún era observado. Pero era incapaz de regresar su vista hacia la propiedad y rogó porque Valentin no fuese a buscarle.

Leonid siempre se negó a convertirse en algo que pudiese ser usado por hombres como Valentin.

Cuando estuvo en manos de Konstantin luchó con todas sus fuerzas por ello y ahora, ¿terminaba de semejante manera? Y Valentin, ¿qué representaba todo aquello para el hombre? ¿Un juego? ¿Un capricho? ¿Una mera diversión de disfrutar con la supuesta propiedad de su sobrino?

Mas a pesar de todos los caóticos pensamientos y sentimientos que se desataban en él, si había algo que le perturbaba aún más era que de cierta manera sentía que podía confiar en aquel hombre.

Siempre consideró que Valentin era un hombre sumamente difícil de entender, pero quizás él lo resultaba aún más. Aunque, ya estaba comenzando a hastiarse de atormentarse y de tantas confusiones. Durante tanto se había atormentado y permanecido sumido en desesperación. Pero ¿ya no era suficiente de todo?

Quizás era el momento de enfrentar lo único que tenía la oportunidad de elegir libremente luego de tanto tiempo. Quizá realmente era el momento de hacerlo.

Ojos grises © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora