La calle a la que me llevó la ubicación enviada por Zigor estaba vacía, y era oscura. Era una calle que se encontraba a un cuarto de hora de la empresa. No sabía demasiado bien por qué estaba allí, ni si había actuado bien al decidir ir. Pero había sido Zigor quien me lo había pedido y, aunque su poder no me afectase por medio de un mensaje, yo no podía negarme.
No sabía cómo lo encontraría, pero estaba un poco preocupada. Era el motivo por el que había dicho que no tenía hambre y había decidido ir a buscar a mi jefe a aquella calle desierta.
—¿Zigor? —pregunté.
No tenía miedo de encontrarme con un humano con malas intenciones, porque fácilmente podría vencerlo, pero si lo que encontraba era un vampiro fuera de control, la situación sería peligrosa para mí. No iba armada.
Una figura se encontraba en medio de la calle. Una figura de un hombre que se encontraba de espaldas a mí. No me costó demasiado reconocer la estatura de mi jefe y la silueta de la ropa con la que lo había visto aquella misma mañana. No se movía.
—Zigor —repetí en un tono más firme.
Me acerqué lentamente sin dejar de mirarlo. Solamente cuando me encontré a menos de un metro de él vi las manchas de sangre de su camisa. Vi claramente el color rojo de la sangre también en las comisuras de sus labios, y las puntas de sus colmillos. Su mirada tampoco era la habitual. Tenía los ojos inyectados en sangre, como si no pudiese controlarse.
Estuve tentada a retroceder ante aquella imagen. Pero, en lugar de hacerlo, di otro paso hacia él.
—¿Qué ha ocurrido? —pregunté en voz baja, tratando de no alterarlo.
—Te necesito, Liher —dijo—. Ahora mismo.
Cuando se acercó él, yo retrocedí. Si bebía de mi sangre en aquel momento, había muchas posibilidades de que no lograse detenerse. Yo lo sabía, y él mismo también, porque se detuvo en seco.
—No —me negué.
—Lo necesito —insistió él, y clavó aquellos ojos inyectados en sangre en los míos—. Lo necesito ahora.
Se lanzó hacia mí y me llevó hacia uno de los edificios de la calle, acorralándome contra la pared de ladrillo. Intenté gritar, pero me tapó la boca con la mano para impedírmelo y clavó sus colmillos en mi cuello.
Traté de ignorar la sensación de placer que se extendió por mi cuerpo y empujarlo lejos de mí, pero me resultó imposible. Era demasiado fuerte. Unos segundos después, vencida por la sensación producida por su mordida, no fui capaz de oponer resistencia. Simplemente me dejé ir, siendo vagamente consciente de que podía morir y de que él debía detenerse. Estaba perdiendo fuerza y no podía hacer nada por evitarlo.
Lo sentí entonces alejarse de mí, y sentí un leve mareo. Había sido capaz de detenerse antes de matarme, algo que me habría parecido imposible al verlo en aquella calle.
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Su cazadora
FantasíaEn el pasado, los vampiros eran perseguidos por los cazadores. Ahora, la situación ha cambiado, y son los cazadores quienes son perseguidos. Ellos deben luchar para no ser dominados por sus enemigos naturales y para evitar que el caos domine el mund...