Capítulo 25

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Un grito sonó por encima de mis sollozos

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Un grito sonó por encima de mis sollozos. Todos nosotros nos sobresaltamos y miramos a nuestro alrededor, pero no nos hizo falta mucho tiempo para descubrir qué había sucedido. Una mancha de sangre se extendía por la espalda del cazador que se disponía a matar a Zigor y, segundos después, su cuerpo se desplomó en el suelo. Sus ojos abiertos estaban sin vida. El hombre había sido asesinado.

—¿Qué está pasando? —exigió saber Luken. Su voz se hizo oír sobre el alboroto general.

Varias personas avanzaron, y sus figuras se hicieron visibles detrás del círculo de cazadores. Una de aquellas personas era Milo. Los vampiros nos habían rodeado, y nos habían dejado sin escapatoria.

Lentamente, tanto yo como mis dos amigos nos levantamos para mirar a nuestro alrededor. Los papeles se habían invertido, y habíamos pasado de ser los cazadores a ser las presas. Habíamos caído en nuestra propia trampa.

—¿Creíais que no estaba preparado para un ataque semejante? —se burló Zigor—. Lo único que habéis logrado hoy es matar al chófer, un humano común.

No sabía cómo sentirme. Por una parte, sentía alivio por saber que Zigor no moriría aquel día. Por otra, temía por las vidas de mis dos amigos, por la de Luken y por la mía propia. Porque, después de haber traicionado a Zigor, había pocas posibilidades de que me perdonase.

—¿Cómo...? —preguntó una cazadora, tratando de comprender lo que había sucedido.

—Sabía, desde el principio, que Liher era una cazadora, y sospechaba que me traicionaría —contó Zigor—. Estaba preparado. No me costó descubrir que el plan era atacar cuando estuviese solo o rodeado por pocas personas. Y que se llevaría a cabo al regresar del viaje. Y cuando he visto que Liher enviaba un mensaje en el coche, he sabido que había llegado el momento.

Nunca habíamos tenido oportunidad de vencerlo. En ningún momento. Siempre había estado varios pasos por delante de nosotros, obteniendo información sin que nosotros nos percatásemos de ello. Mi traición había sido en vano.

Zigor hizo un gesto en dirección a Milo, quien avanzó hacia mí y me sujetó del brazo con firmeza, pero sin hacerme daño. No parecía guardarme rencor. Simplemente me miraba con lástima, como si de verdad lamentase lo que estaba sucediendo.

—Tienes que venir conmigo —me dijo en voz baja—. Órdenes de mi hermano.

Ariadna y Adrián no podían hacer nada por evitarlo, pues ellos mismos estaban en peligro, de modo que me limité a dejarme llevar por Milo, quien me hizo retroceder hasta donde se encontraban los vampiros, unos metros más atrás de donde me encontraba previamente. No me hizo ningún daño. Simplemente me mantuvo sujeta para que no me moviese ni pudiese escapar.

—Por esto no conducías tú hoy —comprendí.

—Exacto —dijo Milo.

Volví a centrarme en lo que sucedía con Zigor. Dos vampiros se habían situado tras él, asegurándose de que nadie lo atacase. Uno de ellos tenía su mismo color de cabello y sus ojos azules, aunque su expresión no era tan fría como la de Zigor, a pesar de su seriedad. Su presencia no imponía tanto.

Su cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora