Miré una vez más mi muñeca izquierda, donde llevaba puesta una pulsera de plata. A simple vista, parecía una joya normal, simple, pero en realidad era una pulsera de seguimiento. Solamente Zigor tenía las claves para obtener los datos que proporcionaba acerca de mis movimientos, y había prometido que no los miraría si no era necesario, pero a pesar de ello, no me gustaba llevar aquella pulsera puesta.
—¿Tardarás mucho? —pregunté, impaciente.
Zigor estaba en su despacho. Aquel día iríamos a la academia, y daría a Adrián y a los niños la noticia de mi embarazo. Pero él había tenido que pasar primero por la empresa para dejar solucionados un par de asuntos. Llevaba ya media hora esperándolo.
—Ya está —dijo él, levantándose de su silla.
Salimos juntos de su oficina y pasamos por delante de Estíbaliz sin siquiera saludar. No le gustaba vernos juntos, pero tendría que acostumbrarse.
Cuando bajamos al vestíbulo para salir de la empresa, nos encontramos con Diego, que estaba entrando. Se detuvo al verme en la empresa, a pesar de que creía que no volvería a verme por allí. Después, al notar que iba con el que había sido mi jefe, no pudo ocultar su sorpresa.
—Buenos días, señor Garay —le dijo a él, y después se volvió hacia mí—. Liher... pensaba que no volverías por aquí.
—Trabajará conmigo durante un tiempo —dijo Zigor.
—No me lo esperaba. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—No lo sé —respondí—. Lo que el embarazo me permita, supongo.
Mientras lo decía, acariciaba mi vientre. Aún no se notaba nada, pero me gustaba hacerlo y saber que allí crecía mi hijo. Y el de Zigor.
—¿Estás embarazada? ¡Enhorabuena! —Diego pareció quedar completamente desconcertado con la noticia—. ¿Quién es el padre?
—Yo.
Cuando Zigor dijo aquello, Diego quedó completamente pálido, sin palabras. La persona que había sido mi jefe y que pensaba que me había despedido había resultado ser el padre de mi bebé.
—Estamos juntos —le hice saber a modo de explicación.
—Vaya... enhorabuena, señor Garay —le dijo a mi pareja, quien asintió con la cabeza a modo de agradecimiento.
Diego no sabía qué más decir. Se despidió rápidamente, diciendo que debía ir a trabajar, y se marchó. Pronto lo perdimos de vista, y nosotros salimos tranquilamente del edificio.
—Creo que lo hemos sorprendido un poco —comenté.
—En cuanto se le pase la sorpresa inicial, se asegurará de que todos en la empresa sepan que estás embarazada y que estamos juntos —me advirtió—. Nadie puede mantener la boca cerrada con esta clase de asuntos.
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Su cazadora
FantasyEn el pasado, los vampiros eran perseguidos por los cazadores. Ahora, la situación ha cambiado, y son los cazadores quienes son perseguidos. Ellos deben luchar para no ser dominados por sus enemigos naturales y para evitar que el caos domine el mund...