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Golpe en seco

"Get out of my mind, 

'Cause I can't stop thinking of you"

Un golpe en seco.

¡Bum, perfecto!

Sonreí en mis adentros cuando mi oponente no tuvo otra opción sino echarse para atrás. Mi cola de cabello iba de un lado al otro mientras me movía con agilidad evitando que me dieran un puñetazo o me derrumbaran al piso. No hubo forma de que me hicieran caer.

-Te estás poniendo muy buena en esto que ya me da miedo seguir – dijo Caleb, corriéndose el cabello castaño de su cara -. Será mejor que nos tomemos un descanso.

Hice un puchero, pero me retiré. Me quité el equipamiento que tenía en las manos que, para ser sintiera, se sentía como si tuviera almohadas en mis nudillos. Eran bastante cómodas. Me apreté mi coleta de caballo para evitar que la goma se resbalara hasta el piso, de nuevo. Mi cabello se había vuelto más liso estos últimos meses, así que ya cualquier cosa que me hiciera allí se volvía imposible de mantener. No es que me fuera a quejar; cuando tenía el cabello ondulado era difícil de peinar, de mantener y de evitar que saliera frizz.

Me senté en una silla que había en aquel gimnasio mientras respiraba pesadamente. Sí, había entrado al gimnasio. En realidad, muchas cosas habían cambiado. Ahora andaba en Chicago, sí, en mi ciudad de nacimiento. Me fui allí cuando salimos a vacaciones de verano hacía más de dos meses. Las vacaciones en San Diego, California, duraban entre dos a tres meses. Eso me parecía de lo más maravilloso, porque así tendría mucho más tiempo estando con mis amigos de la infancia y en mi ciudad natal. Necesitaba un tiempo fuera de San Diego y de las personas que estaban allí. Chicago iba a ser siempre mi ciudad, siempre la iba a amar con toda mi alma más que a San Diego. Chicago tenía un calor infernal – y yo odiaba el calor -, pero estar con mis amigos y familia lo compensaba; además de que San Diego solo me traía malos recuerdos.

La semana después de mi cumpleaños salíamos a vacaciones de verano antes de pasar al próximo año. Durante esa semana estuve devastada, ¡más que eso! Mi estado de ánimo andaba por los suelos y no podía estar más de una hora sin sentirme como un asco y largarme a llorar. Ese se había vuelto mi afición: llorar, llorar y, oh sorpresa... llorar de nuevo. Evité a todos en la escuela, absolutamente a todos. Solo estaba allí para las clases y, durante los descansos, me quedé junto a Hayley – quien soportó mi humor de perros y depresivo – en algún lugar apartado de la sociedad. Toda la escuela se enteró de la ruptura entre él y yo, aunque no estaba muy segura por quien exactamente. No me hablaba con nadie que no fuera Hayley; ni con Thomas, ni con Daniel, ni con Jack, y a duras penas me hablaba con mis hermanos. Bella no dejaba de preguntarme que demonios había pasado con mi relación, pero, cuando lo hacía, la ignoraba completamente y me iba a mi habitación. Días antes de salir a vacaciones, llamé a Ashley, mi mejor amiga, para avisarle que estaría allí todas las vacaciones. Se alegró, bastante, en realidad.

Caleb y Ash hicieron una promesa en que iba a superar mi rompimiento con ellos y que, cuando volviera a San Diego, sería una persona nueva. A decir verdad, habían hecho un buen trabajo. Me había enfocado tanto en entrenar y en ponerme en forma que casi no pensaba en él. Tal vez no lo hacía porque, cada vez que escuchaba su nombre, mi corazón se partía en pedacitos de nuevo y volvía a aquella noche de mi cumpleaños. Finalmente podía decir que estaba superando ese episodio y me había vuelto mucho más fuerte.

-Tienes que admitir que te partí el trasero, Caleb – le comenté, mientras me secaba con la toalla blanca que tenía.

-Sí que lo hiciste – habló Ash desde el otro lado del gimnasio con tono burlesco -. Aquí es cuando toma sentido la frase "el estudiante supera al maestro".

¿Fingir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora