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Bajo el mismo techo

"Every single letter's killing me

Don't know why it always gets to me

Every time I hear that sound

Your name hurts;

I don't say it no more"

- Your name hurts de Hailee Steinfeld.

Los bomberos fueron sacando el agua lenta y progresivamente. Había pensado que los bomberos solo se ocupaban del fuego, pero, al parecer, también saben manejar el tema de inundaciones en las casas. Me estaba mordiendo las uñas, un vicio que siempre quise superar, mientras los bomberos hacían caras de que todo estaba perdido, que ni gracia había intentarlo solucionar. Perfecto. Este día no podía ser más perfecto.

Toda mi familia estaba parada enfrente de la casa, con rostros de lamentos y preocupación. Mi hermana estaba con los labios fruncidos, sin tener ninguna idea de que hacer. Por lo menos ya el ambiente se había tranquilizado y habíamos decidido quedarnos en silencio, expectantes de lo que los bomberos nos dijeran. No decían mucho la verdad, solo succionaban con su manguera extraña y llenando de agua algunos baldes. La brisa de la noche me golpeó los hombros y mi estómago expuesto. Genial, ya se estaba volviendo de noche e iba a morir de hipotermia.

Mi hermana le dio un golpe a mi mano para que dejara de arrancarme las uñas y abrió sus lindos ojos miel en modo de advertencia. Protesté un momento pero me crucé de brazos, y comencé a morderme el labio inferior. No podía quedarme quieta; en muchas situaciones era yo la que asumía la calma, pero ahora, con este día de mierda, lo único que se me antojaba era tirarme en mi cama y hacer absolutamente nada. Vale, ver Netflix, comer y tumbarme a hacer nada.

Mi madre se acercó a nosotros después de hablar con el bombero líder. Su mirada no dejaba ni un rastro de esperanza.

—Esto les tomará, como mínimo, unas 2 semanas — habló. Solté un suspiro —. Los pisos de madera laminada explotaron casi por completo y se abrieron, así que no hay forma de que lo arreglen de un día para otro.

Joder, pero que día. Estaba enojada con la vida, ¿se podía estar enojada con la vida? Por su puesto que sí. Ahora nos tocaría vivir a lo maldita sea. Me volteé instintivamente hacia la casa de al lado, la de los Anderson, y allí estaba toda la familia, pendientes de nosotros. Mi mirada se fijó en Nathaniel por un segundo y sentí como la bilis subía por mi garganta. Nunca se hacía fácil observarlo así de la nada, como si nunca hubiese existido un nosotros. Estaba apoyado al lado de la camioneta 4x4 de sus padres, con los brazos y piernas cruzados y un lenguaje corporal relajado. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado con los ojos perdidos, sumido en sus pensamientos. Su cabello con la perfecta longitud se estaba moviendo por el viento, despelucándolo un poco. A pesar de que no estuviera observando a alguien en particular, sus ojos, desde mi posición, se veían de un verde intenso contrastando con su hermoso rostro de porcelana.

De un momento a otro, se volteó a mirarme y me puse tensa. Mierda, mierda y re mierda. Mi plan de pasar por alto a Nate se hacía más difícil. ¿Por qué tenías que existir? ¿Por qué? Me miró sin ninguna expresión en el rostro, solo con una ceja alzada. Odiaba que me viera así, porque podía lograr que me derritiera en segundos. Lo odiaba; y odiaba como me hacía sentir.

Dejé de observarlo y me enfoqué en su madre que venía hacia nosotros. Sentí los ojos de Nate en mi nunca, observándome y analizándome.

—Terribe lo que les ha ocurrido, por Dios — comentó Rose. Su cabello estaba arreglado de una forma muy natural, lacio y suelto. Sus ojos, iguales a los de Nate, observaban con pesar —. ¿Han decidido que hacer?

¿Fingir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora