Capítulo 1

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Cerré por decima vez la puerta de mi pieza, cada vez que  mi padre entraba la dejaba abierta, tomé eso como una evidente desconfianza de que no hacía mis deberes, y es que, últimamente había decaído anímicamente como para hacerlo. El chico que me había gustado desde inicio de clases salía ahora mismo con mi mejor amiga en una cita, solos, él y ella. Y no es que podría enojarme con ella, pues no sabía nada sobre los sentimientos que yo tenía con él. Así que estaba ahí yo siempre dándole mis ánimos para que siguiera conquistando al chico mientras yo decaía internamente, posiblemente, pero no del todo. Tampoco iba a dejarme rendir por caprichos amorosos, si ella era feliz con él, yo estaría ahí siempre y ya dejaría de lados aquellos sentimientos que tenía cada vez que le veía. Ya no podía, él ya tenía pretendiente, y era mi mejor amiga desde los nueve años, definitivamente no tiraría ocho años por una revolución hormonal de adolescencia. 

Llenándome de esa nueva sensación de salir del círculo depresivo post-decepción amorosa, tomé un sorbo de agua de mi botella de agua para terminar mi último ejercicio de cálculo. Por cierto, odio cálculo. Quienes odien cálculo digan conmigo “ukelele”

Guardando todo, hice una pequeña lista de lo que llegaría asiendo ya al instituto. Posiblemente pensando en cumplirla, no estaría mal después de todo.

Uno. Buscar a Cal y preguntar sobre su cita, aunque probablemente me llame después de eso.

Dos. Entrar a clases y prestar atención. Esta vez si debía resultarme.

Tres…

Olviden todo esto, yo no sirvo definitivamente para la organización. Se es más fácil echar abajo mi pieza que tratar de ordenarla, diría yo. Mi orden tampoco pasa desapercibidos para nadie, en el insti también lo soy, atrasos, trabajos dos o una semana después de lo estipulado, desequilibrio alimenticio, ni un orden de cuaderno porque tengo un borrador el cual llevo todos los días y al llegar días de pruebas o algo, los paso a limpio y estudio de paso, una táctica que adopte de mi padre.

¿Qué pensáis que soy chico? No, definitivamente quién habla es una chica. Yo.   Rocket Anderberg. La misma chica que está acabando sus clases y relajándose para lo que espera un buen verano.

En el mismo instituto también soy algo conocida por mi habilidad en el peligro y la chica algo chico, eso suena raro lo sé, pero vivir con mi padre y mi hermano mayor es lógico que sé me peguen las costumbres ¿o no? Desde que tengo memoria mi padre ha sido madre y padre al mismo tiempo, se ha tomado tantos problemas en la espalda que a pesar de ellos él continúa con su sonrisa y su humor a flor de piel. Tampoco para él ha sido fácil criar a una chica, es un duro reto para cualquier padre, pero eso tampoco importo entonces. Aún recuerdo la primera vez que me había llegado la regla, fue aterrador para mí, pensar que mueres desangrada por el hecho de que en tu vida habías oído del tema, entonces mi padre mi hablaba a través de la puerta del baño tratando de calmar a una chica de catorce años llorando y malinterpretando todo. Seguramente fue el día más vergonzoso de mi padre, y también para mi hermano que fue quien tuvo que ir por las toallas higiénicas. Papá ha pasado desde vergüenza hasta rabietas por mí, más de lo que un padre o madre normal con una hija normal pasaría, y es que le han llamado tantas veces de mis recintos escolares que ya le sabían el número de memoria, acá en el insti está pronto a pasar, lo han hecho venir unas veinte o treinta veces por mis líos con chicos y chicas.

Después de comer algo rancio que pillé en la nevera, volvía al baño a lavar mis dientes y dirigirme a mi cuarto para dormir. Inevitablemente mi padre me había preguntado sobre los deberes, los que aclaré haber acabo ya. En mi cama con la pijama puesta trataba de dormir, cosa que no resultaba mucho.

En casa cuando despiertas por el sonido del triangulo, instrumento de papá, es porque él te selecciona como quien hará el desayuno. Y eso justamente paso por la mañana del miércoles en mi cuarto. Lo primero que oí fue mi puerta rechinar, maldije internamente mi mala suerte, justamente ayer por la noche me había quedado viendo videos en YouTube al azar, pasé así hasta la cuatro de la mañana, es decir, dormí tres horas y treinta minutos, según mi reloj de Bob Esponja, no me culpen, fue regalo de papá a los doce años. Y es increíble la calidad que tiene después de tantos golpes y aventones al suelo durante estos años.

Perezosamente me quité las sabanas y la colcha de encima, con el calor que estaba haciendo no tenía necesidad de usar frazadas. Llevé mis pies descalzo a la alfombra lila de perritos en el suelo (sí, otro regalo de papá), y me levanté, estiré mis brazos y suspiré relajando mis hombros. Caminé a la salida de mi cuarto acomodando el short de mi pijama y la polera arrugada del conjunto. Escuché los pasos de papá bajando la escalera y como Orlando salía del baño al final del pasillo.

— Muévete pereza andante —me recrimino acercándose por las escaleras, simplemente le respondí elevando mi dedo corazón a su dirección—. Que femenina. —dicho eso bajó a grandes zancadas la escalera de dos en dos. Envidiaba a mi hermano mayor solo por una cosa, él era un chico.

Mi gran desayuno para los chicos fue: tostadas con mermelada y mantequilla, un zumo para Orlando, café para papá y té para mí.

Luego de eso tomé el baño para mis asuntos de aseo y arreglarme con el uniforme mientras ellos veían la televisión. No demoré mucho ya que para mi suerte, lo único de maquillaje que usaba era labial, delineador y mascara de pestañas, no salía de casa sino era con eso, ni más ni menos, punto.

Orlando era, a veces mi chofer al instituto, llevaba tres años en él y solo me quedaba uno. De todas formas, para volver a casa tenía dos opciones, volver a pie o montar mi Skate, hoy escogí el segundo, el fin de semana finalmente había renovado mi tabla ya que estaba muy vieja y amenazaba con quebrarse. Hoy mi hermano me acercaría al establecimiento y como siempre, me advertía de lo mismo.

— Muy bien Rocket, vas a tener que venirte con cuidado si piensas montar en esa cosa, la falda y la patineta a velocidad no son combinación cuando hay adolescentes al asecho ¿me oíste? —esta vez lo miré con mi expresión irónica de “¿podrías dejar de repetir siempre lo mismo?” él me miró y suspiro levantando las cejas y rodando los ojos—. Baja, ahora.

— ¡Adiós! —me despedí agitando mi mano derecha mientras con la otra llevaba mi skate.

— ¡Estás advertida! —señaló después de ser pitado por otro automóvil, era de el Mc’dons o como le decíamos todos “McDonald’s”

Sí, muy creativos.

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Hola! :D es la primera historia que subo aquí en este perfil n_n

y los caps serán cortos como esté probablemente, pero ya irá desarrollándose c:

espero que guste como a mí el escribirla.

Multimedia: Así me imagino a Rocket ^^

El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora