Capítulo 5/II - Ginger

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Mil cosas pasaban por mi cabeza cada noche. Mi adolescencia no fue fácil y menos mi etapa joven adulta. Siempre fui insegura, corrección, soy insegura. No me siento nada a gusto con mi cuerpo y eso ha ido a más, tengo un desgaste nutricional gracias a que soy anoréxica, no como nada solo para mantener mi cuerpo en un peso que a mí entender sea adecuado. Esto solo lo saben dos personas, mamá y Florence, no es que no confíe en papá para contarle una cosa así, simplemente que me apoyo más en mi madre, desde pequeña siempre fue así, todo lo contrario con mi hermana que es más apegada a Alex. Asisto casi todos los días con un psicólogo que me ayuda con mi condición. Él dice que estoy bien, que no necesito bajar de peso pero es que hay veces que me siento tan gorda que no sé. Él es excepcional me hace sentir bonita y en verdad agradezco haberlo conocido, sin embargo hay cosas que simplemente son complicadas. Una de ellas es que yo coma mis tres comidas diarias. Suelo comer solo mi almuerzo y consta con lechugas y tomates. Luego agua y ya, no consumo más nada, si llego a ingerir algo más suelo inducir mi vómito, sí, casi bulimia. Soy una perdedora.

Suspiro y miro fijamente el rostro de Daniel, mi doctor. ¿He mencionado que soy una completa zorra? Yo me considero así, mi primer caso fue mi primo, no debí, más el deseo me nubló el juicio haciendo que cometa un error catastrófico al involucrarme con una persona de mi propia familia, porque aunque no lleve mi sangre, los títulos otorgados pesan también. Me abrazo más al cuerpo caliente de Daniel y de verdad que siento de todo menos remordimiento.

Les explico. Daniel aparte de que es mi médico, me lleva un montón de años, él tiene cuarenta y dos. Pero ese no es el problema en verdad, porque la edad no importa, sino que él está casado y tiene dos hijos. Soy una tonta por meterme con él, pero sus ojos cálidos, llenos de cariño me enamoraron y sí lo amo aunque creo que es algo que nunca le diré, porque no quiero que deje a su familia por mi, bastante mal me siento en venir a dormir por las noches a su apartamento de soltero. Acaricio su pelo rubio y su mandíbula con una creciente barba. Es hermoso a mis ojos, es atento, cariñoso, comprensible, posesivo, pervertido, me encantan todas sus facetas. Recuerdo que todo empezó por mí, fui yo quien me le metí por los ojos, como siempre suelo hacer. Y ese es mi maldito problema, suelo seducir y acorralar a los hombres hasta el punto de hacerlos cometer locuras y comer de mi mano. Pero ahora todo es diferente, porque siento que mi corazón se ha ablandado, me he enamorado de ese hombre que duerme plácidamente a mi lado.

Me levanto con cuidado de la cama y me dirijo a la cocina a preparar café para él y un zumo de limón para mí. Vuelvo a suspirar y me quedo mirando fijamente al vacío hasta que unas cálidas y fuertes manos rodear mi cintura, seguido de unos labios en mi cuello. Sonrío y me doy la vuelta en sus brazos para que sus ojos azules me reciban, es tan bello. Beso sus labios y él sonríe.

—Buenos días preciosa.

—Hola —me engancho a Daniel como un koala y me sujeta con firmeza para no dejarme caer—.

—Tengo algo importante que decirte —beso su cuello, no quiero hablar ahora—.

— ¿No puede esperar a más tarde?

—No, tenemos que hablar ahora Ginger —me deja en la encimera y me mira serio a los ojos—. Es importante.

— ¿Qué tanto?

—Anoche he dejado a mi esposa —esas palabras de clavan como un puñal en mi corazón—. ¿Qué hizo?

—Daniel, estás loco. ¿Qué has hecho? —Tomo mi cabeza en las manos y niego repetidas veces—. No debiste hacer eso, no por mí.

—No fue por ti —tomó mi rostro y lo miré confundida—. Digo, en parte por ti cariño, pero cuando fui del consultorio a la casa la encontré con otro hombre en la cama. Dios, fue como una salida, una liberación. Simplemente me fui y vine aquí, luego te llamé.

— ¿En serio? —Lo miro sorprendida.

—Sí, lo estaba sospechando hace un tiempo, pero no me importa, ¿Sabes? Mis hijos son mi prioridad ahora, y claro tú.

Sin saber qué decir lo abracé, no me esperaba esto, pero de todas formas lo nuestro no es fácil y no podemos salir a la calle tomado de manos como dos enamorados porque la gente va a comenzar a hablar.

—Sé lo que pasa por esa cabecita tuya cariño, te conozco hace cinco años y además de eso soy tu psicólogo. No te preocupes por nada, ¿Sí? —Asiento y beso sus labios—. Te quiero Ginger —me apretó contra su cuerpo con fuerza. Dios, yo también lo quiero.

—También te quiero, Daniel.

Solo había que ver qué pasaría a continuación y espero que todo vaya bien porque estoy a punto de colapsar.

Amor y Dolor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora