Capítulo 4/I

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Al otro día con un mensaje de texto en mano sobre el expediente médico de Ryan, Ashley esperaba con paciencia a que su colega y excelente cirujano terminara de hablar por teléfono. Leah se había comunicado con ella en día anterior en la noche, mandándole una buena parte de información sobre su hermano.

— ¿Cómo estás hoy Ashley?

—Deseosa de ayuda Vincent.

—Cuéntame —el hombre se acomodó en su asiento y prestó total atención a Ashley—.

—Verás está este chico, hermano de una amiga que era militar, hace poco más de un año una granada detonó cerca de él y ha quedado inválido. No se quiere evaluar y me gustaría cuantas posibilidades hay que vuelva a caminar.

—Como profesional debes saber que siempre se necesita una evaluación física del paciente, pero con lo que me cuentas supongo que el estallido lo lanzó lejos y el golpe lo ha dejado inmóvil. Puedo deducir un golpe en la cadera que casi siempre tiene operación.

—Ya. Entonces si lo traigo, tú lo evalúas.

—Siempre y cuando él quiera —dijo Vincent y Ashley asintió. Ahí estaba el problema, el tipo no quería—.

—Claro, gracias.

Salió de la oficina con una mueca en la cara. ¿Cómo ayudas a quien no quiere ser ayudado? No lo sabía pero lo descubriría. En su camino hasta la sala de ejercicios se encontró con la recepcionista que la buscaba.

—Te buscan en la puerta, rubia —frunció el ceño. Ella no tiene a más nadie que su abuela y ella no iría hasta la clínica.

— ¿No dijo quién era?

—No, es un hombre de unos cincuenta y tantos años, pelo negro y ojos azules, muy guapo.

Extrañada se dirigió a recepción para encontrar el hombre que la chica describió. Esos ojos, le parecían conocidos.

— ¿Eres Ashley Cook?

—Eh, sí, ¿usted quién es?

—Me llamo Jayden, soy el padre de Leah y Ryan. Mi hija me dijo que la ha buscado para ayudar a Ry, ¿Es correcto?

—Así es, pero su hijo es un arisco señor, es imposible hacer algo por usted —Ash se cruzó de brazos—.

—Le vengo a pedir su ayuda también, amo a mi hijo y quiero verlo bien, usted solo deme una semana para convencerlo de que se venga a chequear —le rogó Jayden—.

—Está bien, solo una semana. Ahora sí me disculpa, tengo trabajo que hacer —él asintió y se despidió de la chica. Está se quedó pensando, ¿Quién falta por venir, la madre?

Negando con la cabeza se fue con el paciente que tenía ese día. Cuanto deseaba ella tener personas que se preocupen por ella, que le recuerden inyectarse su insulina, que la quieran. Ryan tenía todo eso y él solo los ignoraba.

...

Ryan trabajaba sus brazos con unas pequeñas pesas, era lo único que le quedaba, ejercitar sus músculos para no perder la poca fuerza que le quedaba de la cintura para arriba.

—Me dijeron que una chica linda estuvo por aquí ayer —Brad hizo bailar sus cejas y le dio una sonrisa pícara a su hermano, este rodó los ojos sin dejar de levantar las pesas—.

— ¿Cómo entraste?

—Mamá me prestó su llave —le mostró el metal en sus manos—. Dime quien era la belleza que trajo mi hermana.

—Una terapeuta.

—Pues creo de que es hora de lesionarme, no me molestaría que ella me tratara el trauma —eso llamó la atención de Ryan—.

— ¿La has visto?– preguntó serio.

—Una foto de perfil en WhatsApp me enseñó Leah, ¿Qué?, ¿celoso?

—Nunca, te la puedes quedar si quieres. No me interesa.

Brad comenzó a ayudarlo con una rutina más fuerte mientras seguían hablando de la terapeuta.

— ¡Joder contigo!, ¿qué te traes entre manos que no te quitas a esa mujer de la boca? —Ryan lo miraba enojado—.

—Papá quiere que te evalúes.

—Me tienen harto, entiendan que no me interesa saber mi estado, ya estoy inválido no necesito que me lo confirmen.

—Solo es una oportunidad para saber si puede volver a caminar.

— ¡No quiero y punto! Deberías irte.

El menor resignado lo dejó solo en aquel gran apartamento. Él quería caminar sí, pero temía meterse a un quirófano. Tomó su móvil y puso en el navegador: porcentaje de muertes por operación para volver a caminar. No tantas, pero había y eso lo aterraba. Irónico, ya que él era un hombre que le gustaba él peligro, desafiar a la muerte, pero al estar tan cerca de ella comenzó a temerle.

La puerta de la entrada era tocada con  fuerza y repetidas veces. Suspiró, no había un día en que lo dejaran en paz. La puerta se abrió y el pelo castaño de su madre apareció, seguido de su padre. Bien, habían llegado las fuerzas especiales y no había quien le dijera que no a Zoey Mills de Johnson.

—Hola ma...

—Escúchame bien Ryan porque no lo voy a repetir. Quiero que te vayas haciendo a la idea de asistir a esa clínica de rehabilitación, porque yo quiero a mi hijo siendo el chico alegre que era antes. No me importa tu opinión ya no, como tu madre, la que le dolió su vagina por una semana por darte a luz a ti, te ordeno a que tomes la decisión de evaluarte antes del próximo lunes, sino tendré que usar la fuerza y no quieres experimentar eso —dijo sin respirar y señalándolo con su índice—.

Ryan estaba perplejo y quieto, muy quieto. Su madre era una mujer muy paciente, pero cuando rebasaban su línea de soporte entonces estallaba. Y eso era lo que había pasado. No sé atrevía a decir nada, pero tampoco haría lo que ella le decía, era su decisión sí o sí. Tienen todos que respetar lo que él decida.

—Deberías de hacerle caso a tu madre Ry, no te estamos obligando a hacer nada malo, solo te rogamos como tus padres que somos, que vayas a la clínica. Si no lo quieres hacer por ti, hazlo por nosotros.

Él se quedó en silencio sopesando las palabras. Por sus padres haría cualquier cosa, esa era una buena táctica de su padre. Astuto, podía decir que fue.

—Lo pensaré.

—Bien, eso es un paso —sonrío Zoey—.

Amor y Dolor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora