Capítulo 3/I

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Un año antes...

No quería eso, no deseaba volver pero, ¿tenía otra opción? Pues no, tendría que ver las caras de lástima, pena y dolor en los rostros de sus familiares. Así que antes de bajar del avión militar, adoptó una postura fría y distante que llegó a intimidar a algunos de sus compañeros. Llegaría a su casa, se encerraría y no volvería a salir, ni ver la luz del sol de nuevo. Sus padres no sabían de su situación, les había prohibido a los informantes que notificaran a su familia de lo ocurrido, así que se encontrarían con una no grata sorpresa.

Ayudado por dos hombres hizo su papeleo en el aeropuerto y cuando salió por las puertas su corazón dio un salto en su pecho. Su madre buscaba entre todas las cabezas al igual que su hermana y su abuela Sara. Puso un rostro totalmente inexpresivo y rodando las ruedas de su silla se acercó. Zoey al verlo abrió los ojos como platos y llevó las manos a su boca.

—Mi ni...

—Ahórrate las palabras mamá, necesito ir a casa —observó las lágrimas en los rostros de las tres mujeres y maldijo en su mente, Jayden tenía el rostro serio—.

—Pero organizamos una fiesta en tu nombre.

— ¿Me ves cara de querer festejar, Leah? Pues no, solo llévenme a mi apartamento y fin de la discusión.

Y así fue que comenzó la gris vida de Ryan. Insultos, enojos, frustraciones, gritos y soledad era todo lo que irradiaba su cuerpo y lo que salía por su boca. Un hijo, hermano, sobrino, nieto y primo desconocido para todos.

...

Presente...

—Mamá se siente muy mal, Ryan. Y yo quiero que ella esté feliz y si eso significa que tengamos que sacarte de aquí a rastras, eso haremos —dijo Dereck mirando a su hermano mayor de manera severa—.

—Y teniendo en cuenta tu situación eso no sería un problema —agregó Brad señalando la silla de ruedas—.

Ambos hermanos lo miraron y lo fulminaron con la mirada. Este solo se encogió de hombros y se fue a rebuscar en la cocina.

—Aunque suene mal, Bradley tiene razón, Ryan.

—Escucha bien, porque no lo voy a repetir dos veces: no me voy a evaluar porque no me da la maldita gana y porque no quiero albergar falsas esperanzas en una cirugía que a lo mejor no sea la solución. Estoy condenado a esta maldita silla de ruedas hasta que llegue el fin de mi miserable vida —le dio la espalda y Dereck suspiró—.

—Estás mal, debes de aprender a vivir con ello, debes comenzar a pensar en el futuro.

—A la mierda el futuro, yo solo vivo hasta que mi cuerpo así lo decida.

El chico miró a su hermano pequeño en busca de ayuda para hacer entrar en razón a Ryan, pero este solo negó con la cabeza y se encogió de hombros, en señal de que no había forma de hacerlo cambiar de opinión.

—Ni modo, lo intenté. No puedo andar por ahí detrás del bienestar de alguien que no lo desea, lo siento por mamá, pero yo tengo una familia a quien atender y este cabezota no va a hacer que yo la descuide —dijo para seguido irse dando un portazo—.

—Ry...

— ¡Largo! —Gritó y Brad levantó sus manos para marcharse sin rechistar—.

Cuando ambos hombres se fueron, Ryan tomó un florero de la sala de estar y lo estalló contra una de las paredes. Nadie sabía lo que el sentía, todos querían ayudarlo pero él no quería que lo ayudaran, solo quería que lo dejaran solo, para sumirse es los pensamientos de una antiguo él montado en su moto a toda velocidad, corriendo en las mañanas, yendo al gym para mantenerse en forma, yendo a bailar con sus hermanos y sus primos a algún club. Una lágrima cayó por su mejilla impregnada de un amargo dolor que solo él advertía.

Amor y Dolor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora