Capítulo 8/II - Ella

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Siempre me he considerado una chica solitaria, a pesar de que mi familia diga que soy muy risueña siento que soy todo lo contrario. Me gusta disfrutar de mis momentos de soledad, suelo ir a comer sola, de compras sola, incluso al cine me gusta ir sola. Con las personas con las que mejor me relaciono son mis familiares y mi amiga, que también es mi prima, Ginger.

Ambas compartimos lo que es la inseguridad, hace un tiempo ya me contó sobre su problema alimenticio y obviamente yo la apoyé en todo. Incluso su relación con el psicólogo.

Ahora hablando de todo. Han pasado seis meses. Audrey está en la etapa final de su embarazo, tiene ocho meses y está esperando un varón, Amy tiene siete meses y espera una niña. Sobrinos y más sobrinos, sí porque Ryan también espera bebé y está que echa chispas con Ashley ya que se embarazó de nuevo, tiene cuatro meses de gestación. Y por último, pero no menos importante, hace un mes Brad dio el sí quiero con la pequeña Adrianne. Una sorpresa para todos.

— ¿Cómo van las cosas con el medicucho? —Le pregunto a Ginger tras tomar un sorbo de mi café—.

Estamos en una cafetería, pasando el rato, hablando, o más bien cada una en su mundo. Porque estábamos en silencio hacía cinco minutos. La pelirroja suspiró.

—Quiere ir más allá Ella, ¿Sabes lo que significa? —Sus ojos muestran angustia y tengo que reír sin poder evitarlo. De verdad está enamorada, pero no sabe ni mierda del amor—. No te rías, esto es serio. ¿Qué dirán papá y mamá si llevo a un hombre dieciséis años mayor que yo a conocerlos?

— ¿En serio Gin?, o sea, tus padres son los tíos Dan y Alex, ¿De verdad crees que te van a regañar o algo así? Número uno, sabes que no lo harán y te apoyaran en todo y número dos, eres adulta Ginger, tienes veintiséis años.

—Ella —se queja y mira su móvil, hace una mueca y me lo muestra——.

—Cariño no me ignores, porque entonces te busco donde tus padres, sabes que tengo su dirección. Entonces será peor preciosa, porque tendrás que dar explicaciones express.

Suelto una carcajada.

—Ginger, ¿Cuál es el verdadero problema? —Tomo sus manos y les doy un apretón—.

—Tengo miedo. A que no funcione, a que sus hijos me odien, a que me cambié por una más joven cuando esté más vieja —niego ante sus palabras—.

—Solo te diré algo, ningún hombre que no quiera algo serio te va a rogar porque le presentes a tu familia y mucho menos te va a presentar la suya, en este caso, sus hijos.

—No sé, tengo que pensarlo.

—No te tardes —le guiño un ojo y vuelvo a beber del café que ahora está frío. Asco.

— ¿Qué hay de Frank?

Mi Frankie. Suspiro como enamorada y de verdad lo estoy. Amo a una persona que solo veo dos veces al año y vive al otro lado del país. Y es que es inevitable, él es tan cariñoso y atento, me llama todas las noches, me envía chocolates, osos de felpa, regalos. Pero cuanto me gustaría que viniera él envuelto en papel decorativo.

Recuerdo que cuando lo conocí en la boda de mi primo y su hermana, babee al primer encuentro de muestras miradas. Hablamos, reímos y después de ese día, un mes después exactamente, me pidió que saliéramos y esa fue nuestra primera de muchas citas. Por lo que puedo calcular faltan pocos meses para cumplir los tres años de conocernos y a pesar de que él me ha pedido infinidad de veces que sea su novia, lo he rechazado. ¿Cómo mantienes una relación a larga distancia? Yo no podría y no porque lo engañaría, no, sino porque voy a tener la necesidad de tenerlo a mi lado, abrazarlo, besarlo. Deseo eso sin ser novios, no quiero ni imaginar si formalizamos.

No quiero limitarme a solo verlo un día del fin de semana dos veces al año que viene a visitar a su hermana y abuela. Porque eso es lo que me toca, veinticuatro horas que pasan a velocidad de la luz. Y no puedo exigir más, su familia es primero, de eso soy consciente porque la mía también es prioridad.

—Es complicado Ginger —ella asiente, sabe todo, incluso todo mi familia lo sabe, para nadie es un secreto. Pero todos están al tanto de lo difícil que es.

— ¿Quieres que te lleve? —Pregunta y digo que sí. Salimos de la cafetería donde estábamos y nos dirigimos a su auto. Cuando estamos dentro me mira—. ¿A tu apartamento? —Lo pienso—.

—No. Llévame a casa de mamá.

—Aww, irás a los brazos de mami —hace un puchero y luego se ríe cuando golpeo su brazo—.

—Búrlate, pero los abrazos de mi mamá son estupendos y si a eso le agregamos su leche con chocolate —suspiro soñadora—. Nunca debí crecer, caerme de la bici y que mami me diera un besito en la herida no era tan complicado como lo es la vida de adulto.

—Amén prima.

Cuando Ginger me dejó en casa de mis padres eran alrededor de las cinco de la tarde. Corrí hacia la puerta y toqué, mi abuela abrió y la arropé con mis brazos.

—Abu.

—Mi niña preciosa, ¿Tú por aquí a esta hora?

—Tengo turnos en las mañanas abu, y además quiero a mi mami. ¿Dónde está?

Ella me dice que en la sala y entro para encontrarla con los hijos de mi hermana, Max y Amber.

—Fuera demonios, es mi turno con mi mamá —los pequeños me miraron con enojo y me encogí de hombros—. Yo soy la hija, ustedes simples nietos.

Max me sacó la lengua y la abu Sara soltó una risita. Miré a mi madre y de inmediato supo que necesitaba porque abrió los brazos para que me refugie en ellos. Me encanta esto del instinto maternal, es admirable ver como tus padres te pueden descifrar con solo una mirada que le des.

No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que me había dormido y que unos brazos me sacudían con fuerza.

—Tía Ella, despierta, tienes que ver esto —una voz chillona hizo se abriera los ojos. Amber.

— ¿Qué quieres, ¿qué es esa música? —Fruncí el ceño al escuchar una ¿balada?

—Para eso te despierta, párate hija y ven a ver —mamá me apura y yo me levanto de la ¿cama? Me llevaron a mi antigua cama y ni cuenta me di.

Me acerqué a la ventana y mis ojos no lo podían creer. Frank, mi Frankie estaba allí y cantaba una balada en un pésimo español, pero para mí era perfecto. No llevaba más que un radio donde sonaba la música, pero era un sueño.

—A veces odio a tu padre por no hacerme cosas como estas, luego recuerdo que es el amor de mi vida y se me pasa. Pero, si no me hace una serenata, juro que me divorcio —me río y Amber también—.

—No seas exagerada mamá —digo antes de salir corriendo con el corazón en la boca—. ¡Está aquí!, ¡Vino a verme!

En el camino a la salida me encontré a la abuela que me guiñó un ojo. Nada más salir al jardín corrí en su dirección y me arrojé a sus brazos. Él me envolvió con sus brazos y besé toda su cara.

—Alguien me extrañó.

—Como no te lo imaginas —sus ojos azules estaban brillando detrás de sus gafas de lectura y su hermosa sonrisa me dejaba atontada—.

—No te preocupes, vine para quedarme.

— ¿Qué? —Me aparté de su abrazo para mirarlo bien—. Repite eso.

—Vine para quedarme, he pedido un traslado a Portland y me lo han dado.

—Pero... ¿Por qué? —Pregunté confundida. Había dicho que le encantaba New Jersey—.

—Porque mi vida está aquí Ella, Ashley está aquí, mi abuela, mi sobrina y el que viene en camino. Tú estás aquí mi princesa. Nada me retenía allá, más que mi trabajo y lo he trasladado aquí, dónde están las personas que más amo —una lágrima rodó por mi mejilla derecha y volví a tirarme a sus brazos pero esta vez besé sus labios.

Con ternura, amor, paciencia, regocijo, felicidad, miles de sentimientos a flor de piel. Lo tendría conmigo todos los días.

Amor y Dolor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora