Capítulo 4

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Estoy sorprendida por el recuento de palabras de este capítulo, ya que parece más largo de lo que es. Es uno significativo. Preparaos para el tirón emocional.

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El latido retorciéndose en las profundidades de Hermione era ahora constante.

El incidente en la mazmorra había encendido su deseo intensamente. Nunca había pensado que tal anhelo fuera posible. La reacción de él la había emocionado. Ahora sabía que sus sentimientos eran correspondidos. ¿Pero cómo exactamente? No estaba segura de hasta qué punto él querría, se atrevería, a llevarlo. ¿Se permitiría rendirse a ella? ¿Ser seducido?

Puede que ella fuera capaz de influir en su cuerpo, pero su mente era un asunto diferente. ¿Y su alma? ¿Se la abriría alguna vez? Sabía que ella necesitaba eso tanto como cualquier otra cosa. Este hombre extraordinario, que había sido parte de su vida durante tanto tiempo, de repente había dejado su impronta en su mente; todo parecía tan claro ahora. Su vida, tras la guerra, se sentía vacía, requería dirección, significado. Lo era él, de eso estaba segura. Y él, tan abatido, torturado, desolado. Su mente reprodujo su propia tortura bajo Bellatrix Lestrange. Cerró los ojos con agonía rememorada. Los paralelismos de sus vidas la golpearon con fuerza.

Se necesitaban el uno al otro. Su cuerpo se agitó con la revelación. La emocionaba y la aterrorizaba por igual.

Por ahora, su deseo anulaba sus ansiedades y preocupaciones. La implacable tensión en sus profundidades empujó las preguntas al fondo de su mente.

Mientras estaba sentada cenando esa noche, su vista de la mesa alta ininterrumpida, su mente ardía. Él debía estar allí. Se preguntó si podría sobrevivir sin verlo.

Después de diez agónicos minutos, la puerta lateral se abrió y la familiar túnica negra ondulante surgió. Su cabeza estaba baja, aunque vio sus rasgos relajados, incluso tranquilos. El dolor en su interior se intensificó de inmediato. Se atrevió a tener esperanza.

De nuevo, no comió prácticamente nada. Sabía que estaba mirando abiertamente, pero por fortuna, sus compañeros estaban tan ocupados en su discusión insípida sobre quién tenía los mejores muslos de Ravenclaw, que no lo notaron.

Él no alzó la mirada. Hermione pensó que se desmayaría por la concentración de desear que lo hiciera.

Y luego, justo cuando pensaba que debía darse por vencida, su cabeza se movió.

Lenta, agónicamente, se levantó, aunque sus ojos permanecieron entrecerrados. Y luego los párpados se alzaron, con la misma lentitud, y sus negros ojos de obsidiana se elevaron para mirarla directamente.

De inmediato, su vientre dio un salto mortal con el más oscuro placer. Fue consciente de la humedad que se extendía entre sus muslos y los frotó por instinto.

Él no bajó la mirada. Sus ojos abrasaron los de ella, y vio el mismo brillo tras ellos que había percibido sólo una vez antes. Ella se la devolvió, conteniendo la respiración, el retorcerse en su núcleo insoportable. Sabía que sus bragas estaban empapadas.

McGonagall se volvió hacia él, preguntándole algo. Hermione vio su boca moverse en una breve y concisa respuesta, pero aun así sus ojos se clavaban en los de ella. Estaba exultante.

Y entonces alguien se levantó y se quedó en pie entre ellos. Hermione sintió como si le hubieran arrancado las tripas. Maldijo casi en voz alta. La persona permaneció bloqueando su vista durante un rato, y cuando por fin se alejó, había una silla vacía donde él había estado.

La repentina retirada de la conexión entre ellos la desconcertó, y Hermione se agarró a la mesa, confundida, sin saber qué hacer. Pero de repente fue obvio. Tenía que ir con él.

Fuera de las ProfundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora