Capítulo 10

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Nadie tenía ganas de levantarse cuando ni siquiera había amanecido, pero las órdenes del rey debían ser acatadas, así que la mayoría de príncipes, princesas y resto de cortesanos se reunieron en la sala del trono para ser testigos de como su soberano maltrataba a un prisionero que habían atrapado sus guardias cerca de las murallas reales. 

Cuando los guardias lo dejaron sobre la alfombra, el chico tenía el rostro ensangrentado a causa de los golpes y no dejaba de escupir sangre, casi como si fuera a ahogarse. Tenía las ropas desgarradas y se movía como una marioneta estropeada. Probablemente tenía más de una costilla rota. 

La mayoría de cortesanos estaban bastante más impactados y escandalizados, sin embargo, de que Jimin estuviese sentado sobre las piernas de Agust. Claramente, algo andaba mal en la educación de aquella gente, se dijo Hoseok. Él también estaba acostumbrado a aquella clase de terribles escenas, pero tuvo que cubrir su reacción cuando reconoció al prisionero como el hombre que había salvado la vida de Yoongi. 

Seokjin también supo al instante de quién se trataba, pero no fue tan disimulado. Se levantó de un salto y se quedó allí, observando como Kim Namjoon se incorporaba, incansable, después de cada golpe, como se seguía levantando a pesar de que Agust lo obligaba a caer de rodillas. Y Seokjin no sabía si era el chico más tonto que había conocido o, tal vez, el más valiente. Deseaba internamente que dejase de provocar al rey, que se doblegase antes de que este se enfadara de verdad...

Hoseok se dio cuenta, al mirarle, de que aquel era probablemente el chico en quién Namjoon no podía dejar de pensar. El mismísimo príncipe Seokjin...Rogó internamente para que aquella tortura se detuviese. Namjoon era testarudo, y a Hoseok le hubiese resultado completamente admirable su reticencia a rendirse de no haber sido porque temía por su vida. Se puso de pie para interceder por él...

Pero Seokjin se le había adelantado. 

-Majestad-se inclinó de manera exagerada-, me gustaría tener al prisionero a mi servicio. 

Agust le miró con aire curioso. Seokjin rara vez le pedía cosas, y no le caía especialmente mal, así que estuvo dispuesto a escucharle. 

-¿Sabes quién es...? Este infeliz es nada menos que Kim Namjoon, que en tiempos se vanagloriaba de ser "la voz del pueblo". Pero claro, ¿quién quiere escuchar la voz del pueblo? A nadie le interesa esa mierda, así que me encargue de quitarle la voz. Ahora es un perro sin lengua. ¿Para qué lo querrías...?

-Umm-Jin apretó los puños y trató de buscar una excusa, porque la compasión no era válida-...Parece...muy fuerte...

-¿Y de qué te serviría eso...? Estoy seguro de que ya tienes sirvientes que se encargan de traerte y llevarte. ¿Por qué este...? Míralo, es orgulloso y no sabe donde está su lugar. Nunca aprende. 

-Me gusta que tenga temperamento. Me gusta él...No me hagáis decir para qué quiero sus servicios, majestad-dijo, sonrojándose. 

-Para mí, el que no tenga lengua es un impedimento considerable si lo quieres para eso, príncipe Seokjin. La lengua es muy importante; Jimin puede dar fe de ello-dijo el rey, con tono malicioso-Puedo buscarte a alguien mejor...

-Me gusta él. Lo quiero a él-insistió el príncipe, decidido.

Temía haber ofendido a Namjoon con aquella insinuación, pero estaba jugando su última carta para mantenerlo a salvo, así que trató de no preocuparse demasiado por ello. Se lo aclararía todo más tarde, en cuanto hubiese curado sus heridas. 

The king and the dancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora