Capítulo 11

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-Te ves horrible, Jimin-observó Agust, con tono jocoso, en cuanto el chico hubo regresado de los baños. 

Ya estaba limpio, pero tenía los ojos rojos y las ojeras más marcadas que nunca. Era lo más terrible que había llegado a lucir nunca, por lo menos desde la supuesta muerte de Min Yoongi. Esta vez estaba seguro de que no habría resurrecciones de ninguna clase, pues había sostenido a los dos jóvenes entre sus brazos, y había sentido como su pulso se detenía, como sus corazones dejaban de palpitar, casi al mismo tiempo. 

-Lo entiendo, ¿sabes?-prosiguió el rey-, pero oye, no todo es malo. ¿Sabes lo que dijo Jungkook...? Que ese tal Yoongi que tanto te gustaba todavía sigue vivo. ¿Te acuerdas de lo mucho que me rogaste por la vida de ese bastardo, cariño...? Pues no sé como, pero al parecer sigue vivo. No por mucho tiempo, claro está...pero pensé que quizá te haría ilusión saberlo. Podríamos jugar con él un rato si quieres...y te dejaré elegir de que manera lo mato...aunque estoy seguro de que elegirás algo aburrido y poco doloroso...

Jimin era incapaz de hablar o de llorar siquiera. Hacía horas que no hacía más que temblar, sin apenas moverse. Estaba completamente en blanco, dándole vueltas a la idea de la venganza que, sin embargo, no le devolvería nada de lo que había perdido. Solo quería volver atrás y hacerlo todo bien desde el principio. 

Recordó que, cuando Jungkook había empezado a escabullirse del palacio a altas horas de la noche, él había acusado a Hoseok de ponerle en peligro. Sin embargo y, pese a su desagrado irracional hacia Hoseok, ahora entendía que la muerte del chico no era culpa de nadie más que de Agust. Su amigo se había arriesgado porque le importaba la causa, y Hoseok corría ahora el mismo peligro. Y Jimin sentía como si le hubieran arrancado un velo de los ojos, con un tirón tan brusco que le hacía sangrar la piel. Todavía sentía un hormigueo desagradable en cada parte de su cuerpo. Incluso cuando había creído deshacerse de su egoísmo al regresar a palacio para permitir que Hoseok y Yoongi estuvieran juntos, no había sido capaz de ver que aquello en lo que estaban metidos era bastante más grande, que había muchas vidas en juego. 

Años atrás, Hoseok había entrado en la causa porque era el pueblo lo que le importaba. Allí había conocido a Yoongi y los dos se habían enamorado. Jimin, por su parte, se había comprometido con la causa para poder acercarse a Yoongi porque le atraía su figura, y había arrasado con todo aquello porque no creía ser correspondido. Ni siquiera había preguntado. Se había limitado a asumirlo y a estropearlo todo.

Tenía que acabar con todo aquello, incluso si se hacía daño a sí mismo en el proceso una vez más. Le debía algo a Yoongi, le debía algo a Hoseok, a Namjoon y a la nación entera. Por eso no podía morir, aunque no quisiera ya vivir. 

Lo tenía difícil para salir de palacio, pero poco después del alba se reunió con Seokjin en su cuarto, para pedirle que avisara a Yoongi, a Hoseok  y a Byul de que sus vidas corrían peligro y lo mejor era que se alejaran por un tiempo. Si Namjoon iba solo, también se estaría arriesgando. 

-Puedes fiarte de mí, Jimin-prometió Jin-. Saldré al mercado a por algo de comer. Joonie sabe el camino, y nadie sospechará de él si viene conmigo. Lo dejaré ir si quiere, pero después me quedaré en palacio para no despertar sospechas. Tú...ten cuidado...¿de acuerdo...?

Jimin asintió, de un modo casi imperceptible. 

Llevaba toda la mañana tratando de recordar dónde guardaba Agust el veneno conque había matado a su padre. Tal vez no era el método más seguro para acabar con él, porque el rey podía ser muchas cosas, pero no era tonto. Era observador y muy meticuloso, por lo que, si movía el frasco de la estantería, aunque fuese un par de milímetros, existía la posibilidad de que se diera cuenta (y a Jimin le temblaban tanto las manos que probablemente se le habría caído). Podía resultar deliciosamente irónico matarle así, pero también era arriesgado. 

The king and the dancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora